Se observa con agrado como en no pocas Iglesias se está recuperando la bendita (nunca mejor dicho) costumbre de tener agua bendita en la pila correspondiente que suele estar muy cerca de la entrada al recinto sagrado. Entrar en la Iglesia y poder santiguarse con agua bendita es un signo que nos recuerda o hace renovar espiritualmente nuestro bautismo, el sacramento fundamental por el cual además de recibir la fe y la filiación divina, somos llamados a la SANTIDAD en cualquiera de nuestros estados de vida (laical, sacerdotal o consagrado).
El agua bendita es una «Sacramental», y santiguarse con ella es la mejor manera de empezar la oración al entrar en la Iglesia. Haciendo la señal de la cruz en nuestra frente mientras rezamos, en silencio interior, que «este agua bendita sea para mi salvación y vida» (hermosa jaculatoria que hemos de recordar con sencillez). Es signo fraterno, muy hermoso, cuando entran juntas dos o tres personas y tras mojar el dedo el primero le toca con el dedo mojado al otro y así lo privado se convierte en comunitario.
El agua bendita es defensa firme frente al diablo que odia profundamente esta sacramental. Es el «agua apestosa», para los demonios, como incluso se ha grabado en voces de poseídos por Satanás y que ante la cercanía del frasco de agua bendita han sentido estupor. De hecho el uso de agua bendita es determinante en los exorcismos, tanto como prueba de verificación como instrumento de expulsión del maligno.
Por todos esos motivos, y aún más, es una maravilla que en la Iglesia haya siempre agua bendita a disposición de los fieles. El modernismo progre, en su objetivo de desacralizar la fe, vaciar el misterio, rebajar el sacramento y secularizarlo todo…..ve en el agua bendita un signo de inmadurez religiosa que debe desaparecer. Esta corriente progre, de clara influencia protestante (a la cual se somete), ha conseguido que en las últimas décadas el agua bendita se haya «evaporado» de muchísimas Iglesias y que se hayan quedado, como testigo mudo de la omisión acomplejada, tantas pilas totalmente secas dando una imagen de elemento rancio e inservible, resto tridentino a extinguir….y a la vez en muchas Iglesias se haya sustituido la devota costumbre de entrar y santiguarse con la de ir directos al tablón de anuncios para encontrarse, quizás, con noticias de teatros, veladas cívicas o anuncios variados (algunos sin sentido eclesial). Fijémonos bien en esto: Eliminar el agua bendita es cooperar a un menor respeto y devoción al entrar en la Iglesia. Por eso es muy importante recuperar la pila con agua en todas las Iglesias. De ese modo al entrar el primer impulso es ORAR y no distraerse en cosas que son más mundanas que espirituales.
Hoy vemos, con tristeza, como tanta gente entra en la Iglesia como si entrara en una tienda, un bar, una caseta de feria….(y no exagero)….., sin el más mínimo sentido de fervor. Una buena pila de agua bendita, cerca de la entrada, y una catequesis al respecto que anime a todos a santiguarse con ella, ayuda a que se cree un clima religioso al entrar en la Iglesia. Ayuda a que entremos más dispuestos a orar que a pasar el rato.
A los laicos sugerimos que, si no hay agua bendita en sus Iglesias, pídanla al sacerdote. Con respeto y cariño, hagan valer su derecho. Y a los sacerdotes recomendamos que tengan siempre agua bendita, para así formar mejor a los fieles sobre el sentido sagrado de la Iglesia como casa de Dios.