Cómo transformar una no-noticia en un caso mediático
Desde hace unos días, tras la publicación de un vídeo en la web del “Corriere della Sera”, ha estallado el caso de las Monjas Franciscanas de la Inmaculada y de su fundador, Padre Stefano Maria Manelli. El caso ha llegado también a la televisión nacional italiana, conquistando algo de espacio en los programas de entretenimiento. Para desenmascarar las imposturas disfrazadas de periodismo, es preciso analizar, a la luz de la razón y con el corazón en la mano, los interesantes expedientes mediáticos puestos en acto para transformar una no-noticia en un caso mediático, impactante y muy útil, en este momento, para influir en los jueces del juzgado de Avellino llamados a pronunciarse sobre una cuestión patrimonial que estimula los apetitos de muchos.
1. La periodista Amalia de Simone, especializada en investigaciones sobre la criminalidad organizada, es la primera que se inventa una bonita novelucha, a mitad entre novela gótico-medieval a lo Walpole y novela erótica a lo marqués de Sade. Para ello, la periodista “anticamorra” recurre a todos los ingredientes: estafas financieras, violencias, sexo, prostitución, un padre-padrón con ínfulas místicas y prácticas penitenciales “medievales” en el convento.
Desde el principio, está claro que el trabajo de la periodista es sucio. Un bonito expediente el de tapar la cara y alterar la voz de la presunta ex-monja, como si fuera una entrevista a un “arrepentido” de la mafia o en peligro de vida, creando así inmediatamente el suspenso adecuado y una atmósfera tenebrista: si se debe proteger a la entrevistada de esta manera —pensaremos todos— ¡tiene que tratarse de una cosa muy seria! Lástima que la superficialidad de la de Simone no le permita comprender que de nada sirven estas precauciones si luego, pocos minutos después, se enseña claramente la firma con el nombre religioso de la entrevistada, cosa que permite su identificación a cualquiera que la haya conocido de monja.
Pero, al final, llega la supuesta prueba clave: una carta escrita con la propia sangre, una especie de pacto de obediencia ilimitada al fundador —dice la ex-monja Franciscana de la Inmaculada— el cual, no de casualidad, la ha también firmado a pié de página. Una prueba aplastante, ¿no es cierto? La de Simone no tiene dudas: “Veintidós años [han pasado] desde aquella noche en la que algunas monjas juraron obediencia en una capilla con un rito parecido a la “pungiuta” [pinchacito], usada por la mafia calabresa para afiliar a los miembros al clan”. Y allí la tenemos, la mafia calabresa, y la periodista de Simone es una experta en cuestiones mafiosas… ¡justo la persona idónea para abordar casos relacionados con la vida religiosa! Lástima que la periodista estropee su montaje, pues enseña claramente el trozo de papel y, sin ninguna duda, no se trata de una afiliación a la mafia ni de un especial acto de obediencia ilimitada a Padre Manelli, sino del simple acto de profesión religiosa de la monja, según las normas de las Constituciones de las Monjas Franciscanas de la Inmaculada. Y ese rito ocurrido en una capilla hace veintidós años no fue ningún extraño ritual gótico-orgiástico, como deja entender la de Simone, sino la profesión religiosa de algunas monjas Franciscanas de la Inmaculada, de las primeras del naciente Instituto. Entre esas monjas que hace veintidós años prometieron su vida y su virginidad a Nuestro Señor, estaba la Hermana M. L. que, en esa época, quizá por un exceso de barroquismo y arrastrada más por el sentimiento que por una sólida voluntad, prefirió escribir su carta con la propia sangre, dándose un pequeño pinchazo con un alfiler, pinchazo que ahora enseña al público como signo de las prácticas penitenciales extremas a la que estaba obligada. Unas pocas gotas de sangre salidas de un agujerito abierto libremente en un dedo con un alfiler: ¡qué inaudita violencia! ¡Qué horror! ¡Qué práctica medieval! ¡Menos mal que nunca ha donado sangre, porque habría denunciado a la AVIS [Asociación Voluntarios Italianos Sangre] ante la “Corte de derechos humanos” por hacerle sacado medio litro de sangre con una aguja mucho más grande! Sin embargo nuestra ex-monja enseña, como prueba aplastante, aquel microscópico signo en el dedo, por lo que la de Simone, evidentemente horrorizada, no puede más que comentar, con una frase lacrimógena: “Las manchas de sangre son tan intensas que las frases que trazamos parecen heridas aún abiertas”. ¡No nos queda más que conmovernos leyendo palabras tan intensas! Sin embargo, tal vez la de Simone no se haya dado cuenta de que se encuentra ante algo mucho más grande, ¡algo que no habría debido pasar desapercibido a una periodista investigativa como ella, a una que tiene olfato periodístico y que no se deja escapar un verdadero scoop! Un verdadero y auténtico milagro está bajo la mirada de la de Simone. ¡Una pequeña herida de alfiler, hecha hace veintidós años, es aún visible en el dedo!
