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Cardinal Koch: «Debemos intentar salvar las Almas de todos los hombres excepto los judíos»

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Cardinal Koch: «Debemos intentar salvar las Almas de todos los hombres excepto los judíos»

Escrito por Chris Jackson

El 24 de mayo de 2016, The Telegraph publicó los comentarios del jefe del Vaticano para las relaciones ecuménicas, el Cardenal Kurt Koch. El Cardenal terminaba dos días de discusiones a puertas cerradas con líderes judíos en el Instituto Woolf de Cambridge. The Telegraph comenzó diciendo:

Los cristianos aún tienen la “misión de convertir” al cristianismo a musulmanes y miembros de otras religiones, incluso frente a la persecución en Medio Oriente, insistió uno de los colaboradores más experimentados del papa Francisco.
Debemos mencionar que muchos periódicos, blogs y sitios neocatólicos sólo reportaron la historia con ese titular. En un esfuerzo por encontrar un trazo de ortodoxia en el Vaticano actual, los reporteros neocatólicos se apuraron en informar que el Cardenal Koch dijo que tenemos la misión de convertir a los musulmanes. El hecho de que sientan la necesidad de reportar este comentario como si fuera una enseñanza nueva o impactante es en sí mismo una condenación del punto de vista neocatólico según el cual en la Iglesia nada ha cambiado. Es como si los neocatólicos se hubieran resignado humildemente a creer que la Iglesia ya no debe convertir a los musulmanes, para luego sorprenderse y alegrarse al ver que podemos intentar convertirlos otra vez. Esta es la condición lamentable de aquellas personas cuya fe está basada en los siempre cambiantes dichos de la burocracia vaticana y no en la religión católica. Desafortunadamente para los neocatólicos, los dichos del Cardenal Koch no terminaron ahí:

Pero el Cardenal Kurt Koch, el jefe del Vaticano para las relaciones ecuménicas, enfatizó que la enseñanza Católica Romana excluye la actividad misionera dirigida al pueblo judío porque éste es considerado el pueblo “elegido” por Dios.

Dijo que, a pesar de las diferencias fundamentales entre las creencias de las dos religiones, especialmente sobre la figura de Jesús, los cristianos debieran ver al judaísmo como una “madre”…

Interesante. Tal como sabemos, el catolicismo enseña que le Iglesia Católica es nuestra madre. De ahí la frase “Santa Madre Iglesia”. Además, sabemos que Nuestra Señora es nuestra madre. De ahí la frase “Santísima Madre”. Pero los católicos nunca antes habían escuchado que tenían otra madre en el judaísmo. Lo que es más interesante aún, es que nuestra nueva madre nos enseña que nuestras otras dos madres no existen. Dado que el judaísmo enseña que Jesucristo no era divino. Por lo tanto, nuestra nueva madre enseña que la Iglesia Católica es una iglesia falsa y que María no es la Madre de Dios ni la nuestra. ¡Gracias mamá! La historia continua:

[Koch y los líderes judíos] discutieron sobre un documento emblemático publicado recientemente por el departamento vaticano del Cardenal Koch, el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, estableciendo enseñanzas católicas sobre la relación de la Iglesia con el judaísmo. 

Sostiene que si bien la Iglesia Católica enseña que la persona recibe la “salvación” a través de Jesús, los judíos también tienen una antigua e “irrevocable” alianza con Dios.

De manera significativa, deja en claro que la Iglesia Católica ya no apoya la tarea ministerial dirigida al pueblo judío…

Esta es una interesante enseñanza del “Departamento Vaticano del Cardenal Koch”. También es interesante observar que este “documento emblemático” admite abiertamente no ser un documento magisterial ni enseñanza doctrinal de la Iglesia Católica. Sin embargo, el Cardenal Koch ya había intentado aliviar los temores de los neocatólicos frente a esta novedosa enseñanza en un discurso de la conferencia ecuménica del año 2012. En este discurso, vimos a Koch intentar vender la herejía empaquetada como ortodoxia evolucionada, a través de la ambigüedad y el “misterio”, para tomar ventaja de la credulidad del lector:

