Oración de San Pedro Canisio contra los herejes y los cismáticos

A lo largo del siglo XIX surgió en Inglaterra el movimiento ecuménico, que conocería un gran éxito en el siglo XX.

Los ecumenistas sostenían la teoría de que había una sola Iglesia, algo así como un árbol del que la Iglesia Católica, la protestante y la cismática Ortodoxa no eran sino ramas. Ramas vivas y no secas, porque estaban irrigadas por una misma savia espiritual. Esa teoría fue condenada por León XIII en la encíclica Satis cognitum (1896) sobre la existencia de una única y perpetua Iglesia Católica, y más tarde también por Pío XI con Mortalium animos (1928), la cual, contra toda forma de pancristianismo, corroboraba que sólo hay una Iglesia de Cristo, fuera de la cual no hay salvación.

Esta verdad merece ser recordada en unos momentos en los que presenciamos cómo se difunden, también en el ámbito de la Tradición, numerosos juicios benévolos para con la iglesia ortodoxa de Rusia, que no es sólo cismática sino herética, porque niega dogmas como el primado del Romano Pontífice, el Filioque del Credo y la Inmaculada Concepción.

Ante esta apostasía que avanza, y en algunos casos se consuma trágicamente, me gustaría responder hoy recordando una hermosa oración que escribió San Pedro Canisio (1521-1597), apologista y misionero jesuita y gran apóstol de la Contrarreforma católica.

Esta es la oración:

Ante Vos, Padre y Señor del Cielo y de la Tierra, Creador y Redentor mío, fuerza y salvación mía que desde mis más tiernos años no habéis dejado de nutrirme con el pan sagrado de vuestra Palabra y de conformar mi corazón, hago profesión de mi fe. Para que no anduviese errante con los ovejas descarriadas que no tienen Pastor, me recogisteis en el seno de vuestra Iglesia. Una vez en el redil, me educaste; y una vez educado, me conservaste, instruyéndome por la voz de los Pastores a través de los cuales quisiste ser escuchado y obedecido,   come di persona,  por vuestros fieles como si estuviéramos en vuestra presencia misma. Para mi salvación, confieso en voz alta todo lo que los católicos con razón han creído siempre en sus corazones.

Aborrezco a Lutero, detesto a Calvino, maldigo a todos los herejes; no quiero tener nada en común con ellos, porque no hablan ni escuchan rectamente, y no poseen la única regla de la verdadera fe propuesta por la Iglesia, una, santa, católica, apostólica y romana. Me uno en comunión con Ella, abrazo la fe, sigo la religión y apruebo la doctrina de los que escuchan y siguen a Cristo, no sólo cuanto se enseña en las Escrituras, sino incluso en los Concilios Ecuménicos y lo que se define por boca de la Cátedra de Pedro, testificándola con la autoridad de los Padres. También me declaro hijo de la Iglesia Romana, a la que los impíos y blasfemos persiguen, desprecian y abominan como si fuera anticristiana; no me alejo en ningún punto de su autoridad, ni me niego a dar la vida y derramar mi sangre en su defensa. Creo que la salvación por los méritos de Cristo sólo podemos alcanzarla en unidad de esta misma Iglesia.

Con San Jerónimo, declaro francamente permanecer unido con todos los que están unidos a la Cátedra de Pedro, con San Ambrosio, prometo seguir en todo a la Iglesia Romana a la que reconozco respetuosamente, con San Cipriano, como la raíz y madre de la Iglesia universal. Me baso en esta fe en la doctrina que aprendí de niño, que de joven confirmé, que como me la enseñaron los adultos he enseñado y que, hasta ahora, con mis débiles fuerzas defendí. Para hacer esta profesión no me mueve otra razón que la gloria y el honor de Dios, la conciencia de la verdad, la autoridad canónica de la Santa Escritura, el consenso de los Padres de la Iglesia, el testimonio de fe que debo dar a mis hermanos y, finalmente, la salvación eterna en el Cielo y la felicidad prometida a los verdaderos creyentes.

Si se da el caso de que debido a mi fe soy despreciado, maltratado y perseguido, lo consideraré una extraordinaria gracia y favor, porque significará que Vos, mi Dios, me concedéis la oportunidad de sufrir por la justicia y no queréis que me sean benévolos aquellos que, como enemigos declarados de la Iglesia y de la verdad católica, no pueden ser vuestros amigos. Sin embargo, perdonadlos, Señor, porque instigados por el diablo, y cegados por el brillo de una doctrina falsa, no saben o no quieren saber lo que hacen.

Concededme esta gracia, tanto en la vida y como en la muerte, y que siempre sea testigo fidedigno de la sinceridad y fidelidad que os debo a Vos, a la Iglesia y a la verdad, que no me aleje de vuestro santo amor y que permanezca en comunión con aquellos que temen y guardan vuestros preceptos en la Santa Iglesia Romana, a cuyo juicio me someto yo y todas mis obras, con ánimo pronto y respetuoso. Que todos los santos, triunfantes en el cielo o militantes en la tierra, unidos indisolublemente en el vínculo de la paz con la Iglesia Católica exaltando vuestra inmensa bondad, rueguen por mí. A Vos, que sois el principio y fin de todos mis bienes, sea todo honor y gloria por los siglos de los siglos.

(Traducido por Bruno de la Inmaculada)

Roberto de Mattei
Roberto de Matteihttp://www.robertodemattei.it/
Roberto de Mattei enseña Historia Moderna e Historia del Cristianismo en la Universidad Europea de Roma, en la que dirige el área de Ciencias Históricas. Es Presidente de la “Fondazione Lepanto” (http://www.fondazionelepanto.org/); miembro de los Consejos Directivos del “Instituto Histórico Italiano para la Edad Moderna y Contemporánea” y de la “Sociedad Geográfica Italiana”. De 2003 a 2011 ha ocupado el cargo de vice-Presidente del “Consejo Nacional de Investigaciones” italiano, con delega para las áreas de Ciencias Humanas. Entre 2002 y 2006 fue Consejero para los asuntos internacionales del Gobierno de Italia. Y, entre 2005 y 2011, fue también miembro del “Board of Guarantees della Italian Academy” de la Columbia University de Nueva York. Dirige las revistas “Radici Cristiane” (http://www.radicicristiane.it/) y “Nova Historia”, y la Agencia de Información “Corrispondenza Romana” (http://www.corrispondenzaromana.it/). Es autor de muchas obras traducidas a varios idiomas, entre las que recordamos las últimas:La dittatura del relativismo traducido al portugués, polaco y francés), La Turchia in Europa. Beneficio o catastrofe? (traducido al inglés, alemán y polaco), Il Concilio Vaticano II. Una storia mai scritta (traducido al alemán, portugués y próximamente también al español) y Apologia della tradizione.

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