En el relato bíblico del pecado original se nos presenta al diablo (la serpiente) como el inductor hacia la desobediencia en Dios. Y para ello tienta a la conciencia humana que pruebe del árbol del conocimiento del bien y del mal, para de esa manera llegar a ser como el mismo Dios (ver Génesis 3). El ser humano cae en la tentación y es víctima de la mentira del diablo que ofrece lo que no puede dar. En la soberbia de querer ser «Dios» el ser humano se rebaja a la esclavitud del pecado y ahora precisa la Redención del mismo Dios que, en la Cruz y Resurrección, es regalada (con la condición de ser «aceptada» por el hombre desde una fe vivida en obras) por puro amor divino. El libre NO del ser humano a Dios (pecado) ahora ha de suscitar un libre SI (virtud) para llegar a la Salvación Eterna. Y para ello Dios se revela al hombre (Palabra) y se encarna para ser Él mismo testimonio de su Palabra y fundar la Iglesia que es su Cuerpo Místico.
Tras esa breve introducción, y desde ella como base, nos preguntamos HOY en pleno siglo XXI: ¿Qué está pasando? y/o ¿Porqué hay una lejanía hacia Dios tan grande sobre todo en occidente?; ¿podría ser que en el siglo XX se haya producido una «reedición» del pecado original?………..
Pensemos con tranquilidad. ¿Qué significa la prohibición divina hacia el árbol del bien y del mal?…..Si caemos en cuenta, y no es difícil, es prerrogativa absoluta de Dios la decisión sobre el bien y lo que deja de ser bien (el mal, que es la libre ausencia de bien). Dios Nuestro Señor advierte al ser humano que por si mismo no puede decidir lo que es bueno o lo que es malo, pues si lo hiciera estaría tomando la prerrogativa de Dios y, por tanto….pretendiendo ser como Dios. ¿No es eso justo lo que viene sucediendo en occidente, sobre todo, desde la SEGUNDA mitad del siglo XX?
A la pregunta moral en general de ¿Qué está pasando? la respuesta podría ser que: «Lo que está pasando es que el ser humano ha desplazado a Dios como autor del bien, y se ha proclamado él mismo como demiurgo de su propia salvación». Es decir, el pecado original reeditado sería la suplantación de Dios por el hombre, de manera que desde ese momento Dios no desaparece sino que se desplaza a la categoría de «apéndice subjetivo».
Y la mejor manera de comprobar que esto es así es constatando la pérdida de «sentido de PECADO». Es decir, no se trata de afirmar que antiguamente se pecaba menos o más (eso sólo Dios lo sabe, que es quien nos juzga). Pero si se puede afirmar (cómo ya lo hicieron, en su momento Pablo VI, y hace poco lo hizo Francisco) que hoy hay mucho menos sentido de pecado que antes. Si antes del siglo XX se pecaba, la conciencia lo conocía mejor y por ello podía tener arrepentimiento. El problema de hoy es que hay PECADO como siempre, pero se IGNORA que es pecado porque la conciencia humana se ha independizado de Dios en un soberbio acto de ANTROPOCENTRISMO.
A esta situación se ha llegado a través de la conjunción de estas ideologías:
1ª: El llamado «espíritu del posconcilio» fue determinante en los años 60 y 70, por la ofensiva contra la escolástica y la sustitución absoluta del método deductivo por el inductivo. Es la ideología del modernismo teológico que se quiso apropiar del Concilio Vaticano II y que, en la práctica, lo consiguió en grandes sectores de la Iglesia. Recordemos el lamento del aún Cardenal Ratzinger en el Via Crucis de 2005 en Roma: «¡Cuanta soberbia hay dentro de la Iglesia!»
2ª: El pensamiento del «Mayo francés» de 1968 supuso la destrucción del concepto positivo de «Autoridad» y la apertura a un sistema ideológico donde la imaginación suplanta a la razón.
3ª: El pensamiento «débil» de Vattimo derribó todo espíritu de compromiso moral e infectó a las nuevas generaciones con un estilo de vida donde impere lo presente y lo meramente fugaz.
4ª: Las corrientes de filosofía «personalista» (no todas, pero si en algunas muy fuertes) colaboraron al destierro de la escolástica y a la asunción de una concepción moral de la vida desde la autonomía de la conciencia humana que se resiste a ser formada desde la objetividad.
5º: El relativismo moral o ética de situación, que absolutiza el»consenso democrático» como supremo valedor de los valores humanos o espirituales. Nada es verdad o mentira, sino que todo queda a merced de los «signos temporales».
6ª: El eclecticismo religioso que, al colocar al mismo nivel de verdad a todas las religiones, recorta sensiblemente la influencia del cristianismo en términos de formación de conciencia, ya que al ser distintas las religiones y proponer valores diferentes (aunque algunos sean comunes), el ser humano va «educándose» en la idea de que el «Dogma» será siempre discutible.
Con estas seis nefastas influencias, el ser humano de hoy se encuentra fácilmente tentado de «ser como Dios» decidiendo por si mismo sobre lo que es bueno o malo, lo que es virtud o pecado, lo que es salvación o condenación, lo que es de Dios o deja de serlo….
Sólo reconociendo la prerrogativa de Dios por ser Dios, acatando su bondadosa doctrina revelada al hombre en su Palabra e interpretada legítimamente por la Iglesia….y también presente en la Ley Natural para todos los seres humanos: sólo desde esa premisa será posible desandar todo lo andado.