Trabajo de Dios

“Ay del que edifica su casa sin justicia, y sus salones sin equidad; que hace trabajar a su prójimo sin salario, y no le paga el jornal de su trabajo” (Jeremías 22,13).

Me encontraba hace unos días con un grupo de amigos charlando y entre los temas que tratamos, estuvimos hablando de los trabajos y de las condiciones laborales. Las personas que estaban conmigo realizan su trabajo en empresas privadas, salvo uno que lo hace en la empresa pública, es decir, trabaja para el estado, en la administración y yo, que lo hago por mi cuenta, de manera autónoma. Los que trabajan en la empresa privada comentaban como sus jefes les obligan a trabajar los domingos y festivos, además de eso, cuando hacen horas extraordinarias, no se las remuneran y habitualmente salen más tarde de lo que es su horario normal, según sus propias palabras se sentían “explotados y hastiados”. El funcionario parecía más descansado y lo que más le preocupaba es que no le pagasen más por su trabajo, por lo demás cumplía con su horario puntualmente y no le exigían nada que no estuviese en el “convenio”. Por mi parte, ¿qué decir? Soy mi propio jefe y me marco yo misma las condiciones, he trabajado en empresas privadas y no cambiaría mi actual situación por ninguna oferta laboral por atractiva que esta fuese, puedo decir con uso de razón que muchas empresas son verdaderos campos de batalla donde sólo falta que cuando entras por la puerta te peguen un tiro directo al corazón. Y se preguntarán, ¿tiene algo que ver el trabajo y la religión? Sin ninguna duda, Dios creó al hombre y por el pecado original estamos obligados a trabajar, no queda otra, guste o no guste, pero hay muchas maneras de hacerlo, debemos realizar nuestro desempeño santamente, al igual que el mismo Jesús lo hacía con San José en su taller.

“Dieciocho años de vida oculta, de hogar, rutinaria, de trabajo material; Jesús pasó todo ese lapso largo de tiempo ayudando a su madre en los quehaceres domésticos y trabajando con San José en la carpintería; vida de obrero. A los treinta años, Jesús debía ser un buen artesano; comenzó conociendo las herramientas, afilándolas y cortando palillos, hasta que los dieciocho años de ejercicio le hicieron maestro de taller; obrero perfecto Jesucristo fue OBRERO, durante dieciocho años; como tal le conocieron los galileos” (El verdadero Jesucristo; Pbro., Héctor Eduardo Andrade Proaño).

Jesús, inicialmente, fue un aprendiz en el taller de San José, ¿Cómo creen que era su comportamiento como trabajador? José era el “jefe” de Jesús, ¿Cómo creen que trataba a su “empleado”? Partiendo de este santo ejemplo, podemos construir lo que sería la “empresa” ideal, el trabajador 10 y el patrono 10, la Sagrada Familia tenía la empresa perfecta.

“Esas manos que bendecirán a los niños, curarán a los leprosos, resucitarán a los muertos y absolverán a los pecadores, esas manos sintieron más de una vez el mordisco de la sierra que se desvía, el golpe del mazo y el peso de los tablones.

Todos los días al atardecer y sobre todo las vísperas de fiesta, barre Jesús las virutas, pone en orden los instrumentos de trabajo y lleva sobre sus hombros las piezas terminadas para entregar a los clientes. Mira si quedan satisfechos o si hay algo que corregir y recibe el precio de la obra, para entregar a su madre. Fue obrero de la materia, antes de ser obrero del espíritu” (El drama de Jesús, José Julio Martínez SJ).

¿Por qué trabajaría Jesús, pudiendo elegir vivir cómodamente hasta empezar su vida pública? Es muy sencillo, el Señor sólo quiso mostrarnos el ejemplo para que nosotros lo siguiéramos. Los treinta años de Jesús en la sombra son nuestra vida obrera, nuestra vida cotidiana: levantarnos, desayunar, saludar a nuestra familia, trabajar, parar para comer y volver a recogernos en casa, dicho así, parece algo anodino, pero todo cambia si en cada una de esas actividades rutinarias ponemos a Dios, de repente todo se transforma en sobrenatural y lo que era un tedio se convierte en disfrute. Uno puede recoger tomates en su huerta refunfuñando o lo puede hacer dando gracias a Dios por ese bendito tomate, la elección está en nosotros mismos. El trabajo cotidiano no es salir en los periódicos por realizar hazañas imposibles, nadie nos debería felicitar por cumplir con nuestra obligación. El trabajo diario es nuestra rutina de santificación, pasamos más de media vida trabajando, así que no desaprovechemos tantas horas en las que podemos ganar puntos para el cielo.

