Todo acto sexual fuera del matrimonio es pecado mortal (lo recuerda un Obispo)

El mes de mayo es, por excelencia, mes de María Santísima, Madre de Dios y Madre nuestra. El rezo diario del Santo Rosario, tal como aconsejó ella misma hace ya un siglo en Fátima, va unido tradicionalmente a las hermosas letanías lauretanas que exaltan todas las virtudes que la Virgen vivió entre las que brilla con luz esplendorosa la Santa Pureza. La Purísima Virgen María, esposa de Dios Espíritu Santo, y desposada con el Castísimo San José (con mérito añadido al no ser concebido de forma Inmaculada como si lo fue la Madre de Dios), nos llama AQUÍ y AHORA a todos los cristianos a recuperar el sentido moral de la Castidad que la posmodernidad ha hecho desaparecer de la inmensa mayoría de las conciencias en la mayor embestida diabólica habida en más de dos mil años de historia del cristianismo. ¿Alguien cree que esta carta comienza con una exageración?: quien así lo sienta que proyecte la mirada, desde la Fe y también desde la Ley Natural, sobre no ya la situación global de la sociedad, sino sobre el mismo Pueblo de Dios, sobre los bautizados que formamos parte del Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia Católica. Examinemos nuestra conciencia a nivel íntimo e implementemos la prueba con una valiente revisión crítica hacia la tremenda laguna de amoralidad e inmoralidad que HOY está asentada en la catolicidad:

“Santa Pureza en el Sacerdocio”: Urge retomar la formación espiritual y personal (psicológica y afectiva) dirigida a los candidatos al sacramento del Orden. Si el Sacerdote, formador de formadores de almas, no tiene equilibrio de virtud, ¿cómo se lo va a transmitir a los demás?; se convertirá en “ciego que guía a otro ciego” (Lucas 6, 39). Hay que empezar por recordar el Sexto Mandamiento de la Ley de Dios (nunca abolido), que integra como Pecado Mortal todo acto sexual fuera del matrimonio, ya que solo el matrimonio es el espacio moral para el ejercicio de la sexualidad abierto a la vida y desde el mutuo amor solo posible entre un hombre y una mujer. El Sacerdote ha recibido una vocación diferente al matrimonio; no es ni mejor ni peor que el casado (sólo Dios nos juzga), pero la fidelidad a Dios supone ser fiel a la vocación que de Él se haya recibido, y no vivir una especie de “híbrido” que mezcle aspectos de una y de otra. El Sacerdote ha recibido un Don extraordinario, y sin mérito alguno, elegido por Dios por misterioso designio y sabiendo que “Él no elige a los mejores sino, sencillamente, a los que quiere escoger” (de Santa Teresita del Niño Jesús), y Dios mismo se da por completo al ponerse en las mismas manos del que puede consagrar (privilegio que ni los ángeles ni la Virgen Santísima posee). Como enseñaba el patrono Santo Cura de Ars: “Si bien la Virgen tuvo al Señor nueve meses en su vientre, el sacerdote lo tiene en sus manos durante toda su vida ministerial”. Desde esa maravilla recibida por cada sacerdote, ¿no es del todo absurdo, además de tremendo, que el sacerdote busque consuelos afectivos fuera del que se lo da todo?……y, siguiendo desde ahí, ¿como es posible que el celibato no sea aceptado como un DON y no como una fría norma canónica?; si, hay que expresarlo bien alto y bien claro: El Celibato es un DON, un Regalo de DIOS, que ubica al Señor en el centro del corazón sacerdotal para que el mismo se ensanche y quepan todos los hermanos con preferencia a los más desfavorecidos. Y la vivencia del Celibato como un Don, es camino esencial para vivir la virtud de la Santa Pureza en el Sacerdote. El Sacerdote, o candidato al sacerdocio, que no asuma el celibato como un Don, tarde o temprano caerá en uno de los horrores que más dañan al Sagrado Corazón de Jesús: la duplicidad de vida espiritual, que lleva a vivir la vocación con “espacios reservados” que se llenan de afectos sensuales, o expresamente sexuales, haciendo del sacerdote no un ministro de Dios sino de Satanás al celebrar los sacramentos (confesión, eucaristía…) en pecado mortal y, por tanto, en estado de sacrilegio habitual dirigido a la eterna condenación. La Santísima Virgen María, Madre de la Iglesia, toca hoy la conciencia de cada sacerdote y de cada seminarista: si algún sacerdote viviera doble vida, con urgencia que confiese y abandone radicalmente esa duplicidad; y si algún seminarista no tiene propósito firme de luchar para vivir la castidad, abandone cuanto antes el seminario  o bien conviértase de corazón para continuar, pero que de ninguna manera reciba el sacramento sin la enmienda de conciencia previa que es básica exigencia de salvación eterna.

