La Sagrada Escritura empieza y termina con la batalla entre la Mujer y la antigua serpiente. Esta batalla, del Dragón contra la Verdadera Religión, «es también guerra de sus respectivas iglesias: la sinagoga de satanás contra la Iglesia de Cristo, es decir, es el establecimiento de la enemistad interpuesta por Dios entre la serpiente y la Mujer y entre los linajes o descendencias de ambos».
«Dios no ha hecho ni formado nunca más que una sola enemistad, mas ésta irreconciliable, que durará y aumentará incluso hasta el fin, y es entre María, su digna Madre, y el diablo; entre los hijos y servidores de la Santísima Virgen y los hijos y secuaces de Lucifer, de suerte que el más terrible de los enemigos que Dios ha creado contra el demonio es María».[1]
I. «Dios te salve Reina y Madre»
En el reino de Israel, la madre del rey (del hebreo Gebirah=«la gran señora» tenía el oficio exaltado de reina madre, que con ese noble oficio, asistía al rey en el gobierno del reino.[2]
El oficio y la autoridad de la reina madre, por su estrecha relación con el rey la hacían la más poderosa abogada ante el monarca en pro del pueblo del reino. Nadie tenía mayor poder de intercesión ante el rey que su madre, quien a veces se sentaba a la derecha del rey.[3]
La figura y el oficio de la reina madre del Antiguo Testamento, preanuncia proféticamente el oficio de la gran Reina Madre y Señora del Nuevo Testamento: María de Nazaret se convierte en la Reina y Madre en el Reino de Dios, como la Madre de Cristo, Rey de todas las naciones.
El primero que con su voz celestial anunció a María su oficio real fue el mismo arcángel Gabriel: El será grande y será llamado el Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre, y reinará sobre la casa de Jacob por los siglos, y su, reinado no tendrá fin.[4]
También es reconocida la Santísima Virgen María en su oficio real en las palabras de su prima Isabel: Y de dónde me viene, que la madre de mi Señor venga a mí?[5]
Con la inspiración del Espíritu Divino, Santa Isabel se refiere al nuevo oficio de la Virgen María, y de acuerdo al lenguaje de la corte del antiguo Israel, que solamente asignaba el título de Madre de mi Señor refiriéndose a la madre del monarca gobernante a quien se llamaba Mi Señor.[6]
Los Escolásticos copiosamente aplican a la gloriosa Virgen las hazañas de Ester, esposa del Rey y Reina con él, y de Betsabé, madre de Salomón. Y es para ellos cosa tan averiguada que María sea Reina de lo creado, que este calificativo lo usan, sin más, como sustantivo del nombre de la Virgen. Así, Santo Tomás, San Alberto Magno, San Buenaventura y todos en general.[7]
María Santísima no es una madre cualquiera, dará a luz un hijo que será Rey eterno, y por cuya eternidad se concederá también la eternidad a los demás mortales
María Santísima será la Madre del Eterno, y la Madre de los eternos, que serán todos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen.
Así María, al darnos al eterno Rey formado con su propia carne y sangre, abre las puertas de la inmortalidad a cuantos reciban a este Rey, se sometan gustosamente a sus mandatos y aspiren al disfrute de su amor en el Reino del Padre.
Ella es Reina y Señora supeditada a Cristo y sólo porque Él le dio el dominio y la Realeza. El buen sentido cristiano indica la inmensa distancia que media entre Hijo y Madre, en efecto, Cristo es Rey por naturaleza: manda en todas las cosas, porque todas fueron creadas por Él., en cuanto es Dios, y para Él aun en cuanto es hombre. Y su potestad tiene todas las características propias y verdaderas de dominio público. Él es legislador, cuyas leyes han de acatar todos los hombres; y juez, cuya sentencia determinará definitivamente y para siempre sus destinos eternos.
Como señala el Papa Pío XII en la encíclica sobre la Realeza de la Santísima Virgen María: a la Reina del Cielo, ya desde los primeros siglos de la Iglesia católica, elevó el pueblo cristiano suplicantes oraciones e himnos de loa y piedad, así en sus tiempos de felicidad y alegría como en los de angustia y peligros; y nunca falló la esperanza en la Madre del Rey divino, Jesucristo, ni languideció aquella fe que nos enseña cómo la Virgen María, Madre de Dios, reina en todo el mundo con maternal corazón, al igual que está coronada con la gloria de la realeza en la bienaventuranza celestial.[8]
En efecto, la mariología de todos los siglos ha exaltado la Realeza de la Madre del Señor.
La Sagrada Liturgia, los Sumos Pontífices y el lenguaje común de los fieles ha dado a la Santísima Virgen María el título de Reina y Señora de todo lo creado.
El Papa San Pío X, nos dice que Jesús está sentado a la diestra de la Majestad «y María a su derecha, como Reina».[9]
San Efrén escribe: «Reina de todos los seres, nuestra gloriosísima Señora, aquella cuyos servidores y clientes somos, nos gobierna y rige a todos».
