Inicio MEDITACIÓN De cómo Cristo se despidió de su Santísima Madre para ir a padecer muerte y pasión

De cómo Cristo se despidió de su Santísima Madre para ir a padecer muerte y pasión

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De cómo Cristo se despidió de su Santísima Madre para ir a padecer muerte y pasión

Para el miércoles de Ceniza

El seráfico doctor san Buenaventura en las meditaciones de la vida de Cristo llegando a su sagrada pasión, la empieza por esta, y así siguiendo sus pisadas, la ponemos la primera, dividiendo en puntos lo que el santo doctor pone seguidamente.

Punto Primero. Considera la obediencia que mostró Cristo en esta acción a su eterno Padre dejando madre, parientes y discípulos por ir a ejecutar su mandado, y el respeto que tuvo a su Santísima madre, tomando primero su bendición para ir a padecer y morir por el género humano, en que debes aprender a dejar padres, hermanos, parientes y amigos por obedecer a Dios cuando sucediere ser necesario para ejecutar su mandato, y juntamente el respeto que debes guardar a los padres naturales, no haciendo cosa alguna sin tomar su bendición. Pide a Cristo y que te dé gracia para seguir sus pisadas e imitar su ejemplo, para que sepas, agradarle en todo, cumpliendo con tu obligación.

Punto II. Considera que, como dice san Buenaventura, estando Cristo el miércoles antes de su pasión en Betania, en casa de Santa María Magdalena y Santa Marta con su Santísima madre, se retiró con ella a un retirado, y sentados a solas le dijo con tan pocas cuanto sentidas palabras, cómo se había llegado ya el tiempo de su muerte y pasión, lo cual pasaría en breve; que tuviese paciencia y le diese su bendición y licencia para ir a padecer y obedecer a su Eterno Padre que así lo había  ordenado, y que se consolase porque dentro de pocos días le volvería a visitar resucitado y glorioso. Contempla el cuchillo de dolor que atravesaría el corazón de la madre, oyendo tales palabras a su Santísimo Hijo, como entraría dentro de sí y ofrecería al Eterno Padre con prontísima obediencia aquel gratísimo Sacrificio, rindiéndose á su eterna y divina voluntad; enmudecería la lengua y hablarían los ojos con tiernas lágrimas nacidas de su amartelado y dolorido corazón; no las dejes caer en tierra sino recógelas en el tuyo y mira á los dos amantes llorando lágrimas vivas por tu amor, hablándose los corazones y conformándose íntimamente con la voluntad de Dios. Entra en aquel retirado con la consideración y en lo interior de los corazones, y compadécete de su dolor, y aprende a conformarte en tus acaecimientos con la voluntad de Dios, y ofrécete al Hijo benditísimo y a la beatísima Virgen, y a padecer por él, no solo aquella muerte sino mil que sean menester porque no se aparte de su madre, ni le dé ocasión de tanto dolor.

Punto III. Considera lo que dice San Buenaventura que estando Cristo en este retirado con su santísima madre entró Santa María Magdalena y le rogó que se quedase en su casa a celebrar con sus discípulos aquella Pascua; y que el Salvador le respondió que no podía dejar de subir a Jerusalén a celebrarla, y entonces dijo la santa a nuestra Señora que fuesen todos a acompañarle y a celebrar la en su compañía y que lo hicieron así como lo dijo. Contempla el amor tan fino de esta sierva del Señor que nunca le permitió a apartarse de su compañía; mira el afecto con que le ofreció su casa, y ofrécele tú la tuya tu corazón y tu alma para morar en ella, y ruégale con toda la instancia posible, que no te deje por indigno, sino que mire a su piedad y reciba tu oferta y entre en tu pobre casa, como entró y se hospedó en la de María Magdalena y de su hermana Marta.

Punto IV. Considera cómo en esta ocasión declaró a Santa María Magdalena el Secreto de su pasión, .y cómo se despediría de ella y de su hermana Marta y de las otras Santas mujeres que le seguían, y se las encomendaría a su madre, y a ellas también que asistiesen y consolasen a la Virgen a quien dejaría juntamente el cuidado de su Iglesia. Pondera el, sentimiento y llanto de estas santas mujeres, oyendo tal nueva de la boca del Salvador, y las lágrimas que derramarían, y el desconsuelo que recibirían, y cómo Cristo las consolaría con palabras amorosas y razones ternísimas, ofreciéndoles visitarlas muy brevemente en su gloriosa resurrección; abrazaríanse con la Virgen, besarían las manos y los pies, y ofreceríanse a morir por su Hijo; y como eran tan Santas y enseñadas de Cristo, levantarían al cielo el corazón y le ofrecerían aquel  divino sacrificio y con él sus voluntades y deseos, y se conformarían en todo con su divina voluntad, y Cristo se despediría de ellas, dándoles su santa bendición. Medita con ternura este paso y no dejes ir a Cristo sin que te bendiga a ti también.

Padre Alonso de Andrade, S.J