Para María Concepción Fragueiro de Olivera
Sólo quedamos dos, Minaya, hermano;
Álvar Fañez tu nombre y yo Rodrigo.
Tanto teme a tu ardor el enemigo
como de mí la justiciera mano.
Duro ha sido el galope y el destierro
del Valle de Orbaneja hasta Zamora,
hubo un tajo en tu adarga cada hora
y una sangre en el filo de tu fierro.
Ninguna queja tengo:días, noches,
te has jugado la vida a cara o ceca;
tu corcel secundó al impar Babieca,
si quisieras volver, no habrá reproches.
Vuelve al León natal que vio tu infancia,
con tu esposa Maior, tus tres retoños,
un hogar solariego y la fragancia
para gozar la paz y la abundancia
esperando el añil de los otoños.
Yo seguiré empuñando la Tizona,
eterno enamorado de Jimena,
vasallo fiel del Rey y la Corona.
En vida o muerte el Sol no me abandona,
me dirán Campeador en cada almena.
Aguarda, hermano Fañez, no hay urgencia…
Si acaso resultara una violencia
despedirte al salir de la muralla
y olvidar la razón de tu vehemencia.
A mi me encontrarás siempre en batalla.