En el mundo hay escándalos de sobra, y Jesús dice: «¡Ay del mundo por los escándalos!» (Mt 18, 6-7). Según la moral católica, escándalo es la actitud o el comportamiento que induce al pecado o la ruina espiritual del prójimo (CIC 2284).
No basta con abstenerse de hacer lo que de por sí es pecado. Hay que evitar también lo que aun sin ser pecado pone a otros en peligro de pecar; y esto, como enseña el Diccionario de teología moral de los cardenales Roberti y Palazzini, se aplica de modo particular cuando se ejerce un cargo elevado en el mundo (o en la Iglesia) (Editrice Studium, Roma 1968, p. 1479).
Las formas más graves de escándalo hoy en día son la publicidad, las modas, la apología de la inmoralidad y de las perversiones por parte de los medios de difusión y las leyes que aprueban la desobediencia a los mandamientos de Dios, como por ejemplo las que han introducido el aborto y las parejas de hecho, sean homo o heterosexuales.
La Iglesia siempre ha considerado escándalo el matrimonio civil de los divorciados vueltos a casar. Juan Pablo II, en Familiaris consortio, identifica el escándalo como una de las razones por las que los divorciados vueltos a casar no pueden recibir la Sagrada Comunión. De hecho, «si se admitieran estas personas a la Eucaristía, los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio» (nº 84). El canon 915 del Código de Derecho Canónico dice: «No deben ser admitidos a la sagrada comunión los excomulgados y los que están entredicho después de la imposición o declaración de la pena, y los que obstinadamente persistan en un manifiesto pecado grave».
Una declaración del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos ha recalcado la prohibición expresada en el mencionado canon, en contra de cuantos pretenden que semejante norma no se aplique en el caso de los divorciados vueltos a casar. La declaración afirma: «En el caso concreto de la admisión a la Sagrada Comunión de los fieles divorciados que se han vuelto a casar, el escándalo, entendido como acción que mueve a los otros hacia el mal, atañe a un tiempo al sacramento de la Eucaristía y a la indisolubilidad del matrimonio. Tal escándalo sigue existiendo aun cuando ese comportamiento, desgraciadamente, ya no causa sorpresa: más aún, precisamente es ante la deformación de las conciencias cuando resulta más necesaria la acción de los pastores, tan paciente como firme, en custodia de la santidad de los sacramentos, en defensa de la moralidad cristiana y para la recta formación de los fieles» (Pontificio Consejo para los Textos Legislativos, Declaración sobre la admisibilidad a la Sagrada Comunión de los divorciados que se han vuelto a casar, 24-06-2000).
Tras la promulgación de la exhortación postsinodal Amoris laetitia, lo que para el Magisterio de la Iglesia siempre ha significado un escándalo, se considera un comportamiento aceptable que debe acompañarse de comprensión y misericordia. Monseñor Pietro Maria Fragnelli, obispo de Trapani y presidente de la Comisión para la Familia, los Jóvenes y la Vida de la Conferencia Episcopal Italiana, en una entrevista concedida a la agencia episcopal SIR el pasado 10 de abril y dedicada al documento del papa Francisco, afirmó que «está aumentando la acogida de la exhortación apostólica en las diócesis, en el sentido de que cada vez se intenta más penetrar en el espíritu profundo de Amoris laetitia, que pide una mentalidad nueva ante el amor, con respecto a la familia y a la vida de familia».
Para trasformar la mentalidad del mundo católico, la Conferencia Episcopal Italiana está empeñada en una labor constante de promoción de encuentros, seminarios, cursillos para novios y para matrimonios en crisis y, ante todo, como señala la agencia de los obispos, con miras a «un cambio de estilo a fin de sintonizar la pastoral familiar con el modelo bergogliano». Según monseñor Fragnelli, «puede afirmarse sin duda que está en marcha un cambio de mentalidad tanto por parte del episcopado como de nuestras diócesis en el sentido de algo que sin embargo todavía está pendiente de hacerse, vivir y buscar juntos. Podría decirse que es una obra en marcha».