“Así pasan treinta años. Casi toda su vida, lo mejor de su vida, para enseñar prácticamente a los hombres la lección difícil de trabajar y obedecer.

Trabaja, porque nuestro trabajo completa la obra creadora de Dios. Trabajar, porque nuestro trabajo con recta intención es expiación de pecados, es atracción de beneficios, es oración en favor de las personas queridas, es mérito para el cielo. Obedecer a un hombre —padre de familia, jefe de taller—, porque representa a Dios. Lección difícil. Los que la cumplen, serán perfectos” (El drama de Jesús, José Julio Martínez SJ).

¿Vds. quieren ser perfecto en el trabajo? Entonces háganlo así, trabajen única y exclusivamente por amor a Dios, vean al Señor por encima de sus jefes. Sobrelleven con santa paciencia a sus superiores, a sus compañeros y aguanten las inclemencias del día a día con una visión sobrenatural, ofrezcan su trabajo por los que lo hacen en condiciones más desfavorables, la esclavitud sigue vigente en muchos países.

Hace algún tiempo veía un reportaje en la televisión, era sobre las minas de Perú donde trabajan muchísimos niños en condiciones infrahumanas, dice el Señor, “amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”, ¿esos empresarios que tratan a estos niños en esas condiciones querrían para sí esa situación laboral? ¿Esos dueños de las minas estarían dispuestos a entrar ellos mismos cada día arriesgando su vida y exponiéndose a quedar enterrados en vida? ¿Esos empresarios permitirían que sus  hijos bajasen en esas condiciones a las minas? Hablamos de niños de 8 y 10 años a los que gente despiadada está enviado a morir por un mendrugo de pan.

Para el desempeño correcto de cualquier trabajo se deben garantizar unas condiciones seguras y efectivas. ¿Vds. saben que hay quién sufre lo que se llama acoso laboral, en su puesto de trabajo? De unos años a esta parte ha aumentado de manera indecente los suicidios provocados por presión laboral en lo que se llama los países “desarrollados”. Esto es para reflexionar sobre lo que está pasando dentro del ser humano, dentro de nuestro mundo, en nuestra sociedad. En Japón una empleada se suicidó después de permanecer trabajando durante dos meses a un ritmo vertiginoso que la llevó a dormir en la misma empresa sin poder salir de allí en ningún momento. Hay que santificar el trabajo, claro, pero primero nos tienen que venir los patronos o jefes santos.

Volviendo a la tertulia con mis amigos, llegó un momento en que se puso muy interesante y fue cuando les pregunté si sus jefes eran católicos, se miraron asombrados y el funcionario empezó a reírse a pierna suelta, así que le dije a él, “también va por ti, ¿el estado español que es el que te paga, representa a los católicos, se puede decir que el presidente del gobierno español es un hombre de Fe y que su partido representa el voto católico? Esta misma pregunta se la pueden hacer todos Vds. con sus jefes y con sus gobernantes y ya sabrán entonces porque hoy en día los trabajadores son explotados y tiranizados en sus puestos de trabajo, esto es porque las personas que gestionan las empresas viven alejadas de Dios, no son Católicos por lo tanto en sus trabajadores sólo ven mano de obra. Es normal que muchas personas estén pendientes del reloj para salir de allí, volver a su casa y contar los días para que lleguen las vacaciones.

Se lo he dicho más veces y se lo repito porque es cierto, todos los problemas del mundo son porque el hombre vive de espaldas a Dios, vivimos mundanamente, pensando en el dinero y en el placer terrenal y por esta razón no pensamos en cumplir para satisfacer al Creador, sino al creado, a nuestro ser carnal. Tal y como está todo, nuestro trabajo diario puede ser una gran oportunidad para abrazar la Cruz de Cristo e inmolarnos por Amor. Hay jefes y compañeros de trabajo que nos lo ponen en bandeja.

