Antiguamente decíamos tener los nervios de punta o sencillamente estar nervioso, para explicar la situación de alguien que tiene especial irritación y por tanto puede reaccionar de forma inadecuada. Hoy dicen los jóvenes estar de los nervios o ponerse de los nervios, lo cual puede que quiera indicar un grado más en la escala del enfado y de la excitación. Oigo a mis novicios que dicen que tal profesor les pone de los nervios y me parece percibir algo así como que no aguantan más. Un punto más de gravedad al puro ponerse nervioso.
Por eso mismo, creo que en Roma no solamente se están poniendo nerviosos, sino que realmente están de los nervios. Vamos, que están que trinan. Llenos de rabia y encolerizados. Hace un mes decía el cardenal Burke que probablemente después de Epifanía –y en caso de que no hubieran obtenido respuesta de Francisco a sus dubia-, tendrían que amonestarle directamente de herejía o de dictar doctrinas contrarias a la Fe. Cosa que no se puede permitir en un Papa, porque dejaría de serlo automáticamente.
Pues bien. No acaba de terminar la Epifanía con el Bautismo del Señor, y ya han iniciado una campaña feroz -bien orquestada y bien planificada-, para que no finalice este serial iniciado con la Amoris Laetitia, antes de que acabe la primera temporada. Como las series famosas de la televisión.
Francisco sigue pegando coces por doquier entre Santa Marta y Santa Marta. Día sí y día también. Indirectas, avisos, alfilerazos y puntadas. Pero sin referirse en directo al acontecimiento que le preocupa y le pone de los nervios. Se trata de advertir a los insumisos, pero desde Arriba.
Y por otra parte, manda a sus perros pachones a ir desmantelando al enemigo antes de que haga su aparición. Lo hemos visto en estos últimos días en los que, a la vez y desde distintos ángulos, unos y otros van en busca de la presa. Unos la muerden directamente. Otros la cogen suavemente entre sus fauces, para llevarla medio muerta al Jefe. Tanto los perros lucharniegos que cazan de noche, como los perros de muestra, que sencillamente indican con su pata el lugar en donde hay que disparar. Tanto los perros perdigueros que olfatean y siguen pistas, como el perro guión, que va delante de la jauría. Todos están bien entrenados, esperan su recompensa y no descansan.
El cardenal Müller dice ahora con toda su cara, que no hay que preocuparse porque en este momento no hay peligro para la fe y que por tanto está lejana una correción al Papa, olvidando lo que dijo hace unos meses en sentido completamente distinto. Con razón que alguien ha indicado que el cardenal ha cerrado sus ojos suponiendo que alguna vez haya pensado lo contrario. Con los embusteros y farsantes siempre existe el mismo problema: no sabemos si mentían la primera vez o si mienten la segunda, aunque sabemos que mienten siempre. Ya escribí hace mucho tiempo mis primeras impresiones sobre este Prefecto de la Fe y veo que no andaba equivocado del todo.
Por otra parte, en estos mismos días, algún que otro diario digital detrás del cual está evidentemente quien yo me sé, deja caer que… Fuentes consultadas por Religión Confidencial que colaboran en algunos dicasterios de la Curia Romana afirman que el Papa Francisco no quiere, de momento, que la Congregación para la Doctrina de la Fe responda a las dudas de los cuatro cardenales. Una de las razones sería la prudencia para evitar un mal mayor dentro a la Iglesia Católica.
O sea, que estas fuentes consultadas (serán del Opus), están muy seguras de las instrucciones de Francisco. Pero es que resulta que los cuatro cardenales no le han preguntado a Müller, sino al propio Francisco. Bastaría con que Francisco dijera sí o no a las dubia, para que se evitara un mal mayor dentro de la Iglesia Católica, que ahora mismo está asombrada al ver que el Sumo Pontífice aprueba que los que viven en adulterio reciban la Sagrada Comunión.
¿Qué es más prudente? ¿Qué Francisco no conteste? ¿Me quieren decir los de Religión Confidencial que se creen la explicación que ellos mismos dan de la carta de Francisco a sus amiguetes argentinos? Admira ver la preocupación por un mal mayor dentro de la Iglesia, en medio de la tormenta que estamos sufriendo.
Esto me recuerda un suceso ocurrido en mi comunidad en los años inmediatos del Concilio, cuando tanto se «mejoraron y renovaron» las Ordenes Religiosas, que la mitad de los frailes y monjas acabaron casados y exclaustrados. Alguien corrió la voz de que el Padre Prior tenía una amiguita. Algunos frailes le preguntaron en directo y no quiso responderles. Luego le preguntaron en la Sala Capitular y tampoco quiso. Se inició una caza contra los que pensaban que el Prior estaba en situación irregular. Los que sospechaban le amenazaron con llevarlo al Maestro General para que diera explicaciones. Bastaba con que dijera sí o no. Era muy sencillo. Pero no contestaba. El Maestro General dijo que no quería preguntarle, para no dividir a la comunidad y evitar un mal mayor. Al poco tiempo, tuvimos la respuesta directa: colgó los hábitos y se salió para malcasarse. Menos mal que solamente habían pasado nueve meses, que podrían haber sido más.
La postura de Francisco está clara, creo yo. No hay más que mirar las instrucciones que ha dado para su Diócesis: aplicación de Amoris Laetitia en toda su plenitud. Pues claro. Y no hay más que leer su carta a los argentinos: esta es la única interpretación. Claro como el cristal. Pero esta claridad, declarada ante los cuatro de la Fama llevaría directamente a problemas graves. Así que hay que echar a los perros a la búsqueda de los que quieren dividir la unidad de la Iglesia.
Este acoso post-epifanía demuestra que están de los nervios. Fray Malaquías dice que no va a suceder nada, porque los perros no van a soltar a sus presas y porque el Mal Pastor tiene controlada toda la jauría. Pero insiste en que esto es cuestión de tiempo, porque de Dios nadie se ríe.
Y mientras tanto, los Obispos Españoles celebrando la Fiesta de la Sagrada Familia con el subsidio litúrgico de la Amoris Laetitia. Estos no son perros pachones ni perdigueros. Son perros falderos, creo yo.
Está claro que la jauría y quien la dirige no quiere que hablen los descontentos. No se les permite hablar. Me ha venido a la mente aquellos famosos versos que escribió Quevedo y que tiene plena actualidad:
No he de callar, por más que con el dedo,
Ya tocando la boca, ya la frente,
Silencio avises o amenaces miedo.
¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?
Fray Gerundio