San Juan Damasceno: «No fue dejado en la tierra tu cuerpo inmaculado y libre de toda mancha, sino que, como Reina, Señora y Madre verdadera de Dios, fuiste trasladada a las regias mansiones».
«Que los represente a todos Fray Conrado de Sajonia, que escribe en el “Espejo de la B. V. María”: “María significa señora. Este significado conviene sobrenaturalmente a tan gran Emperatriz, que es verdaderamente Señora del cielo, de la tierra y de los infiernos. Señora, digo, de los ángeles, de los hombres y de los demonios».
La veneramos en la letanía lauretana: Reina de los ángeles, Reina de los patriarcas, Reina de los profetas, Reina de los apóstoles, Reina de los mártires, Reina de los confesores, Reina de las vírgenes.
II. «El reino de Jesucristo por el reino de María»
Pero es San Luis María Grignion de Montfort ante todo en la Iglesia de Dios, sin excluir a otros, el profeta y el apóstol del reino de María, y por medio de él, del reino de Cristo. Como explica el Padre J. Mª. Hupperts S.M.M.:
En «El Secreto de María», larga carta escrita a una religiosa en los primeros años de su carrera apostólica, parte del punto de vista de la santificación del alma, que sólo puede obtenerse por una gracia abundante, y para ello por la Santísima Virgen, Mediadora de la gracia, y por una grandísima devoción hacia Ella. En el «Tratado de la Verdadera Devoción» su campo de visión se amplió notablemente. Apunta directamente al reino de Jesucristo que, según su convicción, sólo puede lograrse por el reino de María, o por la práctica universalizada de una perfectísima devoción a la Santísima Virgen. Lograr esto es el fin de su libro, al que él mismo llama «preparación al reino de Jesucristo» (nº 227).
Si el reino de Cristo comenzó en el mundo por María, sólo por María llegará a ser real y llegará a su plenitud: «De suerte que, si el conocimiento y reinado de Jesucristo han de dilatarse en el mundo – como ciertamente sucederá-, esto acontecerá como consecuencia necesaria del conocimiento y reinado de la Santísima Virgen, quien lo trajo al mundo la primera vez y lo hará resplandecer la segunda».[10]
La aspiración del gran San Luis Marìa Grignion de Montfort no tardó en convertirse en una de las súplicas clásicas de la piedad cristiana:
¡Ut adveniat regnum tuum, adveniat regnum Mariæ! ¡Para que venga a nosotros tu reino, venga el reino de María!
La tesis de San Luis María de Montfort, dogmática, pero ante todo profética, se subdivide en cinco proposiciones:
Primera proposición: El reino de Cristo vendrá.
«Si, pues, como es cierto, el conocimiento y el reino de Jesucristo llegan al mundo…» [11], escribe Montfort en una solemne declaración que concluye su admirable Introducción al «Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen». Es cierto que lo dice con pocas palabras; pero esta afirmación, dado el énfasis con que la profiere, es perfectamente clara y decisiva. En «El Secreto de María» se lee también: «¿No se podrá decir también que por María ha de venir Dios una segunda vez, como toda la Iglesia lo espera, para reinar en todas partes…?». Y un poco más lejos: «Se debe creer que hacia el fin de los tiempos… Dios suscitará grandes hombres para destruir el pecado [en el mundo] y establecer en él el reino de Jesucristo, su Hijo, sobre el del reino corrompido» [12].
Segunda proposición: El reino de Cristo sólo vendrá por el reino de María.
Montfort Abre la Introducción al Tratado de la Verdadera Devoción, con esta síntesis admirable: «Por la Santísima Virgen Jesucristo ha venido al mundo, y también por Ella debe reinar en él».[13]
Introducción, que finaliza con las siguientes palabras, que son tal vez las más notables que jamás haya escrito Montfort: «Si, pues, como es cierto, el conocimiento y el reino de Jesucristo llegan al mundo, ello no será sino continuación necesaria del conocimiento y del reino de la Santísima Virgen, que lo dio a luz la primera vez y lo hará resplandecer la segunda».[14]
Tercera proposición: Este reino de María vendrá.
«María casi no ha aparecido en el primer advenimiento de Jesucristo… Pero, en el segundo advenimiento de Jesucristo, María debe ser conocida y revelada mediante el Espíritu Santo, a fin de hacer por Ella conocer, amar y servir a Jesucristo».
«Dios quiere, pues, revelar y descubrir a María, la obra maestra de sus manos, en estos últimos tiempos».
«Dios quiere que su santa Madre sea al presente más conocida, más amada, más honrada que nunca».
«Más que nunca me siento animado a creer y a esperar todo lo que tengo profundamente grabado en el corazón, y que pido a Dios desde hace muchos años, a saber: que tarde o temprano la Santísima Virgen tendrá más hijos, servidores y esclavos de amor que nunca, y que por este medio Jesucristo, mi querido Dueño, reinará en los corazones más que nunca» [15].
