México, tierra de Mártires. P. Jenaro Sánchez Delgadillo.

El P. Jenaro Sánchez Delgadillo fue ahorcado el 17 de enero de 1927 en el Cerrito de La Loma de Tecolotlán de Jalisco. Contaba con 40 años de edad y 15 como sacerdote. Había ejercido su ministerio sacerdotal en varias parroquias y en uno de los seminarios.

padre_jenaro_sanchez_1En Tecolotlán, donde ejercía su ministerio al tiempo del martirio arreciaba su persecución, se castigaba con la cárcel incluso a las familias que iban a la instrucción cristiana. Por ello el joven sacerdote decidió ejercitar su ministerio de casa en casa y a escondidas, conservando el Santísimo en una de estas casas particulares. Solía decir: «En esta persecución van a morir muchos y quizá yo sea el primero».

La policía, que lo buscaba como a un criminal, lo aprehendió el 17 de enero. El P. Jenaro pudo escapar y no lo hizo porque creía firmemente que «el pastor no debe abandonar a sus ovejas» (cfr. Jn 10). Lo llevaron a ahorcar a una loma cerca del poblado, a media noche por miedo al pueblo fiel. Uno de los testigos de su ejecución nos ha transmitido sus últimas palabras: «Bueno, paisanos, me van a colgar; pero yo los perdono y que mi Padre Dios también los perdone y siempre que ¡Viva Cristo Rey»!. El Mártir tardó en morir y su agonía fue penosa, pero nadie pudo ayudarle y lo dejaron morir así, lentamente. El capitán que lo detuvo, llamado Arnulfo Díaz había soltado a los otros, que fueron detenidos junto con el sacerdote, y sólo se ensañó con él.

Lo dejaron colgado de un mezquite amenazando a la gente con ahorcar al que tuviese la osadía de descolgar al Mártir. Luego los mismos soldados volvieron, lo bajaron y fusilaron el cadáver, atravesándole también con la bayoneta. Lo dejaron abandonado al pie del árbol.

Al día siguiente, cuando la madre del sacerdote supo lo sucedido vino a recoger el cadáver de su hijo, abrazándole lo colocó entre sus rodillas y lloró sin consuelo. A la madre valerosa se le unió el resto del pueblo que veló el cadáver en una casa particular, ya que se les prohibió llevarlo a la iglesia del pueblo, como el de un Mártir. A pesar de las amenazas del Gobierno, los feligreses en Tamazulita, al enterarse, lo lloraron durante días, mismos que pasaron rezando, incluso erigieron un monumento para recordar su martirio. En 1934 lo sepultaron en la Iglesia de Cocula, en presencia de sus mismos padres, aún vivos.

Había ejercido su ministerio en varios lugares hasta llegar a Tamazulita, municipio de Tecolotlán, en el año 1923; aquí permaneció hasta su martirio en 1927, donde le tocó vivir su sacerdocio en un ambiente de dura persecución.

Extracto del libro «México, tierra de Mártires», del P. Fidel González F.

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