Para cargar la mano, he allí que llega el segundo testimonio: una ex-monja sudamericana, después de haberse libremente impreso en su corazón una marca con el nombre de Jesús, ¡se queja de que su escote de soltera haya sido irremediablemente estropeado! ¡Qué Padre Stefano pague este crimen contra la humanidad!…
2. Después de la novela gótica, al día siguiente se pasa a la “sceneggiata” [una especie de melodrama popular] napolitana, una puesta en escena digna de los hermanos de Filippo [grandes actores napolitanos] y que habría hecho cantar al ídolo partenopeo Mario Merola su mítico “’e figli so piezz ‘e core” [“los hijos son pedazos del corazón]. La madre de dos chicas, actualmente monjas Franciscanas de la Inmaculada, con un fuerte acento napolitano, habla sin frenos al teléfono con la de Simone, derramando, sin ningún control racional, frases incoherentes, amenazas, apelaciones… El meollo de este interesante espécimen de antropología cultural es éste: las hijas están, desde hace muchos años, en el Instituto de las monjas Franciscanas de la Inmaculada y allí sigues, felices y convencidas. “Están bien”, como admite la misma madre, ¡tal vez, no tan contenta de que ellas lo sean! Una está en clausura en Inglaterra, la otra en una misión en África: dos vocaciones diversas para edificar la Iglesia y realizar en el mundo la obra de la Inmaculada, con todos los sacrificios, también afectivos, que ello conlleva. “Quien ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí” (Mt 10, 37), dice Nuestro Señor. Sin embargo, la madre no entiende razones y, con genio napolitano, alude inconexas e inútiles circunstancias y acontecimientos, todos filtrados por la lupa de su egoísmo. En resumen, la conclusión es ésta: las hijas están bien, ella está mal. Para que ella vuelva a sentirse bien, considera necesario y deseable que el Instituto en el que las hijas son felices sea destruido: esta llamada telefónica puede que sea una comedia, ¡pero esperamos que tenga un final feliz!
3. Sin embargo, desde la página web del “Corriere della Sera” la noticia se difunde, hasta llegar a la televisión nacional, hasta la RAI, hasta nada menos que el muy popular programa “La vita in diretta”: “Liquidis immittere fontibus apros”, diría Virgilio. Y de hecho así es: los fautores de la (porno-)televisión nacional italiana, pagados con el dinero de los contribuyentes, no tienen ningún reparo en dar lecciones de moral a unas monjas que conducen una vida santa y sacrificada, y a Padre Stefano Manelli, hijo espiritual de Padre Pío, hijo de unos padres declarados por la Iglesia “siervos de Dios” y estimado por muchos como hombre prudente y con una vida santa. He ahí que, entre los verdugos mediáticos de Padre Manelli y de las Monjas, se cuentan hasta el ex-presentador del “moralísimo” Gran Hermano y la ex-directora —¡oíd, oíd!— de la revista “Novella 2000” [famosa revista italiana de prensa rosa] de todos conocida por su extrema “morigeración”.
Desde el comienzo, se ve enseguida el nivel periodístico del programa de RAI 1: en vez de documentarse (con una simple búsqueda en Google), nuestros héroes repiten como loros los disparates de la de Simone, hablando de un inexistente “Monseñor Volpi”, equivocando el nombre del fundador, repitiendo varias veces “Mannelli” en vez que “Manelli” y llegando a llamarlo “Francesco” en vez de “Stefano”. Luego, en primer plano, proponen obsesivamente la escandalosa frase: “Te debes hacer santa: ésta era la consigna”. Frase escandalosa para unos conductores de la televisión nacional poco duchos en las palabras de la Biblia (“Ésta es la voluntad de Dios: vuestra santificación” 1Tes 4,3). Nadie lo diría: tan sólo hace cincuenta años, Padre Mariano da Torino [fraile capuchino que utilizó la radio y la televisión para evangelizar la Italia de los años 50] tronaba desde esa misma televisión: “¡Una vida gastada sin santificarse, es una vida desperdiciada!” ¡Decídselo a Marco Liorni y Cristiana Parodi! [los dos presentadores televisivos]… La frase “escandalosa” para oídos mundanos había sido pronunciada por la misma exmonja en la entrevista publicada en el “Corriere della Sera”, tal vez olvidándose de que el único objetivo por el cual se abraza la vida religiosa es el de dar gloria a Dios y la salvación de las almas, lo cual se alcanza sólo a través de la propia santificación. Un religioso que no desee ser santo y no se esfuerce en ello, según San Alfonso María de Ligorio y la doctrina común de la Iglesia, ya se encuentra en pecado.