Cuarta proposición: Este reino de María se establecerá por la práctica de la Devoción mariana perfecta.
«Dios quiere que su santa Madre sea al presente más conocida, más amada, más honrada que nunca, lo que sucederá, sin duda, si los predestinados entran, con la luz y gracia del Espíritu Santo, en la práctica interior y perfecta que yo les descubriré en lo que sigue… Se consagrarán enteramente a su servicio como sus súbditos y esclavos de amor…, y se entregarán a Ella con cuerpo y alma, sin reparto, para ser igualmente de Jesucristo» [16].
Quinta proposición: Este reino de María será en gran parte realizado por «los apóstoles de los últimos tiempos», los cuales, por la perfecta Devoción a la Santísima Virgen, realizarán su misión grandiosa.
III. En orden de batalla
El reino de Satanás comenzó con un hombre, una mujer y un árbol; el reino de Cristo triunfará sobre el de Satanás de la misma manera como triunfó el demonio: por un árbol (la cruz), por el Nuevo Adán (Nuestro Señor Jesucristo), por la Nueva Eva (María Santísima).
En el Apocalipsis la figura de María aparece nítida, dominadora, protagonista de una lucha cuyas consecuencias llegará a todos los tiempos y a todas las personas. María Santísima por su papel de Madre del Mesías y Redentor, será más atacada por Satanás, pues que su derrota podría suponer un grave contratiempo para toda la humanidad.[17]
San Luis María desea ardientemente formar un escuadrón de hombres y mujeres que, no sólo comparten su reino, sino que llenos del Espíritu Santo, sean instrumentos de la llegada del reino de Cristo.
Montfort los llama «apóstoles de los últimos tiempos».[18]
La Iglesia ve en María a la Adversaria personal de Satán, que debe triunfar contra él por y para Cristo. Por eso instituyó fiestas para conmemorar acontecimientos que prueban la influencia decisiva de la Santísima Virgen en las grandes luchas por el Reino de Dios: la fiesta del santo Rosario, la del santo Nombre de María, la de Nuestra Señora Auxilio de los Cristianos… Expresa y canta su convicción y su alegre agradecimiento en este punto con textos que nunca podrían meditarse lo suficiente: «El Señor ha derramado sobre ti bendiciones, comunicándote su poder: pues por medio de Ti ha aniquilado a nuestros enemigos» [19]. Afirmación aún más fuerte y universal: «¡Tú sola has destruido todas las herejías en el mundo entero!». Fuertísima afirmación, en efecto: Tú, Tú sola, todas las herejías, en el mundo entero… Se diría que la Iglesia teme no expresar su pensamiento con suficiente claridad, ni con bastante fuerza. Es evidente que aquí hay que ver, implícitamente expresada, una ordenación divina. Siempre será así. Cada victoria, individual o colectiva, lograda contra Satán por un pobre pecador o por un santo religioso, por la Iglesia entera o por una u otra nación cristiana, será siempre obra de Ella, después de Cristo y de Dios [20].
¡Y la tempestad vencida, dará lugar a un orden sacral y jerárquico, y altamente perfecto, del Reino de María![21]
Germán Mazuelo-Leytón
[1] MONTFORT, San LUIS Mª GRIGNION DE, Tratado de la Verdadera Devoción.
[2] Cf.: 2 Re 2, 19; 1 Re 2, 19; 1 Re 15, 9-13; Jer 13, 18-20).
[3] Cf.: 1 Re 2, 19-20.
[4] SAN LUCAS 1, 32-33.
[5] SAN LUCAS 1, 44.
[6] MIRAVALLE S.T.D., MARK I., María, Corredentora, Mediadora y Abogada.
[7] Cf.: RAMBLA O.F.M., P. PASCUAL, Tratado popular sobre la Santísima Virgen.
[8] Carta Encíclica Ad Caeli Reginam, 1.
[9] Carta Encíclica Ad illum diem.
[10] MONTFORT, San LUIS Mª GRIGNION DE, Tratado de la Verdadera Devoción, 13; ver 1, 22, 262.
[11] Ibid., nº 13.
[12] Secreto de María, nn. 58-59.
[13] MONTFORT, San LUIS Mª GRIGNION DE, Tratado de la Verdadera Devoción., nº 1.
[14] Ibid., nº 13.
[15] Ibid., ns. 49, 50, 55 y 113.
[16] Ibid., nº 55.
[17] Cf.: APOCALIPSIS 12, 1-18.
[18] MAZUELO-LEYTÓN, GERMÁN, Fátima y «los últimos tiempos», https://adelantelafe.com/fatima-y-los-ultimos-tiempos/
[19] Jud. 13 22.
[20] Cf.: HUPPERTS S.M.M., P. J. Mª, Fundamentos y práctica de la vida mariana.
[21] CORREA DE OLIVEIRA, Prof. PLINIO, Revolución y Contra-revolución, cap. IV