Colapso en la catequesis

No hay duda de que una de las mayores carencias de la Iglesia Católica de hoy es la deficiente catequesis. Un auténtico testimonio de la fe depende de una correcta comprensión de ésta.

Su Eminencia el cardenal Burke, en mayo 2017, durante el «Rome Life Forum» refiriéndose a la tarea de los clérigos de enseñar la fe a los fieles, señaló la causa de la crisis actual en la Iglesia:

Su incapacidad para enseñar la fe, en fidelidad a la enseñanza y práctica constantes de la Iglesia, ya sea por un enfoque superficial, confuso o incluso mundano y su silencio, pone en peligro mortal, en el más profundo sentido espiritual, a las mismas almas por las cuales han sido consagrados para cuidar espiritualmente. Los venenosos frutos del fracaso de los pastores de la Iglesia se ven en la forma de adoración, de enseñanza y de disciplina moral que no están en consonancia con la Ley Divina.

I. La catequesis es doctrina

La naturaleza del trabajo apostólico de la Iglesia se definió ya en sus inicios, se tenía la distinción entre los trabajos tal como se le presentaban a ella:

Primero: el trabajo esencial y característico de la Iglesia, la transmisión del Evangelio. El trabajo de conversión.

Segundo: la preservación de la fe mediante la catequesis.

Tercero: la atención de las necesidades físicas.

Al paso del tiempo, especialmente después de la Revolución Protestante, surgieron las órdenes religiosas católicas. Su trabajo principal era enseñar la fe, especialmente a niños y adolescentes. Recuerde que las primeras universidades en la Europa católica fueron el fruto de las órdenes de enseñanza católica en la Edad Media.

Estas escuelas católicas solían enseñar catecismo, utilizando preguntas y respuestas cortas y memorizadas, que aún están en la memoria viva de la generación anterior de hoy en día. Esta catequesis tradicional fue muy efectiva cuando la enseñaron buenos y celosos religiosos.

El Papa San Pío X, constatando «¡cuán comunes y fundados son, por desgracia, estos lamentos de que existe hoy un crecido número de personas, en el pueblo cristiano, que viven en suma ignorancia de las cosas que se han de conocer para conseguir la salvación eterna!», «que, en lo tocante a la religión, viven temeraria e imprudentemente», mandaba que  todos los párrocos y sacerdotes ejerzan el oficio de catequistas cada domingo durante una hora a los niños y niñas «en lo que deben creer y hacer para alcanzar la salvación eterna», debiendo «los mismos preparar a los niños y a las niñas, en épocas fijas del año, y mediante instrucción que ha de durar varios días, para recibir dignamente los sacramentos de la Penitencia y Confirmación». Señalaba asimismo instrucciones para que quienes ejercen la cura de almas hicieran un apostolado entre los jóvenes durante la Cuaresma y Pascua, ordenaba erigir en cada parroquia la Cofradía de la Doctrina Cristiana, a fin de formar catequistas, establecer escuelas de religión, y congregar a los fieles adultos para recibir instrucción catequística, sirviéndose «del Catecismo del Concilio de Trento, de tal modo que, en el espacio de cuatro a cinco años, expliquen cuanto se refiere al Símbolo, a los Sacramentos, al Decálogo, a la Oración y a los Mandamientos de la Iglesia».[1]

II. Anti-catequesis

Sin embargo, una vez llegado al Vaticano II y «una vez arrebatada al maestro su autoridad y disuelta la verdad en pura heurística, la reforma de la catequesis no ha podido evitar dirigirse hacia desviaciones heterodoxas, que a la variación en el método añaden una variación en los contenidos».[2]

«Es evidente que un factor de la gran influencia en el desencadenamiento de la crisis fue el desconcierto doctrinal».[3]

En el Sínodo de Obispos de 1977, la catequesis se convirtió en sociología, política, o teología de la liberación «catequesis marcada, por dos caracteres intrínsecamente ligados. Uno metódico: el abandono de la pedagogía católica, que enseña la trascendencia de la verdad respecto al intelecto que la aprende. Y otro dogmático: el abandono de la certeza de fe, sustituida por el examen y la opinión subjetivas», como aquella «nueva catequesis» preparada por el episcopado de Francia.