“Santa Pureza en el Laicado”: Es obvio que sin sacerdotes decididos a vivir el celibato como un Don, corre serio peligro toda catequesis sobre la castidad dirigida a los fieles. Pero no es menos cierto que, en la urgente tarea de recuperar el sentido de la virtud, los católicos laicos no pueden escudarse en la crisis interna del clero y/o vida religiosa para justificar la apatía en esta misión de primer orden que, hoy día, ha de comenzar desde la educación del niño en su más tierna infancia. Si: no olvidemos, por ingenuidad, que la enfermedad moral de nuestra sociedad es efecto directo de la revolución sexual dada a partir de los años sesenta del siglo pasado. Una revolución que comienza por la ruptura de las sanas costumbres para dar paso a la diabólica ideología de género que ya está impuesta de manera totalitaria en Europa y América, abriéndose paso en el resto del mundo. Esa ideología de género pervierte la formación ética de los niños desde la primera infancia, y es del todo preciso que los padres cristianos sepan hacer frente a la misma, por la salud espiritual de sus hijos, desde que tienen uso de razón. Para esta noble tarea hay que enseñar a los niños que nacer “hombre” o “mujer” es voluntad de Dios y no un concurso de intereses humanos donde se elige la identidad entre siete u ocho diferentes. Seguir con la referencia al cuerpo humano como Templo del Espíritu Santo, Sagrario viviente cuando se recibe la Eucaristía, instrumento del mismo Dios para consagrar (en el caso de los sacerdotes)……..y no como objeto de placer egoísta. Desarrollar la muy noble vocación al amor humano como puerta a la vida y a la vertebración social por la familia natural solo posible entre un hombre y una mujer, y dar testimonio de esa vocación desde una vida matrimonial abierta a la procreación y no cerrada en si misma por la anticoncepción artificial, o abiertamente criminal por el aborto. Si: padres que aconsejen a sus hijos vivir la castidad en la adolescencia y juventud, recordando a sus hijos que la mayoría de los abortos son fruto de la relación sexual prematrimonial, y que la existencia humana solo es madura y plena en el dominio de los sentidos, a la vez que será inmadura y animalizada en dejarse llevar por los mismos de modo instintivo y oscureciendo la dignidad recibida por la Filiación Divina, además de perder la Gracia de Dios para arrastrarse en el pecado mortal continuado cuando se vive de forma habitual en la impureza. Ya dijo la Beata Jacinta de Fátima que “los pecados que más almas conducen al infierno son los de impureza”. Y también el Santo Cura de Ars exhortaba a vivir la castidad, ya que las almas puras son las que mayor Gloria gozarán en el Cielo ya que son “Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios”.

En conclusión: ha de reiterarse la urgencia pastoral en este ámbito tan despreciado de la vida cristiana. SI: despreciado en una especie de amoldamiento eclesial hacia el mundo en lugar de una misión evangelizadora sobre el mundo. HOY San Juan Bautista hubiera sido calificado de “radical” por haber puesto en juego su misma vida al denunciar el pecado público de adulterio de Herodes. Y HOY no pocos teólogos hubieran censurado la actitud de Nuestro Señor Jesucristo al despreciar legítimamente al mismo Herodes al cual negó palabra alguna por la repugnancia de su vida impura. Si: para aquellos ingenuos (por no decir embusteros) que afirman a un Jesús “que nunca predicaba de la castidad”, que nos llegue a la conciencia como punto final de esta carta este contraste un tanto silenciado en la predicación actual: Jesucristo habla con Judas Iscariote, habla con Caifás y con el guardia de Anás que le abofeteó, habla con Poncio Pilato, …..habla con el mismo Satanás en las tentaciones del desierto………y con la ÚNICA persona que no habla es con Herodes, el que sin ser traidor, ni juez religioso, si abyecto servidor del poder, ni político amoral……si era impuro y vivía rodeado de impureza, y por ello no recibe ni una sola palabra del Redentor, ni una sola invitándolo a su conversión. Reflexionemos sobre ese silencio de Jesús, y que también nos toque la conciencia a todos: ¡cuanto repugna a Dios la impureza!………pues pongámonos bajo el Amparo Maternal de la Virgen María para que en este mes de mayo nos dejemos tocar el corazón por Ella y nos convirtamos en lo que Ella quiere para nosotros: hijos de Dios que no repugnemos a nuestro Creador sino que lleguemos a la visión beatífica en el Cielo tras haber sido limpios de corazón en la tierra.

Boletín diocesano de Oruro (Bolivia) de mayo 2016. Monseñor Bialasik.

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