Papa Francisco, cuando dijiste sí tras tu elección en el Consistorio para la elección del sucesor de Pedro, tras la renuncia del Papa Benedicto XVI, nadie te impuso las manos, como ocurre cuando el Obispo impone las manos al diacono para ordenarle presbítero, o al sacerdote para elevarle al episcopado. A ti bastó solamente el sí para ser Papa, porque el propio Jesucristo fue quien místicamente te las impuso, y al imponértelas te preguntó como a San Pedro:
Francisco, ¿me amas? Apacienta mis ovejas. Desde ahora serás la piedra donde sigo construyendo Mi Iglesia. Porque YO, Francisco, sigo construyendo MI IGLESIA.
Papa Francisco, has sido elevado al Papado, has sido introducido en el misterio del Papado para que profundices en él y comprendas la grandísima responsabilidad que ha recaído sobre ti. Te llamas Francisco, que quiere decir Pedro, porque eres UNO con él y con todos sus legítimos sucesores, y también UNO con el Papado del Cielo. Ya no tienes más opinión, ni parecer que el de Pedro, y sus sucesores en unión con el Príncipe de los Apóstoles.
Jesucristo, Sumo y Eternos Sacerdote, te ha encargado la grave responsabilidad de confirmar en la fe católica, la única verdadera, a quienes por debilidad no la anuncien completamente, o bien se aparten de ella. Tú, Papa Francisco eres la piedra desde donde Nuestro Señor sigue edificando su Iglesia, porque la sigue edificando. Jesucristo es quien construye su Iglesia, sólo Él. Tú, Papa Francisco, eres su Vicario en la tierra, por ello sólo puedes hablar de tal forma que quien te escuche oiga al mismo Jesucristo, a la cabeza de la Santa Iglesia.
No tienes voz propia, la perdiste cuando dijiste sí a tu elección. Eres la voz de Nuestro Señor, de su enseñanza, de su verdad, de su magisterio, en definitiva, eres la voz de la verdad de la Iglesia católica, apostólica y romana. Eres el custodio del depósito de la fe. Esa es tu sagrada obligación, Papa Francisco. No tienes más interés que el de la Iglesia, no tienes más afán que mantener la fe católica libre de toda contaminación, no tienes más empeño que el de confirmar en la fe a las ovejas que el Señor te ha encomendado.
Nadie te ha dado la autoridad para imponer tus ideas, tus criterios, tus pareceres, tus gustos, tus deseos personales. No has sido elevado a la Silla de Pedro para que todos te conozcan como a Francisco, distinto de Pedro. No, Papa Francisco, sois UNO los dos.
No tienes autoridad para desviarte de la fe católica, no la tienes, nadie te la ha dado. Nadie te ha dado la autoridad para ir contra la Ley de Dios, es una verdadera abominación, Papa Francisco. Es un acto de soberbia tu vía caritatis, porque es tuya, y no nos interesa a los fieles católicos, fieles al Papado. No tienes autoridad para abrir la discusión sobre la ordenación de mujeres al diaconado. No la tienes. No tienes la autoridad para abrir la discusión del celibato opcional. No la tienes.
No te arrogues una autoridad que no se te ha dado. No busques el aplauso del mundo, de los que odian a Cristo y a su Iglesia; también de los que odian, dentro de la Iglesia, la verdad de la tradición. Papa Francisco, coge tu cruz y sigue al Señor. Defiende la verdad de la fe católica.
Los fieles católicos, fieles al Papado, queremos oír la voz de Cristo en ti, la voz del magisterio auténtico de la Iglesia, la voz de quien defiende el depósito de la fe. Si no oímos esta voz no podremos reconocerte, y por tanto seguirte. Queremos oír la voz de Pedro en ti, Papa Francisco. De lo contrario nos encontraremos como ovejas sin Pastor, implorando al Cielo un Pastor que nos guíe por la senda de la verdad del magisterio de la Iglesia Católica.
Papa Francisco, preferimos estar sin Pastor a seguirte hacia el precipicio del abismo a donde nos llevas.
Papa Francisco, sé Pedro, y no tú. No ofendas más al Papado. Es un grito de angustia. Si no lo escuchas, seguiremos fieles al Papado, aun cuando tú te hayas separado de él.
Un Sacerdote