Los niños se han convertido en la primera víctima de un influjo negativo, deseado y ejecutado. La llamada psicología del New Age ha invadido el mundo entero con una innumerable literatura infantil y películas para niños, de tal forma que el momento decisivo de la formación de la conciencia moral, se verifica hoy en día, en incontables niños con el estímulo de un desarrollo precoz, y, expuestos a todo tipo de pecados, a esa edad el alma del niño es tierna como la cera que cede a toda presión (Obispo Keller).

Los padres por comodidad, o porque no tienen tiempo, o se avergüenzan, o ciertamente porque carecen de la suficiente formación doctrinal, no transmiten el catecismo básico en sus hogares, y son sustituidos por el televisor o el internet, y lo que es peor por programas de educación laicistas, incluso en los colegios de filiación católica, medios a través de los cuales la conciencia moral de los niños es totalmente deformada.

El clero ocupado en múltiples actividades, no halla tiempo para congregar a sus fieles y darles una instrucción sólida y gradual sobre la doctrina de la Iglesia. Los maestros no aceptan el catecismo en sus aulas, porque no figura como asignatura oficial. Los laicos comprometidos realizan labores dentro de la Iglesia, pero muy pocos de ellos estiman la importancia de enseñar las bases de nuestra fe católica a niños y adultos, con el consiguiente resultado de una espantosa ignorancia de la religión.

Uno puede darse cuenta de la gravedad de esto, cuando constata que muchísimos niños y adolescentes, e incluso alumnos de escuelas y colegios católicos, no saben ni las principales oraciones de un cristiano, y ni qué se diga de los alumnos de establecimientos laicos, así, a falta de una catequesis sólida y permanente, la situación de amplios sectores de la Iglesia parece no solamente ser grave, sino gravísima.

Puede ser que hayan llamativos planes pastorales, estupendos programas de formación, cronogramas de personalización, pero de catecismo nada, la sequía es espantosa, ya que ignorando las enseñanzas de Jesús, las nuevas generaciones están creciendo como auténticos paganos.

Es que la Iglesia, en cuanto casa espiritual, está arruinada: en sus parroquias y estructuras diocesanas apenas ofrece albergue suficiente para vivir. En tal situación, o bien los cristianos se procuran la casa de alguna agrupación cristiana, o sobreviven solos como pueden, o se dispersan y dejan de ser cristianos[4], arruinada por los heréticos teólogos y pastores, los falsos profetas anunciados por Nuestro Señor Jesucristo.[5]

Ya que es crecidísimo, y aumenta cada día más, el número de los que todo lo ignoran en materia de religión, o que sólo tienen un conocimiento tan imperfecto de Dios, de la fe cristiana que, en plena luz de verdad católica, les permite vivir como paganos,[6] la solución es oración y el retorno a una verdadera catequesis tradicional, frente a la falsificada catequesis actual, que padece un lenguaje secularista, con todo su contenido de planteamientos y orientaciones, que supuestamente conecta mucho mejor con el pueblo, pero que no produce frutos duraderos sino efímeros y superficiales, una catequesis falsificada que soslaya la fidelidad a la verdad de Cristo, una anti-catequesis.

III. Cursos «Alpha»

Miles de parroquias católicas a lo largo y ancho del mundo han incorporado a su actividad pastoral el programa de origen protestante «Alpha».

Por ejemplo, la Conferencia Episcopal de Bolivia determina en su Enfoque y Directrices 2014-2018 Dar a conocer e impulsar el curso ALPHA CATÓLICO como método de anuncio del Kerygma.

