Al verla, toda duda se desvanece, la esperanza es segura; la alegría completa».
Como escribíamos en el Adviento anterior en estas mismas páginas de Adelante la Fe, el Adviento es el tiempo litúrgico esjatológico por excelencia.
Especial fuerza tienen los últimos días de este periodo, marcados por tres acontecimientos litúrgicos: las antífonas de la O, las témporas de adviento –sabio periodo de ayuno y penitencia que la Iglesia pone en la semana previa a la Navidad- y la fiesta de la Expectación del Parto de la Santísima Virgen María, hoy 18 de diciembre, gran día en el antiguo calendario mozárabe. Dice Dom Justo Pérez de Urbiel: «Esta era la gran fiesta de la Virgen en la antigua Iglesia española, “el día de Santa María” cuya institución se debe al X Concilio de Toledo (656), en que tomaron parte tres de los grandes Padres visigodos: San Eugenio, San Ildefonso y San Fructuoso. Se le llama también “Fiesta de Nuestra Señora de la O”, porque en las primeras vísperas de este día empiezan a cantarse las siete grandes antífonas que comienzan con esta exclamación y con las cuales la Iglesia invoca la pronta aparición del Redentor. Esperemos con gozo admirativo el parto virginal de María, y hagámosle compañía durante estos días que preceden a las alegrías de Nochebuena. Un misterio divino se esconde en su seno, y una luz celestial brilla sobre su frente. Ya ha escuchado las palabras del ángel, el Espíritu Santo ha venido sobre ella y es el templo inmaculado de Dios. Al verla, toda duda se desvanece, la esperanza segura; la alegría completa».
La Fiesta de la Expectación del Parto coincidirá este año con el miércoles de las témporas de Adviento, que guarda especial significación mariana. El gradual de la misa de este día es Tollite portas, principes, vestras, tomado del salmo 23. Según Righetti, «fue compuesto en un principio, para acompañar procesionalmente el retorno triunfal del arca de la alianza al santuario del monte Sión. Los grandes portales de las murallas de Jerusalén, que se abrían para recibirla, dieron ocasión al lírico diálogo litúrgico que se cambia entre el coro del cortejo y el coro que espera al otro lado de las puertas. Sión, en la aplicación de la liturgia, representa en esta misa el mundo, que Jesucristo ha santificado con su misericordiosa llegada, haciendo en esta noche la entrada; el arca de la alianza simboliza María Santísima, su Madre»
Así, la Santísima Virgen es reina del Adviento y su reyecía resplandece especialmente en sus últimos días, en estos días de gran gozo y a la vez de gran penitencia, como son las témporas del Adviento, y que prefiguran los grandes gozos y las grandes aflicciones de los últimos tiempos parusíacos. San Luis María Grignion de Monfort vio reinar a María en aquellos momentos de tribulación histórica incalculable, junto con la cohorte escogida de sus hijos e imitadores, que ha de surgir a la sazón: «Dichosos mil veces los sacerdotes que os habéis dignado escoger y predestinar para que moren con Vos en esa abundante y divina montaña para llegar a ser reyes de la eternidad por su desprecio de la tierra y su elevación en Dios; para hacerse más blancos que la nieve por su unión a María, vuestra Esposa toda hermosa, toda pura e inmaculada; y para enriquecerse con el rocío del cielo y la grosura de la tierra, con todas las bendiciones temporales y eternas de que María está llena» (Oración abrasada).
María reinará, trayéndonos el reino imperecedero de su Divino Hijo, a pesar de sus enemigos, a pesar de quienes, llamados por su origen, su congregación religiosa y, más aún, por su altísimo puesto, debieran amarla e imitarla y antes bien, con el espíritu de blasfemia vulgar y los desórdenes mentales y morales que los caracterizan, osan llamar tonterías a sus privilegios especialísimos dados por Dios mismo.
Ante el panorama desolador de ver a la Iglesia en manos de sus enemigos, debemos conservar la virtud de la Esperanza, cuyo cultivo es el fruto espiritual especialísimo de este tiempo litúrgico y repetir, como el Sacrificium cantado en el ofertorio de la fiesta de la Expectación del Parto en la liturgia mozárabe: Confortámini et iam nolíte timére, ecce enim Deus noster retríbuit iudícium. Ipse véniet et salvos nos fáciet, allelúia/ Sed fuertes, no temáis, mirad a vuestro Dios que trae el desquite, viene en persona y os salvará, aleluya.