San Alfonso María de Ligorio explica en uno de sus ejemplos basados en la tradición piadosa popular que en tiempos medievales había un soldado que se consideraba devoto de María y a veces le rezaba con emoción pero vivía normalmente en pecado por su afición a la lujuria y no quería salir de esa vida creyendo que no era incompatible con su devoción a María. Estando en la guerra y pasando una gran hambre, el soldado rezó a la Virgen pidiendo ayuda e incluso se quejó de que Ella no escuchaba sus oraciones.
Una noche soñó que tenía ante él una bandeja grande y en ella había espléndidos manjares. Se abalanzó sobre ellos pero al hacerlo de repente vió que en la bandeja rodeando a los alimentos había un gran número de excrementos repulsivos. Oyó una dulce voz femenina que le animaba a comer pero él contestó que no podía ante el asco que sentía ante aquellos excrementos que casi tocaban la comida.
El tono de la voz femenina se hizo más severo y dijo: ”Pues lo mismo me pasa a mí con tus oraciones. ¿Como quieres que las escuche si por muy bellas que sean me las presentas rodeadas de tus repulsivos pecados de impureza?”. El soldado al despertar comprendió que había sido la voz de la Santísima Virgen y entendió la lección. A partir de ese día se propuso cambiar de vida y lo hizo con la ayuda de la Virgen.
San Luis María de Montfort, otro gran santo mariano nos habla también en su importante obra “Tratado de la Verdadera Devoción a María” de estos malos devotos de María: son aquellos que rezan a María a veces con emoción y se consideran devotos suyos pero no se esfuerzan por salir de una vida de pecado. O los que se acuerdan de María solo cuando tienen un grave problema personal o familiar de dinero o salud y rezan muy devotos entonces pero cuando se arregla el problema se olvidan de María y abandonan la devoción. O los que empiezan la devoción pero la dejan al poco tiempo, cuando dejan de experimentar consuelos sensibles. O aquellos que proclaman públicamente ser muy devotos de María pero son causa de escándalo para los demás por su notoria vida de pecado o por su adhesión pública a ideas o doctrinas condenadas por la Iglesia.
María nos lleva a Nuestro Señor y es Madre misericordiosa de los pecadores pero se entiende, de aquellos que tengan recta intención y quieran sinceramente enmendarse acudiendo al sacramento de la Confesión. Si es así, aunque tengamos muchas recaídas, cada día nos amará más de lo que ya nos ama habitualmente que ya es un amor inmenso y nos irá guiando hacia la santidad. Pero es necesario que seamos constantes en el esfuerzo y tener detalles de amor hacia Ella, como por ejemplo el rezo del Rosario, acordarnos de Ella habitualmente y ofrecerle cada día todas nuestras obras y pensamientos, tal como recomienda San Luis María.
Porque a sus devotos malos María los aplastará bajo sus pies como al demonio, tal y como nos advierte también San Luis María.
Rafael Molina Sánchez