Por un lado, según la confesión cristiana sólo puede haber un camino de salvación. Sin embargo, por otro lado, de esto no se desprende necesariamente que los judíos estén excluidos de la salvación de Dios por el hecho de no creer en Jesucristo como Mesías de Israel e Hijo de Dios. Esta clase de afirmación contradice la comprensión soteriológica de san Pablo, quien, en la Carta a los Romanos, definitivamente contesta en forma negativa la pregunta que él mismo formula, sobre si Dios ha repudiado a su propio pueblo: “Porque los dones y la vocación de Dios son irrevocables” (Rm 11, 29). Es teológicamente incuestionable que los judíos participan de la salvación de Dios, pero cómo puede ser esto posible sin confesar explícitamente a Cristo es un insondable misterio divino. Por eso, no es casual que las reflexiones soteriológicas de Pablo en Romanos 9-11 sobre la irrevocable redención de Israel en el contexto del misterio de Cristo terminen con esta misteriosa doxología: “¡Oh abismo de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus designios e inescrutables sus caminos!” (Rm 11,33).

Qué gracioso. ¡Primero Koch asesina la enseñanza católica sobre la salvación, embarrándola y haciendo que se contradiga a sí misma, y luego presenta su fabricada contradicción como un gran “misterio” tan  profundo y tan elevado que sólo puede ser comprendido por el mismo Dios! Mientras leía la insensatez de Koch comencé a preguntarme si el mismo autor no habrá escribió cada documento post-conciliar, ya que todos parecen utilizar las mismas frases: “sin embargo”, “por otro lado”, “no se desprende necesariamente”, “soteriológico”, “misterioso”, “no es casual”, “misterio de Cristo”. Es como si Koch hubiera ingresado su herejía en un programa de computadora que le agrega suficientes slogans del Vaticano II e inventa palabras para asegurarse que los neocatólicos no sean capaces de reconocerla.

Después de leer las palabrerías fantasiosas de Koch, me pregunto si este hombre habrá leído alguna vez el Nuevo Testamento, mucho menos el Catecismo. Dado que cualquiera que abra una Biblia puede leer para sí el siguiente pasaje de los Hechos:

5 Y acaeció que al día siguiente se congregaron en Jerusalén los jefes de ellos, los ancianos y los escribas, 

y el Sumo Sacerdote Anás, y Caifás, Juan y Alejandro y los que eran del linaje de los príncipes de los sacerdotes.

7 Los pusieron en medio y les preguntaron: “¿Con qué poder o en qué nombre habéis hecho vosotros esto?”

8 Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les respondió: “Príncipes del pueblo y ancianos,

9 si nosotros hoy somos interrogados acerca del bien hecho a un hombre enfermo, por virtud de quién éste haya sido sanado,

10 sea notorio a todos vosotros y a todo el pueblo de Israel, que en nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios ha resucitado de entre los muertos, por él se presenta sano este hombre delante de vosotros.

11 Esta es la piedra que fue desechada por los vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo;

12 y no hay salvación en ningún otro. Pues debajo del cielo no hay otro nombre dado a los hombres, por medio del cual podemos salvarnos.

Si San Pedro, nuestro primer Papa, se hubiera levantado y hubiera dicho estas palabras en una de las conferencias ecuménicas de Koch, probablemente habría sido expulsado (como hicieron los fariseos), habría sido ordenado al silencio y su comentario habría sido condenado ante a la prensa por no reflejar la posición del Vaticano frente a las relaciones ecuménicas judío-católicas. Desde el punto de vista de Koch, ¿cómo se habría justificado la predicación de los apóstoles para la conversión de su pueblo, a menudo culminando en su propio martirio? ¿No sabía San Pedro que “los judíos participan de la salvación de Dios”, “que es teológicamente incuestionable”, y que “cómo puede ser esto posible sin confesar explícitamente a Cristo es un insondable misterio divino”? ¡Tonto Pedro! Si los apóstoles hubieran tenido cerca al Cardenal Koch para explicar lo que sería la enseñanza de la Iglesia de Cristo 2000 años después, se hubieran ahorrado un montón de trabajo, sin mencionar sus propias vidas.