Queridos, no vengo en plan sindicalista, primeramente porque los sindicatos parten de una base marxista y socialista que no busca el bien de ambas partes, sino el estrangulamiento del patrono, así que no se asusten que no traigo “la internacional” como himno de batalla, debemos rezar para que el Señor nos de patronos, jefes, encargados Católicos que sean un ejemplo para los trabajadores. Tenemos que trabajar para comer es una realidad, “el que no quiera trabajar, que no coma” y partiendo de ese punto principal, ¿Cómo deben ser las empresas, como deben sus responsables, como tienen que tratar los empresarios a los trabajadores y viceversa, como debe comportarse un buen trabajador?

Un buen empresario es aquel que tiene a Dios en su corazón y así lo muestra a la vista de los demás, teniendo en su despacho un crucifijo, dando testimonio público de su condición. Es aquel que como objetivo prioritario tiene el bien de sus empleados y por lo tanto, les permite santificar el día del Señor, el domingo y salvo causa de fuerza mayor no los obliga a trabajar dicho día. Es un padre para sus empleados, se interesa discretamente por sus vidas, si tienen alguna penuria económica o de salud. Si necesita que se queden más horas de las estipuladas en su contrato, se las abona como horas extraordinarias. Es aquel que con mano firme, pero tono respetuoso y paternal dirige su empresa sin menospreciar al trabajador y valora su desempeño, el buen empresario es San José en el hogar de Nazaret. No se vean esto como una utopía, recuerdo que mi abuela hablaba así del jefe de mi abuelo, Joaquín García de Dios, un hombre muy conocido en La Coruña, perteneciente a una familia piadosa y profundamente católica. Fallecido mi abuelo, siguió honrando a mi abuela todas las navidades con un regalo que él mismo le entregaba en mano, hasta su fallecimiento, así que no les estoy contando ninguna película barata, esto es real y ese hombre existió, tiene nombre y apellidos y como él, tantos otros. ¿Es que acaso los empresarios hoy en día no son Católicos o sólo lo son nominalmente? Analícense interiormente, el Señor nos pedirá cuentas de nuestra vida completa, no nos hará un juicio por horas, les preguntará cómo trataron a sus empleados y si en ellos vieron al Señor, también hará la pregunta al empleado, si fue respetuoso y trabajador como se esperaba de él, recuerden la parábola de los talentos.

Observando la televisión, podemos ver como para un empresario hoy en día, a la hora de la lanzar una campaña publicitaria, priman los beneficios que pueden conseguir sobre el daño moral que puede causar un anuncio televisivo. Sin ir más lejos, nuestra Conferencia Episcopal Española felicitaba a los músicos el día de Santa Cecilia con un vídeo con la música de “despacito”. He ahí un ejemplo de lo que les mencionaba, pretendían “captar” audiencia sin importar el mal causado, la CEE es una empresa, no lo duden. Y es que hasta en nuestra jerarquía eclesial encontramos contraejemplos de buenos empresarios, que se lo pregunten a muchos sacristanes. Hace unos meses leíamos como el mismo Cardenal Mullër hablaba de cómo el Papa despachaba a sus “empleados” y como ejecutaba despidos sin pestañear, empezando por el mismo Cardenal. Pues sepan Vds. que si obró incorrectamente con las personas que están a su cargo, sea el Papa, el rey o el panadero del barrio, serán juzgados por ello y no le salvará ni la mitra. En la Iglesia hay jefes y también deben aplicarse para realizar correctamente su labor.

¿Saben que significa ser jefe? Simplemente es estar a la cabeza y dirigir en beneficio de todo el cuerpo, en este libro de Gaston Courtois trae una definición muy certera de lo que quiere decir:

“Ser jefe no es sólo mandar, sino escoger a los que han de realizar, educarlos, animarlos, sostenerlos, revisarlos. En conocer al hombre en general, a sus hombres en particular, y a sus subordinados directos bien a fondo; el conocer de manera exacta sus contratos y atenerse a ellos; el acordarse durante el trabajo que se trata de voluntades, que no de ruedas o máquinas; el descubrir consiguientemente el más amplio campo a la iniciativa de ellos; el conseguir de este modo la agilidad, el celo, el entusiasmo en vez de la inacción indiferente y mecánica; el hacer que reine la disciplina de consentimiento, más bien que de imposición violenta; el mantener la subordinación de los intereses particulares al interés general; el reducir o contener incesantemente las tendencias centrífugas en fecunda coordinación; ésta es la función esencial del jefe; para ésta es necesario e irreemplazable” “EL ARTE DE DIRIGIR, Gaston Courtois”.