Como sabemos el método «Alpha» se implementó a finales de la década de los 1970 en el anglicanismo. Es un método desarrollado «en una comida, una charla seguida de una discusión en pequeños grupos donde puedes compartir tus pensamientos en un ambiente amigable, abierto e informal», que en el transcurso de diez semanas pretende enseñar los conceptos básicos del Cristianismo, y que se ejecuta «en iglesias, bares, cafeterías y hogares de todo el mundo».

Al respecto Su Eminencia el cardenal Burke, señala:

Habiendo estudiado el programa, tanto desde la perspectiva doctrinal como metodológica… como muchos otros programas similares, Alpha parece ofrecer una forma más atractiva y efectiva de evangelización y catequesis, empero, carece de los fundamentos doctrinales y metodológicos necesarios para la enseñanza de la fe católica.

En efecto, de raíz protestante, la adaptación católica incluye un anexo que agrega aquellas enseñanzas católicas que quedaron fuera de lo que ellos llaman conceptos básicos, que omiten obviamente la doctrina católica referente a los sacramentos, la eclesiología y la Santísima Virgen.

Alpha se sitúa asimismo en una perspectiva pentecostal. Carece de firmeza doctrinal en lo que respecta el pecado y la redención, lo cual señala una absoluta debilidad del señalado programa para llamarse católico, ya que el propósito de Nuestro Señor Jesucristo con su muerte y resurrección no se explican adecuadamente.

Aunque la Jerarquía al importar del protestantismo Alpha, espera que ese programa ayude a enseñar la fe y detener la hemorragia de católicos hacia las sectas, es poco probable que lo haga así ese diluido programa protestante, ya que, en lugar de conducir a la gente a las profundidades de la comprensión católica, se convierte en un tramposo anzuelo para atrapar a los participantes en el protestantismo. Consecuentemente, mientras la Jerarquía abrace estos programas e ignore la rica catequesis disponible, el sangrado continuará.

«Lo primero que necesita un Ejército para confiar en la victoria es la presencia de una Moral. La cual ha de basarse, a su vez, en la existencia de unos principios en los que creer firmemente y en la confianza en la cúpula del Mando. Un ejército carente de esos elementos sería un Ejército des-moralizado, con la derrota asegurada de antemano».[7]

Dios mismo declaró por su profeta Oseas: No hay conocimiento de Dios en la tierra. La maldición, y la mentira, y el homicidio, y el robo, y el adulterio lo han inundado todo; la sangre se añade a la sangre por cuya causa se cubrirá de luto la tierra y desfallecerán todos sus moradores (Os. 4, 1-ss).[8]

Germán Mazuelo-Leytón

[1] Cf.: SAN PIO X, Encíclica Acerbo Nimis, sobre la enseñanza del catecismo.

[2] AMERIO, ROMANO, Iota Unum.

[3] GÁLVEZ, ALFONSO, El invierno eclesial.

[4] IRABURO, P. JOSÉ Mª, Evangelio y utopía.

[5] Cf. SAN MATEO 24.

[6] SAN PIO X, Encíclica Acerbo Nimis, sobre la enseñanza del catecismo.

[7] GÁLVEZ, ALFONSO, El invierno eclesial.

[8] SAN PIO X, Encíclica Acerbo Nimis, sobre la enseñanza del catecismo.

Germán Mazuelo-Leytón
Germán Mazuelo-Leytón
Es conocido por su defensa enérgica de los valores católicos e incansable actividad de servicio. Ha sido desde los 9 años miembro de la Legión de María, movimiento que en 1981 lo nombró «Extensionista» en Bolivia, y posteriormente «Enviado» a Chile. Ha sido también catequista de Comunión y Confirmación y profesor de Religión y Moral. Desde 1994 es Pionero de Abstinencia Total, Director Nacional en Bolivia de esa asociación eclesial, actualmente delegado de Central y Sud América ante el Consejo Central Pionero. Difunde la consagración a Jesús por las manos de María de Montfort, y otros apostolados afines

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