Para el Denzinger-Bergoglio, desde Roma
Las noticias diarias no dejan de sorprender a los católicos de a pié. E incluso a los doctores en ciencias teológicas. Que los movimientos LGBT y similares defiendan la repetición de las acciones realizadas en Sodoma y Gomorra – vicios abominables (cf. Lev 18, 22; 20, 13) que ellos publicaban y no disimulaban (cf. Is 3, 9)– no es novedad; pero que un cardenal de la Santa Iglesia Romana declare que la sodomía no es pecado todavía es algo poco frecuente. Es lo que hizo el card. Reinald Marx en reciente entrevista al diario irlandés The Irish Time, y el periódico no temió titular: “La Iglesia debe pedir perdón a los homosexuales”. Es que, de hecho, Marx dijo que “La historia de los homosexuales en nuestras sociedades es muy mala porque hemos hecho mucho para marginalizarlos”, y añadió: “hemos de decir ‘lo siento, lo siento’”. Valdría la pena al purpurado leer las epístolas de S. Pablo a los Romanos (1, 26-27), a los Corintios (6, 10), a Timoteo (1Ti 1, 10). O quizá, quién sabe, el “cardenal marxista” también exija que el Espíritu Santo se retracte.
Es coherente, el pensamiento expresado por Marx, con la perversa enseñanza de Francisco, acogida con palmas calurosas, en la Basílica de San Juan de Letrán, en Roma, el pasado día 16 del corriente. El Convegno della diocesi di Roma ha tenido por objetivo estudiar Amoris laetitia para conocer “el camino de la familia en Roma”. Y Francisco les ha dicho que, según él “la gran mayoría de nuestros matrimonios sacramentales son nulos”. Es algo que él mismo ya ha repetido otras veces. Ahora, la Sala de Prensa corrigió la frase, en el texto difundido en el site vaticano, escribiendo que “una parte de nuestros matrimonios sacramentales son nulos” (en italiano; en español). Las aclaraciones del P. Lombardi sobre el caso nada aclaran, sino que declaran que Bergoglio dijo lo que consta en el video. Y todos sabemos que piensa así.
No quedó ahí la disertación bergogliana sobre la “familia”. Si él condena a los jóvenes que se casan en la Iglesia, porque “no saben lo que dicen” y les habría faltado en “la mayoría de los casos” preparación; por otro lado asegura que las convivencias estables de dos bautizados, sin matrimonio “tienen la gracia del matrimonio [sacramental]” y son “matrimonio verdadero”. ¿Por qué? “Por la fidelidad”. Es realmente diametralmente lo opuesto de la doctrina católica, como diametralmente opuesto a la doctrina católica son las palabras del card. Reinald Marx al The Irish Times.
Recordemos: el matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer, para la generación y educación de la prole, bien como el mutuo auxilio en la santificación personal. Necesariamente debe haber “en el acto matrimonial” la intención de ser fieles uno a otro, y permanecer juntos por toda la vida, “hasta que la muerte los separe”, procreando y educando los hijos. Si existen estos elementos naturales, y los conyugues no son bautizados (al menos uno de ellos), habrá un “matrimonio natural” realmente indisoluble. Si falta, “en el acto de matrimonio”, una de esas condiciones no habrá matrimonio, sino concubinato (o adulterio) natural. La fidelidad prolongada en el concubinato, o el adulterio, no atenúa la ofensa a Dios; del mismo modo que la fidelidad de un ladrón a sus robos no le exime de las reiteradas apropiaciones indebidas.
Cristo Jesús, en su infinita misericordia, estableció los siete sacramentos, señales sensibles que significan y realizan la gracia. Es decir, cuando el acto sacramental es hecho (bautizar con agua, pronunciando las palabras) la gracia divina es infundida en el alma del sujeto. Si un hombre y una mujer bautizados se prometen fidelidad por toda la vida, para tener los hijos que Dios quiera mandar y educarlos cristianamente, el acto matrimonial se convierto “automáticamente” en “acto sacramental”, por el hecho de estar bautizados. Y sobre ellos es infundida la gracia divina para auxiliarlos en la santificación personal y de la prole. Dos bautizados no pueden realizar un “acto matrimonial natural” porque habiendo recibido el inmenso don de la remisión del pecado original son criaturas nuevas, capaces de acciones nuevas que el pagano es incapaz de hacer. Este “acto sacramental” debe ser realizado ante el párroco.
