Inicio SAN MIGUEL ARCÁNGEL Ser agradecidos

Ser agradecidos

Ser agradecidos

En realidad muchas veces vivimos como miserables teniendo muchas riquezas. No sabemos valorar lo que Dios nos ha regalado en el paisaje, en la familia, en los amigos, y en nuestro propio cuerpo. Vivimos echando de menos lo que no tenemos, más que valorando y agradeciendo lo que poseemos.

“Un hombre descontento con su suerte, exclamaba:

— ¡Dios manda riqueza a los demás, y a mí no me da nada! ¿Cómo puedo vivir así?

Un anciano oyó sus palabras y le dijo:

— ¿Eres tú tan pobre como crees? ¿No recibiste de Dios la juventud y la salud?

— No digo que no, fue su respuesta. Y puedo estar orgulloso de mi fuerza y de mi juventud.

El viejo tomó entonces la mano derecha de aquél hombre y le preguntó:

— ¿Te dejarías cortar esta mano por un millón de pesos?

— ¡No! Indudablemente que no.

— ¿Y la izquierda?

— Tampoco.

— ¿Aceptarías quedar ciego por diez millones de pesos?

— ¡Dios me libre de ellos! No daría ni uno solo de mis ojos por todo el dinero del mundo.

— Ya ves, agregó el anciano, cuánta riqueza te ha dado Dios. ¡Y sin embargo te quejas!

Este relato tan simple nos enseña tanto. Parece tan obvio que nuestros ojos contemplen los paisajes. Parece tan obvio que nuestros oídos puedan escuchar la música. Parece tan obvio que nuestros pies nos encaminen hacia donde nosotros deseamos. Parece tan obvio que nuestros labios puedan modular las palabras. Parece tan obvio rodearse de familiares y de amigos y reír y jugar con ellos… ¡Sí! Parece todo muy obvio. Hasta el día en que una desgracia nos aqueja.

Debemos reconocerlo sin ambigüedad: no sabemos vivir agradecidos de lo que Dios nos ha regalado con enorme generosidad y cariño. No sabemos gozar lo que hemos recibido. Una cierta cultura de la queja, del desgano, de la tristeza y del lamento, nos hace vivir pensando en lo que no tenemos y en lo que nos hace falta, más que en alegrarnos y emocionarnos por lo que se nos ha dado.

No se trata sólo de ponerle preció a una mano, a los ojos, a los pulmones o al corazón. Se trata más bien de tener la sabiduría de vivir con optimismo y con realismo. La vida es siempre breve para amarse y para amar. Tener los ojos lánguidos por los bienes materiales, por los éxitos económicos o por los triunfos deportivos académicos, nos hace desaprovechar lo que sencillamente nos rodea, a quienes con silencio y humildad nos aman, y lo que nosotros mismo somos o tenemos.

La vida es tan breve para el amor.

Miguel Ortega Riquelme

Fuente. Familia Cristiana.