La Dignidad Humana solo existe si nos arrodillamos ante Dios

«Orad para no caer en tentación. Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra y, de rodillas, oraba»…»et, positis genibus, orabat» (Lucas 22)

Así lo relatan los Evangelios, Nuestro Señor, oraba de rodillas. Resulta sorprendente como desde hace unos años, la gente, cada vez se arrodilla menos en las Iglesias. No se hace genuflexión ante el Sagrario, no se arrodilla uno durante la Consagración, se Comulga de pie, se hace oración sentado… ¡El mundo del revés! Sin duda la edad media del español, ha aumentado notablemente en los últimos años, así lo dicen las estadísticas. Estamos ante una población envejecida y posiblemente, los problemas de huesos hacen mella en el ser humano. ¿Es ésta la razón por la cual no nos arrodillamos en las Iglesias? Podríamos pensar que sí, ya que puede parecer un argumento coherente, pero también podemos pensar que la razón es otra, ya que si observamos la realidad de nuestra Iglesia, las excursiones parroquiales, que tienen más éxito que la misma Misa, ofrecen la visión, de una comunidad viva y juvenil para caminar, subir a los miradores más altos de nuestra geografía, e incluso, si es necesario, escalar. Y todo, por el propio pie de uno. Unido a estas curiosidades, nos encontramos Iglesias, que entre sus actividades parroquiales tienen cursos de Yoga y Taichi, es decir, los movimientos corporales del Pueblo de Dios, no deben estar tan reducidos como parece a simple vista. Por lo tanto, es fácil desmontar esta teoría. Hay Iglesias en las que el 98% de los Feligreses se quedan de pie en la Consagración, independientemente de la edad y en el polo opuesto, Iglesias en las que se arrodillan prácticamente todos los Fieles, incluidos los que con grandes problemas, hacen un esfuerzo sobrehumano ¿Qué respuesta se puede ofrecer a todo esto? 

 Desde el Concilio Vaticano II, una parte del clero, amparado en una falsa progresía, reeducó a sus Parroquianos, siguiendo su propio criterio personal, de cómo innovar y romper con la Tradición. “Una vez implantada en la Iglesia la novedad radical y la consiguiente ruptura de su continuidad histórica, vinieron a menos el respeto y la veneración hacia la historia de la Iglesia, sustituidos por movimientos de censura y repudio del pasado” (Denzinger)

 Así, de esta manera, Parroquias que contaban con una formación piadosa y que vivían su Fe, ajustándose al Magisterio de la Iglesia, con la llegada de la nueva primavera, sufrieron una renovación Litúrgica, que se mantiene hasta el día de hoy, con ideas tan absurdas y erróneas, como incitar a los Fieles a continuar de pie durante la Consagración. Esto, no es sólo propio de un clero deformado en los años post-concilio, sino que tiene su continuidad hoy en día en Sacerdotes recién ordenados, que buscando infantilizar a los adolescentes, les enseñan a estar durante toda la Misa sentados en el suelo con las piernas cruzadas y con posturas más propias de un día de playa o de campo, que del que está en un lugar Sagrado. Todo muy propio de la incultura y de la zafiedad reinante. ¿Es así como se les enseña a los jóvenes a rezar?

Permanecer de pie durante la Consagración, pudiendo arrodillarse, no solo implica un incumplimiento de una norma escrita, sino una clara falta de amor a Dios, al que no se reconoce en la Hostia y por descontado, también al prójimo, ya que las personas que se quedan en esa postura, impiden a los que estamos arrodillados, contemplar al Señor en un momento tan sublime, el momento de la Transubstanciación.

¿Qué pretenden los Sacerdotes que incitan a estas actitudes y los Fieles que las acatan e incluso las fomentan en los ambientes Parroquiales? ¿Es que nuestras Comunidades, quizás, se están convirtiendo o queremos convertirlas en Luteranas?

En la Instrucción General del Misal Romano, en el punto 43, se indica la normativa vigente sobre este punto “Estarán de rodillas, a no ser por causa de salud, por la estrechez del lugar, por el gran número de asistentes o que otras causas razonables lo impidan, durante la consagración. Pero los que no se arrodillen para la consagración, que hagan inclinación profunda mientras el sacerdote hace la genuflexión después de la consagración”. 

El quedarnos de pie o sentados, se va extendiendo paulatinamente también, a costumbres piadosas como es, El rezo del Santo Rosario, el cual ha ido sufriendo distintas adaptaciones. No es necesario remontarnos a la edad media, cuando las articulaciones estaban preparadas para las luchas y contiendas, no, en época más actual, hace unos años, se rezaba completo, de rodillas. La primera adaptación se produjo con la innovación de rezar el primer Misterio y las Letanías, de rodillas y lo demás, sentados. La segunda, que es la posición actual, posición “sofá”, el Rosario entero ¿Cómo es posible que no nos anonademos en la oración ante Nuestro Dios y Creador? ¿De verdad no podemos estar quince minutos en un reclinatorio, cuando a veces estamos en la cola de un espectáculo durante varias horas, sólo para coger una entrada? 

Ponernos de rodillas ante el Señor, es reconocernos pequeños ante Él. Como dice San Pablo en las Escrituras «Doblo mis rodillas delante del Padre de quien procede toda paternidad» ¿Es que nosotros no lo reconocemos como nuestro Padre? Escuchamos expresiones tan extrañas como “teología de rodillas”, pero, lo que hay que hacer de rodillas, es la oración.

Los primeros Cristianos, al levantarse, daban gracias a Dios, poniéndose de rodillas y nosotros, no somos capaces ni de una genuflexión bien hecha. Se trata de cuidar nuestra relación con Dios, nuestras formas ante Él, es una cuestión de delicadeza con el Amado. ¿No mimamos a los que conviven con nosotros, dándoles un beso, un abrazo o una sonrisa? Pues eso mismo tenemos que llevarlo a nuestra relación con el Señor, esmerarnos en nuestros gestos y ser un buen ejemplo para los demás.

Nos seguimos encontrando muchas Iglesias que teniendo reclinatorios almacenados en la Sacristía, los Párrocos se niegan a ponerlos para que los Fieles podamos Comulgar de rodillas. Se nos priva de algo que la misma Iglesia recomienda.

Nuestras genuflexiones al entrar en la Iglesia, cada vez van adquiriendo un aspecto más penoso. De bajar las dos rodillas, pasamos a una, después a una especie de movimiento de rótula y ahora a un extraño movimiento de tobillo, más propio de alguien que quiere hacer algo por mero cumplimiento que por amor.

Rezar de rodillas no es un símbolo de esclavitud ni indigencia sino una manera de reconocer los propios límites y la necesidad de Dios” (Benedicto XVI)

Sonia Vázquez

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