Del todo incapaces de comprender cómo ese juramento de sangre no sea más que el acto de profesión religiosa, escrito en un momento de exaltación religiosa con la propia sangre por la ex monja M. L., los conductores del programa continúan con su requisitoria contra las Monjas Franciscanas de la Inmaculada y Padre Manelli. Se habla de “adeptos” de Padre Manelli, término no del todo neutral y particularmente obsequioso. La imprescindible psicóloga de turno equipara los Frailes Franciscanos de la Inmaculada con una secta, continuando con insistencia y falta de sentido crítico a dar voz a todas las patrañas posibles e inimaginables (añadiendo sólo “si fuesen confirmadas por la investigación”, como para salvarse in extremis)
Tampoco se tiene ningún escrúpulo para manipular hábilmente, en el segundo capítulo del programa, los datos de la crónica: el Papa, como deja entender la periodista, habría contestado a la apelación de la madre de la que hablábamos anteriormente, poniendo a las monjas bajo las ordenes de unas comisarias y liberándolas de la obligación al presunto voto de obediencia al fundador, cosa que en realidad ha ocurrido muchos días antes de la emisión del programa. Luego, un inquietante reportaje pone el siguiente “aut-aut”: o creer en las palabras de Padre Manelli, que se declara inocente, o en la prueba documentaria. Pero ¿qué prueba? ¿El famoso dedo con el microscópico pinchazo de alfiler?
A este punto interviene la parte clerical, representada por Don Sarracino: ¿al menos él defenderá a los frailes y las monjas? Pues no, sólo unas palabras de respeto para los jóvenes que se han entregado al Señor, y luego enseguida: “En la Iglesia no existen votos de sangre”, olvidándose de que Papa Benedicto XIV, hace unos siglos, había justamente defendido “el voto de sangre” a la Inmaculada Concepción, por otra parte rubricado también, contra las acusaciones de los católicos “progresistas” de aquel entonces, por santos del calibre de San Juan Berchmans y San Alfonso María de Ligorio.
No podía tampoco faltar el acusador de Padre Manelli, el abogado Giuseppe Sarno, de Avellino. El abogado, conocido por haber denunciado a Berlusconi por apología del fascismo (el consabido antifascismo explotado por los abogados venales para ganar un dinero fácil), es el abogado de los Franciscanos de la Inmaculada “nuevo curso”: en pocas palabras, los que han puesto un pleito contra los benefactores del Instituto, intentando mandar a la cárcel justo a aquellos que hasta ayer les estaban dando de comer. Pero hay una peculiaridad: el abogado de los Franciscanos de la Inmaculada se presenta —¡oíd, oíd!— a título personal… ¿Y qué significa esto? Pues ¿cómo puede concernirle a nivel personal una historia en la que ni ha puesto dinero ni hijos ni tampoco su vida? Nos viene a poner al tanto del informe que Padre Volpi le habría entregado antes de morir (¿será verdad?) y que un sacerdote desconocido habría recopilado coleccionando estos “tambaleantes” testimonios. Por último, un testigo ocular nada menos que desde San Giovanni Rotondo [localidad donde vivió casi cincuenta años y murió Padre Pío], donde Padre Manelli se habría “refugiado” (mientras en realidad está allí desde hace varios meses para curarse, con el permiso del los Comisarios Apostólicos). El testigo dice: “Lo veo caminar por el jardín todos los días”… Testimonio inquietante que pretende hacernos llegar a la conclusión a la que nos dirige la televisión nacional, o sea la culpabilidad de Padre Stefano y la horrible vida en los conventos-campos de concentración de las Monjas Franciscanas de la Inmaculada.
Maddalena Capobianco
[Traducción, María Teresa Moretti. Artículo original]