Basta ya de fondos extranjeros para financiar mezquitas. O, al menos, que se controle de donde llegan, a que se destinan y a quien van. Quien lo declara es el gobierno francés, decidido para ello a modificar la ley de libertad religiosa del año 1905, en orden a poder controlar mejor y regular el flujo de dinero proveniente del Exterior, en particular, para sustentar el Islam y la formación de los imanes.
Los objetivos son múltiples: por ejemplo, obligar a declarar las donaciones procedentes del Exterior, superiores a 10 mil euros; apuntar a la “transparencia” administrativa, destinando los fondos públicos para reestructuraciones y fuentes de energía únicamente a quien esté en situación regular y no tenga nada que ocultar.
«No se trata de reescribir» la normativa, aseguró la Ministro de Justicia, Nicole Belloubet, entrevistada por Fran Inter: los dos pilares fundamentales – libertad de conciencia y libertad para el ejercicio de la propia fe- permanecerán intactos, dijo, se tratará en cambio de adaptar el texto a las nuevas exigencias impuestas, de un modo particular, por el surgimiento del fundamentalismo musulmán. Por ejemplo, haciendo más severas las sanciones contra aquellos predicadores que incentiven el odio o conductas fuera de la ley.
La próxima semana tendrá inicio una serie de consultas entre el Ejecutivo y los líderes de las mayores religiones presentes en Francia, para definir los detalles de toda la operación. El nuevo proyeto de ley debe llegar al Parlamento a comienzos del próximo año.
Mientras tanto, la revista Valeurs Actuelles publicó una conversación inédita de Gerard Collomb, mantenida en la última semana, cuando todavía era Ministro del Interior, antes de dejar el cargo el último 3 de octubre, en la cual declaró, sin rodeos, como, a su juicio, la situación migratoria en Francia es «muy inquietante» y la división del territorio está destinada a convertirse en «irreversible» en un plazo de cinco años. A la pregunta «¿cuánto tiempo queda antes que sea demasiado tarde?», la respuesta fue lapidaria: «No quiero causar pánico, pero considero que queda poco tiempo».
La gente, en realidad, según Collomb, no quiere esta forma de convivencia forzada que está provocando enfrentamientos y desórdenes cada vez más violentos y preocupantes, destinados a crear enclaves en el interior de la misma comunidad. Y a la pregunta directa respecto a si Francia no necesita continuar recibiendo inmigración, la respuesta fue lapidaria: «Definitivamente no, no la necesita».
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