De la segunda palabra de la oración dominical: que estás en los cielos

Meditación para el viernes de la decimoséptima semana

PUNTO PRIMERO. Considera a tu celestial Padre, infinitamente bueno, sabio y poderoso, rey y Señor de los cielos y tierra, y que aunque por su inmensidad está en todas partes, pero se dice por especialidad que está en los cielos. Lo primero, porque allí puso su corte, y se manifiesta más especialmente a todos sus escogidos: extiende los ojos por aquel amplísimo lugar del cielo empíreo: contempla su hermosura, su claridad, su riqueza, su seguridad, sus delicias, y la nobleza, belleza y multitud de sus cortesanos, que cada uno resplandece como el sol, y en todos resplandece la grandeza y majestad de Dios más que las estrellas y astros del firmamento; y gózate de tener tal Padre, tan rico, grande y poderoso, y tales hermanos en su corte, la cual tiene preparada para todos los que le temen, aman y sirven en la tierra.

PUNTO II. Considera que se dice estar Dios en los cielos, porque como dice el Apóstol, aquella es nuestra patria y el lugar de nuestra morada, no en la tierra, en la cual somos huéspedes y peregrinos por breve tiempo que se pasa como el viento; allí están nuestros tesoros, y nuestras posesiones, y las verdaderas riquezas, que las del mundo son falsas y aparentes, y no las tenemos más que prestadas por poco tiempo, pues luego hemos de dejar, y no las han de embargar en la aduana de la muerte. Saca de aquí la consecuencia que sacó el apóstol san Pablo, y es no atesorar en este mundo, ni poner nuestro cuidado en lo terreno, sino en lo celestial, aquella es nuestra patria, aquella es nuestra posesión: allí endereza tus deseos; dedica todos tus cuidados en adquirir aquellos bienes que duran, y no se acaban, y han de permanecer sin fin, y los has de gozar para siempre.

PUNTO III. Considera que está Dios en los cielos mirándote y velando sobre ti, como el águila que se remonta siempre hacia el cielo y no aparta los ojos de sus hijos, mirando por ellos para defenderlos y sustentarlos, visitarlos y abrigarlos por el amor que les tiene; así está Dios en el cielo mirando por todos sus hijos para ayudarlos y defenderlos como le vio san Esteban (1) cuando estaba en la pelea, atendiendo a nuestras necesidades y consuelo, por el infinito amor que como Padre nos tiene: contempla el que te tiene a ti, y mira y considera cuándo le mereciste tú ser amado de Dios, y que Dios se acordase de ti, y cuántas veces te hubieran derribado tus enemigos al infierno, si no fuera por haberte defendido: mírale atento a todas tus necesidades, y cuidadoso como amoroso  Padre de tus aumentos y de todo tu bien; y exclama con afecto agradecido, admirado de tantos beneficios, y dale millares de gracias por ellos, ofreciéndote de corazón a su servicio.

PUNTO IV. Considera que está Dios en los cielos, preparándote allí el premio de tus trabajos, y previniendo la corona para galardonar tus victorias: anímate a pelear con esfuerzo hasta vencer, que presto se acabarán tus batallas y el premio durará eternamente. Pon los ojos en el que Dios tiene preparado en el cielo, y pídele favor para no perderle. Considera su grandeza y valor, y lo que los hombres hacen y padecen, por no conseguir los premios de la tierra, que son como soñados respecto del cielo; y córrete de ver los riesgos a que se ponen alcanzarlos, y cuán poco haces tú para alcanzar aquel eterno.

Padre Alonso de Andrade, S.J

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Meditaciones diarias de los misterios de nuestra Santa Fe y de la vida de Cristo Nuestro Señor y de los Santos.

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