Dejemos que esa pregunta sea respondida por la Ordenación General del Misal Romano, en su punto 43:
43. Los fieles están de pie desde el principio del canto de entrada, o bien, desde cuando el sacerdote se dirige al altar, hasta la colecta inclusive; al canto del Aleluya antes del Evangelio; durante la proclamación del Evangelio; mientras se hacen la profesión de fe y la oración universal; además desde la invitación Oren, hermanos, antes de la oración sobre las ofrendas, hasta el final de la Misa, excepto lo que se dice más abajo.
En cambio, estarán sentados mientras se proclaman las lecturas antes del Evangelio y el salmo responsorial; durante la homilía y mientras se hace la preparación de los dones para el ofertorio; también, según las circunstancias, mientras se guarda el sagrado silencio después de la Comunión.
Por otra parte, estarán de rodillas, a no ser por causa de salud, por la estrechez del lugar, por el gran número de asistentes o que otras causas razonables lo impidan, durante la consagración. Pero los que no se arrodillen para la consagración, que hagan inclinación profunda mientras el sacerdote hace la genuflexión después de la consagración.
Sin embargo, pertenece a la Conferencia Episcopal adaptar los gestos y las posturas descritos en el Ordinario de la Misa a la índole y a las tradiciones razonables de los pueblos, según la norma del derecho. Pero préstese atención a que respondan al sentido y la índole de cada una de las partes de la celebración. Donde existe la costumbre de que el pueblo permanezca de rodillas desde cuando termina la aclamación del “Santo” hasta el final de la Plegaria Eucarística y antes de la Comunión cuando el sacerdote dice “Éste es el Cordero de Dios”, es laudable que se conserve.
Para conseguir esta uniformidad en los gestos y en las posturas en una misma celebración, obedezcan los fieles a las moniciones que hagan el diácono o el ministro laico, o el sacerdote, de acuerdo con lo que se establece en el Misal.
Por tanto está muy clara la enseñanza al respecto. SI hay que estar arrodillados durante la consagración, a no ser que por enfermedad o edad avanzada ello no sea posible. Sin embargo vemos como en tantas Iglesias esto no sólo NO se vive sino que se señala despectivamente a los fieles que obedecen a Cristo. Incluso conviene resaltar que donde hubiere costumbre de permanecer arrodillados hasta la doxología final, la ordenación recomienda mantener esa costumbre.
Esta nueva alusión al magisterio de la Iglesia es una nueva llamada de atención hacia la gran MENTIRA inoculada desde el modernismo en cuanto a proclamar una «nueva liturgia» que rompa con el fervor, el respeto a lo trascendente, la unción en la piedad, la adoración a Dios en definitiva…….como si esos valores hubiesen sido superados por el llamado «espíritu del concilio».
La Iglesia ha de defender la verdad ante la mentira, y proclamar lo cierto ante lo equivocado. Y por supuesto denunciar la manipulación de las almas en aras a evitar su condenación. Por eso es hoy día FUNDAMENTAL abrir los ojos de la conciencia ante la impresionante tergiversación de la liturgia que se pretende desde una supuesta «doctrina de adaptación».