El 29 de Octubre la Iglesia recuerda a uno de los santos más longevos de la historia, quizás el
santo con más años de vida ya que murió los 116 según la tradición. Narciso fue elegido
Obispo de Jerusalén a la edad de 80 años, a finales del siglo II. Su fama de santidad iba pareja de
su celo pastoral por preservar las buenas costumbres en su Diócesis, recordando sobre todo a los
diáconos y presbíteros la gran responsabilidad que tenían por la vocación recibida.
Acusado falsamente por algunos clérigos que no soportaban ni su santidad ni su exigencia,
optó por no defenderse y retirarse de la ciudad para vivir solitariamente en oración y penitencia.
Sin embargo fue llamado de nuevo para retomar la Diócesis ya a la edad de 110 años. Entonces
nombró a San Alejandro para que se hiciese cargo de ella debido a que él era consciente de su
avanzada edad. Murió poco después de su rehabilitación, sin observar ningún rencor contra los que
le difamaron por envidia. Uno de los difamadores pidió a Dios perder la vista si hubiera
obrado mal, y sucedió que, al arrepentirse, sus abundantes lágrimas le hicieron realmente perder la visión.
Uno de sus milagros en vida fue convertir agua en aceite para las lámparas usadas en la
liturgia pascual.
San Narciso, ejemplo heróico de caridad fraterna, intercede por nosotros