La «obra en marcha» consiste en que, hasta hace pocos años, el Pontificio Consejo para los Textos Legislativos utilizaba la expresión “deformación de las conciencias”, es decir, asumir una mentalidad que en la práctica niega la santidad de los sacramentos y la moral cristiana.
El pasado 25 de febrero, durante un curso de formación para párrocos, el papa Bergoglio los exhortó con las siguientes palabras: «A haceros cercanos, con el estilo propio del Evangelio, en el encuentro y en la acogida, de esos jóvenes que prefieren vivir juntos sin casarse. Estos, en el plano espiritual y moral, están entre los pobres y los pequeños, hacia los cuales la Iglesia, tras las huellas de su Maestro y Señor, quiere ser madre que no abandona sino que se acerca y cuida».
Según la agencia SIR, los convivientes –con hijos o sin ellos– son ya el 80% de las parejas que han participado en cursillos prematrimoniales en 2016. A dichos convivientes nadie les recuerda que viven en una situación de pecado grave. La sola expresión relación irregular está prohibida. El pasado 14 de enero l’Osservatore Romano publicó las orientaciones pastorales de dos obispos malteses, Charles Scicluna (arzobispo de Malta y ex fiscal de justicia de la Congregación para la Doctrina de la Fe) y Mario Grech (prelado de Gozo). «En el discernimiento -sostienen– tenemos que evaluar la responsabilidad moral en los casos particulares, considerando los condicionamientos y las circunstancias atenuantes». Debido a esos «condicionamientos y circunstancias, el Papa enseña que ya no es posible afirmar que todos los que encuentran en una situación supuestamente irregular viven en pecado mortal, privados de la gracia santificante».
La consecuencia es que «como conclusión del proceso de discernimiento, llevado a cabo con humildad, discreción, amor a la Iglesia y a sus enseñanzas, en la búsqueda sincera de la voluntad de Dios y el deseo de encontrar una respuesta más perfecta a la misma, una persona separada o divorciada que vive una nueva unión llega –con una conciencia formada e iluminada– a reconocer y creer que está en paz con Dios, y no se le podrá impedir acercarse a los sacramentos de la reconciliación y la eucaristía».
Un año después de la promulgación de Amoris laetitia, el modelo bergogliano que se impone es el acceso de los divorciados que se han vuelto a casar a todos los sacramentos. La convivencia ya no supone escándalo. Por el contrario, para el papa Francisco, el mayor escándalo de nuestro tiempo es la desigualdad económica y social.
En una carta dirigida el domingo de Pascua al obispo de Asís-Nocera Umbra, monseñor Domenico Sorrentino, el papa Bergoglio dijo que los pobres son «testimonio de la escandalosa realidad de un mundo aún muy marcado por la brecha entre la inmensa cantidad de indigentes, con frecuencia faltos de lo más imprescindible, y la minúscula porción de pudientes que detentan la mayor parte de las riquezas y pretenden regir los destinos de la humanidad. Desgraciadamente, a dos mil años del anuncio del Evangelio y después de ocho siglos del testimonio de San Francisco, asistimos a un fenómeno de iniquidad a nivel mundial y de economía que mata»
La oposición moral entre el bien y el mal es sustituida por la sociológica entre riqueza y pobreza. La desigualdad social es un mal peor que el asesinato de millones de niños por nacer y del mar de impureza que anega a Occidente. Cómo no estar de acuerdo con cuanto ha escrito el cardenal Gerhard L. Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en el libro-entrevista Informe sobre la esperanza: «El mayor escándalo que puede dar la Iglesia no es que en ella haya pecadores, sino que deje de llamar por su nombre a la diferencia entre el bien y el mal y que relativice esta, que deje de explicar lo que es pecado o que pretenda justificarlo por una supuestamente mayor cercanía y misericordia hacia el pecador».
Roberto de Mattei
(Traducido por J.E.F)