(Desafortunadamente) Koch prosigue:

“No creo que tengamos con el Islam la misma relación que tenemos con el Judaísmo.

“Está claro que podemos hablar de tres religiones Abrahámicas pero no podemos negar que la visión de Abraham no es la misma en la tradición judía, la tradición cristiana y la tradición islámica.

“En este sentido, sólo tenemos con el pueblo judío esta relación única que no tenemos con el Islam.”

Esperen un minuto. ¿No nos enseñó el Vaticano II que los cristianos, musulmanes y judíos adoramos todos al mismo Dios? Ah, sí, dice Koch, ¡pero no al mismo Abraham! No puedo dejar de reírme ante esta hipocresía. En tiempos del Vaticano II, cuando la Iglesia Conciliar quería acercarse al Islam, proclamó que ambos adoramos al mismo Dios. Pero ahora, cuando los radicales musulmanes asesinan a los cristianos y el Cardenal Koch busca el favor de los líderes judíos, dice “¡el mismo Dios pero un diferente Abraham!” ¡No puede inventarse algo semejante!

La explicación de Koch no tiene precio. Dice que “no podemos negar que la visión de Abraham no es la misma en la tradición judía, la tradición cristiana y la tradición islámica.” Bueno, ¡no es broma! ¡Tampoco es la misma la visión de Dios en cualquiera de estas tres religiones, dado que sólo la verdadera religión enseña que Dios tiene un Hijo y que Su nombre es Jesucristo! Esta absurda maniobra teológica de Koch es una prueba de que los modernistas actuales del Vaticano van inventando su teología simplemente para adaptarla al propósito mundano que desean. Por ejemplo, si la semana que viene Koch se reúne con líderes musulmanes, fabricará sin dudas que tenemos alguna relación teológica especial con el Islam y no con el Judaísmo. Mientras tanto, nuestros permisivos neocatólicos absorberán cada una de sus palabras e intentarán sintetizar e integrar esta teología inconsistente y ventajera dentro del monstruo del pensamiento post-conciliar.

Finalmente, Koch termina con esta atroz barbaridad:

Cuando se le preguntó si los católicos debían intentar convertir musulmanes al cristianismo, él dijo: “Tenemos la misión de convertir a todos los pueblos de religiones no cristianas [exceptuando] el Judaísmo.”

De todas las afirmaciones post-conciliares que he tenido la desdicha de leer en mi vida, esta podría ser la más maliciosa y desprovista de caridad. No estoy diciendo que la intención del comentario de Koch, quien vive en su mundo modernista de fantasía en el que probablemente todos los hombres se salven, sea maliciosa. Dios será quien lo juzgue. Lo que digo es que, en el contexto de la verdadera enseñanza católica sobre la salvación, esta declaración es monstruosa.

La Iglesia Católica enseña que la única manera de ser salvo es bautizándose en la Iglesia de Cristo para lavar el pecado original, sosteniendo y profesando la fe católica, y muriendo en estado de gracia santificante. Mientras que la Iglesia permite la posibilidad de que puedan salvarse quienes, sin falta propia, no saben que unirse a la Iglesia visible de Cristo es necesario para la salvación, no sabemos a ciencia cierta si esto sucede realmente. Es por esto que Pío IX condenó en el Syllabus de Errores que, “por lo menos deben tenerse esperanzas fundadas de la eterna salvación, de todos los que no se están dentro de la verdadera Iglesia de Cristo.”

¡Ahora la Iglesia Conciliar hace de esta posibilidad teórica una regla! Ahora asumen que porque Dios es misericordioso, ser católico ya no es estrictamente necesario para la salvación. Seguro que al Cardenal Koch no le importa que intentemos convertir al catolicismo a algunos radicales musulmanes. No tanto para salvar sus almas, por supuesto, sino porque puede hacerlos más pacíficos. Como el mismo Koch dice:

“Por sobre todo, debemos convertir a estos musulmanes que utilizan la violencia por el abuso de la religión, porque la hermana de toda religión es la libertad y la paz y no la violencia, y cuando una religión utiliza la violencia para convertir a otro es un abuso de la religión.”

