Una buena parte de la entrevista concedida en Roma por el cardenal Gerhard Ludwig Müller a la periodista Nicole Winfield, de Associated Press, se centró en la fundamental cuestión de la Misa Tradicional. Y digo fundamental porque Francisco decidió crear la controversia al fomentar la división en un problema que Benedicto ya había zanjado con la pacífica conformidad de todos. Francamente, si Francisco no la hubiera tocado nadie hablaría del asunto.
Veamos algunas de las cosas más importantes que dijo:
Entraron al Cónclave la semana pasada ampliamente superados en número y dolidos porque durante doce años Francisco los había tenido marginados. A pesar de ello, conservadores y tradicionalistas contemplan con cauteloso optimismo la histórica elección de León XIV, con la esperanza de que restablezca el rigor doctrinal del papado, en tanto que los progresistas tienen la impresión de que seguirá llevando adelante el programa reformista de Francisco.
Monseñor Gerhard Müller, titán del bloque conservador, declaró el lunes pasado que se alegraba mucho de la elección y espera que León remedie las divisiones que se intensificaron durante el reinado de Francisco. Müller, que fue destituido por Francisco de su puesto de máximo responsable vaticano de la doctrina, propone que como primera medida León restablezca el acceso a la Misa de siempre, a la que su predecesor había puesto grandes trabas.
«Tengo el convencimiento de que superará esas superfluas tensiones que tan dañinas han resultado para la Iglesia», afirmó el purpurado alemán en una entrevista a la agencia AP. «No se pueden evitar todos los conflictos, pero sí hay que evitar los que no son necesarios, los superfluos».
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«Yo diría que ha causado muy buena impresión a todo el mundo, y al final ha habido mucha concordia, mucha armonía», declaró. «No hubo polémica ni partidismos».
En la entrevista, que tuvo lugar en la biblioteca de su apartamento, a pasos de la Basílica de San Pedro, Müller afirmó que las severas medidas de Francisco contra los tradicionalistas y la Misa de siempre dieron lugar a unas divisiones innecesarias, y León sabe que tiene que remediarlas.
Benedicto XVI había atenuado las restricciones a la Misa Tradicional, que se había celebrado durante siglos antes de las reformas modernizantes posteriores al Concilio en los años sesenta, permitiendo que la liturgia pudiera celebrarse en lengua vernácula. Francisco invirtió el legado litúrgico característico de Benedicto, afirmando que la difusión de la Misa en latín había suscitado divisiones en las diócesis. Pero las rigurosas restricciones de Francisco no consiguieron otra cosa que galvanizar a sus adversarios conservadores.
«No se puede condenar tajantemente ni prohibir lo que es un legítimo derecho y una forma lícita de la liturgia latina», acotó Müller. «Dado su carácter, creo que es capaz de hablar con la gente y encontrar una solución que venga bien a todos».
[Fuente]
(Artículo original. Traducido por Bruno de la Inmaculada)