De la pasión de Cristo Nuestro Redentor

Para el domingo de la quincuagésima

Trata el Evangelio, cómo subiendo Cristo a Jerusalén profetizó a sus discípulos su Pasión y sanó a un ciego mendigo que le pidió vista en el camino el cual le fue siguiendo y glorificando a Dios.

Punto Primero. Considera punto por punto la memoria que hace Cristo de toda su Pasión, diciendo que ha de ser vendido, preso y entregado a los príncipes de los Sacerdotes; mofado escupido, azotado, y últimamente muerto afrentosamente; y luego carga el peso de la consideración en la alegría con que sube a padecer, y como dice san Crisóstomo, declaró con este hecho; que murió porque quiso espontánea y voluntariamente por los hombres, y en particular por ti, y tú rehúsas el padecer cosas más leves por él. Avergüénzate de lo poco que le amas y de ver cuán lejos estás de seguirle y de imitarle: y pondera que cuando subió otra vez a Jerusalén lloró amargamente, mirando como presente la destrucción que le amenazaba de allí a muchos años, y ahora mirando tan próxima su Pasión no llora ni muestra sentimiento porque la padece gozosamente por ti.

Punto II. Pondera aquella palabra de Cristo: El hijo del hombre será entregado, no dice quién lo ha de entregar, no porque lo ignorase, sino porque era uno de sus discípulos y predicador, y calló su pecado mirando por su honra; enseñándonos en esto a mirar por la de nuestros prójimos, y dar bien por mal a los que nos ofendieren hasta la muerte. ¡Oh Señor, y qué gran virtud es esta! Dadme vuestra mano para que yo os imite en ella callando siempre los defectos de mis prójimos, y retomando bien por mal a todos mis enemigos.

Punto III. Considera cómo Cristo haciendo memoria de su Pasión, la hizo también del premio que había de recibir por ella, diciendo: Y al tercer día resucitará. Encadenándolo uno con lo otro para que supiésemos que el día del padecer es la víspera del gozar, y que está encadenada la gloria con la paciencia, y la honra con la deshonra padecida por su amor. Acuérdate en tus trabajos del premio que puedes merecer por ellos, y la corona que tiene Dios preparada a los que llevan su cruz, y cuán presto vendrá y te verás glorioso y honrado: anímate con su esperanza a llevar con alegría por amor de Jesús.

Punto V. Considera que, tratando Cristo de su Pasión, dio vista al pobre ciego que se la pidió en el camino, para que supiésemos que la memoria de su Pasión da vista y luz al alma, y sana de la ceguedad del mundo. ¡Oh alma mía! ¡si meditases despacio lo que tu Redentor hizo, dijo, obró y padeció en su Pasión, y que luz alcanzarías para salir de la ceguedad en que vives codiciando las honras del mundo, amando y procurando lo perecedero, estimando lo que no tiene valor, y dejándote llevar de los apetitos ciegos de la carne! Toma esta hiel amarga de la Pasión de Jesús y ponla sobre tus ojos mirándola y meditándola despacio, y te dará vista mejor que la dio la hiel del pez al santo Tobías. Considera cómo recibe las deshonras y desprecia las honras, cómo calla y no admite el valimiento del presidente; cómo pudiendo no se defiende ni permite a las legiones de los ángeles que le defiendan, cómo abraza los dolores, las bofetadas, las espinas, los azotes, los clavos y la cruz, y lo demás que intervino en su Pasión, para Sanar la ceguedad del mundo y la tuya, que en todo procuras lo contrario; y pide a Cristo con este ciego que te dé ojos y luz para-ver y conocer el valor de lo eterno y el engaño de lo temporal, y amar aquello y despreciar esto.

Padre Alonso de Andrade, S.J

Meditación
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Meditaciones diarias de los misterios de nuestra Santa Fe y de la vida de Cristo Nuestro Señor y de los Santos.

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