Sin embargo, para que nadie piense que esta visión invertida de la salvación es una mera idea de Koch, tomemos la entrevista sobre la justificación por la fe que Benedicto XVI dio en octubre de 2015 y que ha sido revelada recientemente en un libro del P. Daniel Libanori, SJ. Cuando la entrevista surgió en marzo, los neocatólicos publicaron y enfatizaron una vez más las partes que ofrecen trozos de ortodoxia a las masas hambrientas. Y sin embargo fallaron en observar o enfatizar las terribles visiones de Benedicto sobre la salvación y los esfuerzos de salvación. Luego de mencionar la enseñanza de San Ignacio, el entrevistador, el P. Jacques Servais, SJ, afirmó:

…Es en este espíritu que San Francisco Javier vivió su trabajo pastoral, convencido de haber intentado salvar del terrible destino de la condena eterna a tantos “infieles” como sea posible. La enseñanza, formalizada en el Concilio de Trento, en el pasaje respecto al juicio del bien y el mal, radicalizada posteriormente por los Jansenistas, fue tomada de manera más restringida en el Catecismo de la Iglesia Católica (cfr. § 5 633, 1037). ¿Se puede decir que en este punto, en las últimas décadas, ha habido una especie de “desarrollo del dogma” que el Catecismo definitivamente debe tomar en cuenta?

La respuesta del papa emérito Benedicto fue la siguiente:

No hay duda de que en este momento nos enfrentamos a una profunda evolución del dogma. Los Padres y teólogos de la Edad Media que podían ser de la opinión de que la sustancia de toda la raza humana se había convertido en un católico y que el paganismo existen ahora solo en los márgenes, el descubrimiento del Nuevo Mundo en el comienzo de la era moderna ha cambiado radicalmente las perspectivas. En la segunda mitad del siglo pasado se ha afirmado plenamente el conocimiento de que Dios no puede dejar ir a la perdición todos los no bautizados y que incluso una felicidad puramente natural para ellos no representa una respuesta real a la cuestión de existencia humana. Si bien es cierto que los grandes misioneros del siglo XVI todavía estaban convencidos de que los que no son bautizados están perdidos para siempre, esto explica su compromiso misionero, en la Iglesia Católica después del Vaticano II tal convicción  fue finalmente abandonada…

Ahí lo tienen. El papa emérito Benedicto, al igual que Koch, continua contemplando en los siguientes tres párrafos cómo podría comprenderse esta contradicción en la doctrina (que él mismo acaba de crear al inventor esta nueva enseñanza). Primero ofrece intentos absurdos por reconciliar estos opuestos propuestos por teólogos heterodoxos como Karl Rahner y Henri de Lubac, pero incluso él admite que no resuelven la contradicción. ¡Recordemos que el Cardenal Koch atribuyó al misterio divino nuestra incapacidad para comprender su fabricada contradicción doctrinal! ¿Cuál es la respuesta de Benedicto? Él termina diciendo:

“Está claro que debemos reflexionar sobre toda la cuestión.”

¡Vaya! Creo que en los últimos 50 años hemos “reflexionado” lo suficiente sobre lo teóricamente imposible, muchas gracias. En cambio, para mí está claro que si realmente creo en las ideas de Benedicto y Koch sobre la salvación, ya no me molestaría en ser Cardenal o Papa Emérito. Entregaría inmediatamente mis atuendos clericales a las autoridades, me pondría vestimenta secular, reservaría un viaje a las Bahamas, y tomaría tragos en la playa. Al menos entonces podría intentar sacarle algo de jugo a los placeres de este mundo antes de que termine mi vida terrena, luego de reconocer que la malgasté en una religión que yo mismo fabriqué. Eso haría yo. Porque no creo que cualquier Santo misionero católico que se precie se haya aventurado en tierras lejanas y hostiles, enfrentando el hambre, la persecución, la tortura, la enfermedad, las calamidades y la muerte para difundir y transmitir la fe y la religión que estos hombres describen en sus entrevistas. La única respuesta católica cuerda ante tal pueril, estéril, y patética religión inventada sería la respuesta que dio Flannery O’Connor cuando le dijeron que la eucaristía era un símbolo:

