Confirmaciones: la praxis pastoral precisa un giro Urgente

Confirmacion

Estamos ya en junio, mes de la Eucaristía y que este año nos trae, en el calendario litúrgico, la Solemnidad de Pentecostés en breve y, alrededor de ella, muchas celebraciones del sacramento de la confirmación en nuestros templos. Con las confirmaciones se vive una parxis muy similar a las «primeras» comuniones: sólo un mínimo porcentaje de los confirmandos sigue vinculado a la vida sacramental en la Iglesia, o sea a lo mínimo de asistir a Misa dominical. Esto es una realidad que no podemos empeñarnos en «no ver» o, sencillamente, mirar hacia otro lado para que no nos ciegue la «luz» (que más que luz es signo de tiniebla). Esa realidad ya es objeto de debates y diálogos en el seno de nuestras diócesis, y siempre se percibe una especie de «miedo» (que no santo temor de Dios)  a tomar medidas coherentes por si éstas suponen un varapalo a las «cifras y cantidades», aunque dichas medidas (que ya claman al Cielo….o desde el Cielo) son urgentes para dar un giro profundo en bien del Pueblo de Dios.

¿Qué hacer?…..de todas las alternativas que he escuchado hay una que me resulta la mejor de todas, y con fundamentación bíblica lo cual la avala definitivamente. Se trata de plantear la catequesis de INICIACIÓN desde el primer día de preparación a la primera comunión. El itinerario catequético sería el siguiente:

A los siete años de edad los niños comienzan la catequesis de Eucaristía, que ha de durar dos años. Al finalizar el primer año hacen su «primera confesión», y de ese modo se van familiarizando con el sacramento de la misericordia divina, y se les alienta a que confiesen con regularidad (por ejemplo una vez al mes). En su segundo año de catequesis, además de acudir a Misa dominical, se les prepara en una sólida piedad para que reciban la comunión no como el final de un camino sino como un hito fundamental de ese camino que continúa. Al hacer la primera comunión, y sin cambiar de catequista para evitar «rupturas afectivas», se sigue la catequesis de «pre-confirmación» que durante tres años hace que el niño siga su familiaridad con la vida cristiana sintiendo la Iglesia como su hogar. De forma que a los 12 años de edad puedan confirmarse (a esa edad el Niño Jesús visitó el Templo: quinto misterio gozoso). Con 12 o 13 años, justo antes de la convulsa adolescencia, el niño ha recibido una fuerza sacramental que puede asentarle en la Fe y permitirle seguir caminando, ojalá que con la ayuda de sus padres y de algún medio formativo donde poco a poco se integre desde su libertad.

Tengo referencias de que la confirmación a los 12 años se ha hecho en diócesis como Cuenca, y con excelente resultado.

Cuando ese itinerario se ROMPE tras la primera comunión, surge un vacío muy fuerte y como la mayoría de los padres no son practicantes, los niños muy pronto asumen la primera comunión como un divertido recuerdo y nada más. Y luego, tras años de indiferencia sacramental y de ausencia de vida cristiana……….se apuntan a la confirmación desde una situación de conciencia donde ya no se distingue el pecado de la Gracia, la moral objetiva del vicio, y donde ya se han recibido tal cantidad de influencias que, en la mayoría de los casos, la catequesis suena a «música celestial» (con perdón de la palabra inoportuna).

Entonces, aún se si aplicara el itinerario descrito…..¿qué pasa con los jóvenes o adultos que solicitan confirmarse? Pues que han de recibir no una «catequesis teórica» a la que asistirán para cubrir el horario y adquirir el sacramento «como si fuera un derecho». Pienso que lo más coherente, y bueno para ellos, es que desde una formación de garantía se prime en ellos la vida sacramental y el compromiso. O sea: que nadie se confirme si el sacerdote no tiene plena constancia de dos bases:

1: Que viva la mínima vida sacramental (Misa dominical y confesión)

2: Que viva algún VÍNCULO con la Iglesia, ya sea pertenencia  a un movimiento y/o colaboración regular en área parroquial)

Si esas dos condiciones no se dan, entonces mejor NO confirmarse y a la vez animar a que se den para diferir la confirmación.

Si no se da un GIRO URGENTE a la praxis de la confirmación, podemos estar pecando gravemente de colaboración con el mal, pues una confirmación de alguien que no tiene la más MÍNIMA intención de seguir vinculado a la Iglesia, supone un TRIPLE SACRILEGIO:

– Confesión realizada sin propósito

– Comunión recibida en pecado

– Confirmación recibida en sacrilegio

Y esto, queridos lectores, SUCEDE HOY Y AHORA, y sucede masívamente.

Estamos en PRIMAVERA metereológica (en el hemisferio norte, si), pero no lo estamos en la Iglesia. Y si aspiramos a la primavera eclesial habría que plantearse la praxis de este sacramento, y plantearlo con urgencia.

Padre Santiago González
Padre Santiago González
Sacerdote de la archidiócesis de Sevilla ordenado en el año 2011

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