¿Y si conviven con intención de prole, fidelidad e indisolubilidad, pero sin ir a la Iglesia? El matrimonio no existió, es llamado “matrimonio clandestino”; porque dada la maldad humana, y dada la cantidad de bigamias, trigamias y todo género de poligamias y poliandrias “clandestinas”, la Iglesia estableció, por el decreto Tametsi (1563) que los bautizados católicos deben casarse ante la autoridad del párroco, el cual debe informarse antes si los que pretenden casarse son realmente “libres”, es decir, no tienen una unión anterior, u otro impedimento. Sólo en el caso de lugares con falta de clero, donde el sacerdote no aparece durante un mes, dos bautizados pueden contraer matrimonio sacramental delante de dos testigos, aun en ausencia del presbítero. Es un caso raro. Pero si viven en un lugar con clero, la unión “clandestina” (sin el párroco) es un concubinato (o adulterio) – con el agravante de ser bautizados – por haber faltado “la forma canónica”, es decir, el acto matrimonial realizado en la Iglesia. Bergoglio piensa lo contrario de lo que enseña la Iglesia.
Si dos bautizados comienzan una convivencia, rehusando explícitamente la prole, la fidelidad o la indisolubilidad, ese acto es absolutamente nulo. Por mucho tiempo que continúen en su pecado, nada substituirá al acto que faltó. La “fidelidad” en el pecado elogiada por Bergoglio no realiza el sacramento, ni atrae las gracias; como la fidelidad en el robo no hace inocente el ladrón.

Reinald Marx afirmó al The Irish Times que “no se puede decir que una relación entre dos hombres, si son fieles, que esto no es nada, que no tiene ningún valor”, dando a entender que existe el valor de la “fidelidad en la sodomía”. Es un contravalor, que se llama “perseverancia en la ofensa a Dios”. Es la misma teoría bergogliana de la “fidelidad en el concubinato” extendida a la “fidelidad” en el pecado abominable (Lv 18, 22: abominatio em latin, βδέλυγμα en griego).
El hombre, recordaba Benedicto XVI al cuerpo diplomático, en 2010, “no es Dios, sino imagen de Dios, su criatura. Para el hombre, el rumbo a seguir no puede ser fijado por la arbitrariedad o el deseo, sino que debe más bien consistir en la correspondencia con la estructura querida por el Creador” (). Se refería a “leyes o proyectos que, en nombre de la lucha contra la discriminación, atentan contra el fundamento biológico de la diferencia entre los sexos”, calificando tales leyes como contrarias a la doctrina evangélica. Marx, Bergoglio, están ahora incluidos entre los que olvidan que “el hombre no es Dios”.
“De ore tuo te iudico” – por tus propias palabras te juzgo, dijo Jesús en la parábola de los talentos (Lc 19, 22), al siervo infiel que escondió los bienes recibidos; según Lucas “una mina”, es decir el salario 100 días. Los exegetas aplican esta parábola (de las “minas”, según Lucas; de los “talentos”, según Mateo y Marcos) a los dones que la Providencia concede a cada uno; sean naturales (inteligencia, capacidad, voluntad) sean funcionales (paternidad, maternidad, presbiterado, episcopado, cardenalato, papado). Todos, desde el quien sienta en la Cátedra de la Verdad, hasta el más humilde obrero, tenemos que hacer “fructificar los talentos” según “la estructura querida por el Creador” para construir el Reino de Cristo. Y a los que no quieren que Cristo sea Rey, “traedlos a mi presencia y matadlos en mi presencia” concluyó nuestro bondadosísimo Redentor (Lc 19, 27).
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Nota del Denzinger-Bergoglio
Ver estudio sobre la Familia:
Tabla de contenido I –La unión matrimonial sobre la que se funda la familia es una institución de derecho natural elevada a la categoría de sacramento y debe ser entendida en conformidad con los planes de Dios |