Para el domingo primero de Cuaresma
Retirándose Cristo al desierto, ayunó cuarenta días, y fue tentado de Satanás con gula y con apetitos de honras y oferta de riquezas, todas las cuales tentaciones venció con su virtud; y habiendo lanzado de su presencia al demonio, se llegaron los ángeles a servirle.
PUNTO PRIMERO. En esta batalla que tuvo Cristo con el demonio y en la victoria que alcanzó de él, tienes mucho que meditar. Lo primero considera como se atrevió el demonio a tentar al Salvador del mundo, porque no te desconsueles sí te hallares tentado, más anímate con su ejemplo a sufrir y guerrear hasta vencer, pidiéndole su favor contra tan astuto enemigo; mira las prevenciones que hizo Cristo para entrar en la batalla, retirándose al desierto, ayunando con tan grande rigor, dándose al silencio, mortificación y oración, que son las armas con que se alcanza la victoria de este enemigo. Considera si las usas tú, mirándolas una por una, y pídelas al Señor, porque sin ellas no podrás ser vencedor.
PUNTO II. Considera que en mostrando Cristo hambre, le acometió Satanás con la tentación de gula, como el capitán que bate la fortaleza por la parte que ve flaquear el muro; y mostrando tú hambre de los bienes temporales y flaqueza en la virtud, te acometerá Satanás. Mete la mano en tu pecho y mira si flaquea de alguna parte, y pídele al Señor que te fortalezca para que no seas vencido. Advierte cómo guerrea el demonio con Cristo, tentándole como al primer Adán con la gula; y cómo Cristo le vence con la confianza en Dios, que empeñó su palabra de no desamparar a los suyos en las necesidades; confía en su bondad que no te dejara en las tuyas; refrena la gula si quieres vencer a tu enemigo.
PUNTO III. Considera cómo llevó el demonio a Cristo al pináculo del templo y allí le persuadió que se arrojase al suelo., confiando en la providencia-divina con vana presunción de que enviaría a sus ángeles para que le llevasen en palmas para que no se hiciese mal. Aprende las astucias del demonio y no te dejes engañar de sus lazos, huye como Cristo de la vanagloria y presunción con verdadera humildad si quieres salir vencedor.
PUNTO IV. Considera cómo desde el templo llevó el demonio a Cristo a un monte levantado y le ofreció porque le adorase todas las honras y riquezas del mundo, las cuales despreció el Salvador, y venciendo al demonio llegaron los ángeles a coronarle como vencedor. Contempla aquí la oportunidad del demonio en tentar a Cristo, pues vencido dos veces no desistió de su intento y le acometió la tercera con mayor furia, porque estés sobre aviso de que nunca se da por vencido, y que siempre debes estar pronto para resistirle. Considera otro sí cuan fuerte arma es la codicia de los bienes temporales, pues confía en ellos el demonio de poderle vencer no habiendo podido con las otras tentaciones, y guarda tu corazón libre de su afición porque no caigas en sus lazos; mira como las despreció Cristo todas con tan grande valor, y llora tu flaqueza y tu malicia que tantas veces has hincado la rodilla al demonio por intereses humanos de ninguna estimación. Mira cómo huyó el demonio corrido, porque huye de quien le vence: resístele con valor y huira de ti; últimamente llégate con los ángeles y da el parabién a Cristo de la victoria: gózate de ver a tu capitán coronado, alégrate de su dicha y aprende a vencer si quieres alcanzar la corona que el Salvador alcanzó.
Para el mismo día
De las circunstancias que intervinieron en la cena del Cordero.
PUNTO PRIMERO. Considera que, como dice San Buenaventura, la Santísima Virgen con santa María Magdalena y otras piadosas mujeres siguieron al Salvador y subieron de Betania a Jerusalén, y se hallaron en la misma casa y celebraron la Pascua en su compañía, aunque en diferentes mesas, según la costumbre de los hebreos; las cuales prepararían todo lo que se había de poner en la mesa. Contempla el amor que tenían a Cristo que no les permitía apartarse un punto de su lado, llora el poco que tú tienes, pues tan fácilmente le pierdes de vista y dejas su santa compañía. Mira a la Reina del cielo ocupada con aquellas santas mujeres en los oficios domésticos, y el afecto y devoción con que servían a Cristo y a sus apóstoles, y aprende el que debes tener en todas las cosas que tocaran a su Servicio.
PUNTO II. Considera que, como dice San Justino, acostumbraban asar el cordero en forma de cruz atravesado en un hierro por los hombros para sazonarle mejor; y contempla el dolor que atravesaría el corazón de la Santísima Virgen, mirando en aquel espejo a su preciosísimo Hijo atravesado en la cruz que tan pronto le esperaba; si bien disimularía su dolor por no contristar aquellas Santas mujeres. Entra en aquel Cenáculo, y consuela como pudieres a la Sacratísima Virgen, compadécete de su dolor, mírate en aquel espejo y ofrécete a su servicio.
PUNTO III. Considera lo que dice Simón Metafraste, que Cristo envió desde la mesa un plato de aquel cordero a su Santísima Madre y a las devotas mujeres para que celebrasen la pascua con él; mira con la devoción que recibiría este presente, y cómo le partiría con aquella santa compañía y las gracias que retornaría a su Santísimo Hijo; y llégate a aquella mesa, ponte en la presencia de la piadosísima Virgen como los hijos en la de su madre, para que te dé en boca o de su mano; pídele con el corazón y con los ojos, más que con las palabras, confiando firmísimamente en su inmensa piedad que la usara contigo, y mira el agradecimiento que le debes en retorno de esta merced.
PUNTO IV. Considera lo que mandaba la ley, que no quebrasen los huesos del cordero, sino que los fuesen pasando todos uno a uno; en que nos enseña, que debemos meditar, como. Enseñó San Buenaventura, todos los misterios de Cristo y de su Sagrada Pasión sin dejar alguno: establece en tu alma esta devoción y propone en su presencia considerarlos y rumiarlos todos, compadeciéndote del Señor, acompañándole en sus estaciones y regando con lágrimas los caminos que regare con su sangre.
Padre Alonso de Andrade, SJ