Meditación para el miércoles dieciocho
Punto I: considera que así como cuatro hombres trajeron a Cristo este paralítico, así los cuatro novísimos traen el pecador a Dios, que son la consideración de la muerte, del juicio, del infierno y de la gloria; estos le mueven y traen del cielo de sus pecados a su santo servicio: válete de ellos para salir de los tuyos y acercarte al Señor, y para traerle los pecadores y arrancarlos de sus vicios.
Punto II: considera como Cristo, usando de su piedad, careándose con este enfermo le perdonó sus pecados y las ofensas que contra él había cometido, para que tú aprendieses a perdonar con facilidad las que han cometido contra ti tus enemigos. Saca de esta lección un afecto grande de caridad para perdonar tus injurias, y una confianza grande en la piedad de Dios de que te perdonará tus pecados, por muchos y graves que sean, como perdono los de este en poniéndose en su presencia; ponte tú en la de Dios, y pídele con lágrimas que use de misericordia contigo como la usó con este, y que te de su gracia para no volver a tus vicios.
Punto III: Considera como por la fe y ruegos de los que te trajeron, sanó Cristo a este paralítico, y aprende a orar por tus prójimos, y alcanzarles la salud del Señor, el cual espera muchas veces a que le rueguen para sanarlos en el cuerpo y en el alma como a este. Pondera cuantos mueren en sus pecados porque no tienen quien rueguen por ellos, y cuentos están enfermos en el alma por negligencia tuya, por los cuales si rogaras y pidieras con fe y perseverancia a Dios, les concediera la salud de sus almas dándoles verdadero dolor y contrición de sus pecados; pide pues al Señor por las necesidades de la Iglesia, y por la conversión de los pecadores, y por los obreros evangélicos, y por todos los que conoces que tienen necesidad de remedio, y Dios le dará por medio de tus oraciones.
Punto IV: Considera que primero sanó Cristo a este enfermo y luego lo mandó caminar a su casa en que nos enseña que primero ha de ser alcanzar la salud de nuestras almas sanando de las llagas de los pecados por medio de la contrición y la medicina celestial de su gracia, y luego caminar a nuestra casa y morada verdadera, que es el cielo; llora el tiempo que has estado detenido y preso en tus pecados, y oye la voz de Cristo que te dice: levántate y camina, levántate de la cama de tus vicios, levántate de la tibieza en que estas, levántate de las aficiones terrenas, desecha los grillos y cadenas que te han echado, y camina con diligencia al cielo por la senda de la perfección, hasta llegar a la cumbre del monte Sión, donde gozarás de Dios por todos los siglos de los siglos. Amen.
Padre Alonso de Andrade, S.J