Toda empresa para llegar a buen puerto necesita un dirigente, un capitán que adiestre a la flota. Si queremos que nuestros países marchen bien, necesitamos reyes, gobernantes y empresarios católicos valientes y que no escondan su condición, quizás en todos los países y rincones del mundo se debería alzar un Cristo como el de Río de Janeiro, que aunque se inauguró en 1931, recibió su primer impulso en el siglo XIX , por un Sacerdote y por una princesa, Isabel de Brasil , que fue conocida como la “redentora” porque entre otras cosas, abolió la esclavitud en Brasil, hecho que mereció la “rosa de oro” que le otorgó el Papa Leon XIII. Este es el objetivo, que toda nación se arrodillé ante Dios.

“Mandar es servir: servir a Dios, en cuyo nombre se manda –porque toda autoridad que no se funda en El es al fin ilusoria y usurpada; servir a los que uno manda, que sin jefe estarían en peligro de ser rebaño sin pastor” “EL ARTE DE DIRIGIR, Gaston Courtois”.

Situándonos en la historia de nuestros grandes Santos, podemos recordar a San Juan Bosco que tuvo un gran peso en las condiciones laborales de sus chicos, él mismo ejercía como mediador ofreciendo trabajadores buenos y hacendosos y a cambio, exigía a los patronos unas condiciones laborales justas: la enseñanza del oficio, la corrección con dulzura y a darles los días de descanso correspondientes. Don Bosco ofrecía trabajadores puntuales, cumplidores, respetuosos y obedientes. Fue todo un logro en esta época en la que los aprendices estaban literalmente explotados. Corría el año 1841 y el Santo, lo que buscaba principalmente era que sus muchachos estuviesen con patrono cristianos, honrados, en ambientes que no les llevasen a delinquir. Cuando ellos se mostraban cansados les decía: “Ahora hemos de trabajar, ya descansaremos en el paraíso”.

Como les decía, solicitar unas condiciones laborales justas no nos ubica como sindicalistas, ahí tenemos el ejemplo de todo un Santo de la historia de la Iglesia. El mundo ha cambiado y muchos patronos viven con el demonio de secretario personal, hombres que antes eran honrados, ahora sólo buscan enriquecerse y en vez de un crucifijo en sus despachos, ahora tienen una caja fuerte con el dinero, ese es su dios. Muchos trabajadores católicos ocultan su condición en sus puestos de trabajo para que nadie se mofe de ellos o para no recibir represalias. Leía un día en el periódico que a las azafatas de vuelo les habían prohibido llevar cadenas con crucifijos a la vista, no sé si esto está vigente o no, pero en su momento tuvieron que ir a juicio con la compañía aérea.

Por favor, señores empresarios, monten empresas Cristianas como tantas que había antaño que incluso en sus nombres llevaban impreso el sello de la Verdad: “La Magdalena”, “Cooperativa de la Virgen del Águila”, “la Pilarica”…No se conformen con esto, llamen al Sacerdote para que la Bendiga, eso es principal y prioritario y después traten a sus empleados como desearían ser tratados Vds. y que estos, correspondan en la medida, como se espera de un trabajador Católico, hagamos nuestro desempeño lo mejor posible, independientemente de que tengamos que barrer, vender pan o dirigir una orquesta, como decía uno de los Santos que ha hablado en este siglo XX del trabajo y de la Santidad, “hagamos todo por amor, así no hay cosas ni grandes ni pequeñas” (Escrivá de Balaguer). Dicen que Silicon Valley es el lugar ideal del mundo para trabajar, pero, créanme, el lugar ideal es aquel en el que el trabajador puede dar gracias a Dios porque se le trate dignamente y le den una remuneración digna con la que poder sustentar a su familia, el lugar ideal es aquel en el que podemos ofrecer nuestro trabajo a Dios.

Sonia Vázquez

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