Cuando ya empezaba a amanecer, la conversación giró en torno a la Eucaristía, un tema que, obviamente, se suponía que yo iba a defender, por ser la única persona católica presente. Mrs. Broadwater confesó que de niña, cuando recibió la Hostia, pensó que aquello era el Espíritu Santo, por ser la persona más «etérea» de la Trinidad; ahora creía que se trataba de un símbolo y lo consideraba como muy adecuado. Entonces yo, con voz titubeante, observé: «Bueno, si no es más que un símbolo, a mí no me interesa». Esa fue la única defensa de la que fui capaz; aunque ahora me doy cuenta de que, aparte de la propia historia, eso es lo único que voy a poder decir sobre la Eucaristía, aparte de que, para mí, es el centro de mi existencia. De todo lo demás en mi vida puedo prescindir tranquilamente.

Lo que es más trágico aún que la claramente errónea visión de Koch sobre la salvación son las consecuencias reales de la misma. ¡Porque lo que Koch está diciendo es que usted y yo debemos privar intencionalmente al pueblo de Cristo y de sus apóstoles la UNICA manera segura que conocemos de alcanzar la salvación! Esto es peor que si toda la humanidad estuviera infectada por una enfermedad mortal y sólo la Iglesia Católica tuviera la cura, y el Cardenal Koch nos prohibiera siquiera intentar dar la cura a cualquiera que practique el judaísmo. Esto sería diabólico. ¡Porque compartir la fe es un acto de amor! ¡Es un acto de inmensa caridad! Cómo intentan estos clérigos convertirlo en algo vergonzoso. Lo vergonzoso es no intentar convertir almas a Cristo cuando Él te ha dado Su propia vida. Nosotros intentamos convertir almas a Cristo porque las amamos con un amor sobrenatural que va más allá del amor humano, ni que hablar del respeto humano.

Por lo tanto, todos los católicos tienen el deber y la obligación de oponerse a este mandato discriminatorio, contradictorio, no magisterial, del Cardenal Koch que nos prohíbe en oposición directa con la Gran Comisión el convertir a ciertas clases de almas, y de redoblar en cambio nuestros esfuerzos por llevarlos a Jesucristo. Tal como recordó Alice Von Hildebrand:

Permítame relatarle un incidente que trajo mucho pesar a mi marido. Era 1946, justo después de la guerra. Mi esposo estaba enseñando en Fordham, y en una de sus clases apareció un alumno judío que había sido oficial naval durante la guerra. Con el tiempo le diría a mi esposo sobre un atardecer especialmente increíble sobre el Pacífico y cómo lo había conducido a buscar la verdad sobre Dios. Primero fue a Columbia a estudiar filosofía, y sabía que esto no era lo que andaba buscando. Un amigo le sugirió que trate con filosofía en Fordham y le mencionó el nombre de Dietrich von Hildebrand. Luego de una sola clase con mi esposo sabía que había encontrado lo que había estado buscando. Un día, después de clase, mi esposo y su alumno fueron a dar un paseo. Le dijo a mi esposo que estaba sorprendido por el hecho de que varios profesores, luego de descubrir que era judío, le aseguraron que no tratarían de convertirlo al catolicismo. Mi esposo, impactado, se detuvo, lo miró y le dijo, “¡¿Dijeron qué cosa?!” El repitió la historia y mi esposo le dijo, “Yo caminaría hasta el fin del mundo para hacerte católico.” Para hacerla corta, ¿el joven se convirtió al catolicismo, fue ordenado sacerdote cartujo, y terminó entrando la única Cartuja de los Estados Unidos (en Vermont)!

Evangelio según San Mateo Capítulo 28, versos 16-20

16 Los once discípulos fueron, pues, a Galilea, al monte donde les había ordenado Jesús.

17 Y al verlo lo adoraron; algunos, sin embargo, dudaron.

18 Y llegándose Jesús les habló, diciendo: “Todo poder me ha sido dado en el cielo y sobre la tierra.

19 Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo;

20 enseñándoles a conservar todo cuanto os he mandado. Y mirad que Yo con vosotros estoy todos los días, hasta la consumación del siglo”.

[Traducción de Marilina Manteiga. Artículo original]