De Cristo expulsando a los mercaderes del Templo

Para el martes primero de Cuaresma

El Evangelio refiere como Cristo entró en el templo con aplausos y alabanzas, y echó con imperio a los que le profanaban, fue envidiado de los Sacerdotes, y dejándolos se volvió a Betania.

PUNTO PRIMERO. Considera la honra que trae consigo la virtud, y como es aplaudida no solamente de Dios sino de los hombres, como se vio en Cristo nuestro Señor, y cobra nueva estima de los buenos, estando siempre de su parte: gózate de los aplausos de Cristo, y júntate con los que le bendicen, clamando con ellos: Bendito sea el Señor y el Salvador, que viene a traernos la salud en el nombre de Dios. ¡Oh Salvador del mundo! ¡Oh Hijo de David! ¡Oh Libertador de los presos! ¡Oh Redentor de los cautivos! No me dejéis en las prisiones, tened misericordia de mí, y sienta mi alma los efectos de vuestra redención.

PUNTO II. Considera como no se aprovechó de los aplausos para estimación suya, sino para ampliar la gloria de Dios, mirando por su honra y su gloria, sanando los enfermos que se llegaron a él en aquella ocasión. Aprende tú a no envanecerte con los tuyos ni tomar ocasión de las alabanzas de los hombres para ensoberbecerte y despreciar a los otros, sino para mayor humildad y hacer bien a todos a ejemplo del Salvador.

PUNTO III. Mira a Cristo, tomado del celo santo de la gloria de su Eterno Padre, entra en el templo, y siendo la misma mansedumbre, usar de rigor con los que le profanaban comprando y vendiendo, y haciendo la casa de oración casa de negociación. Aprende del celo de Cristo a celar su honra y gloria, y entra dentro de ti mismo y purifica el templo de tu corazón de todas las ocupaciones seculares y vanas que le profanan y no le dejan entregarse todo a Dios Nuestro Señor.

PUNTO V. Considera la envidia y contradicción de los fariseos que se opusieron a lo que obraba el Salvador, y como los dejo y se fue a Betania, que se interpreta casa de obediencia, y no te turbes si por las buenas obras que hicieras se levantaren contra ti enemigos de contradicción; más a el templo de Cristo persevera en el bien común, y lleva hasta el alza las obras del Señor, y ruégale que no te deje ni se aparte de ti como de estos envidiosos y calumniadores fariseos en pena de sus pecados.

Para el mismo día
De lo que hizo Cristo después de la cena

PUNTO PRIMERO. Dice el evangelista san Juan, que Sabiendo Jesús que se llegaba su hora de pasar de este mundo al Padre, aunque siempre amo a sus discípulos, pero en el fin dio las mayores muestras de amor: adonde debes meditar lo primero, como Cristo Siempre amo: a los suyos, y siempre te amo a ti, no a tiempos ni con interpolaciones, sino siempre; y tú también le debes amar siempre sin cesar un punto de su servicio. Vuelve los ojos a ti mismo, y mira cuantas veces le has dejado de amar y te has olvidado de quien te tiene escrito en su corazón sin olvidarse jamás de ti, y exclama de lo íntimo de tu alma diciendo: ¡Oh Dios mío amantísimo! ¡Oh quién se olvidara de sí mismo antes que olvidarse de vos! ¡Oh Señor y dueño mío! Pésame en el alma del tiempo que no os amé; no miréis a quien yo soy, dadme por vuestra bondad una centella de volcán de vuestro pecho para que me encienda de manera en vuestro amor, que aunque quiera no pueda dejar de amaros ni olvidarme de vos.

PUNTO II. Considera como reconociendo, el Salvador que se llegaba su hora, abrevio los plazos y amontonó los misterios, obrando muchas y grandes cosas en Servicio de Dios y bien de los hombres. Mira, alma mía, que también se llega tu hora de salir de este mundo para ir al Eterno Padre: ¿cómo estás tan remiso y negligente? Atiende lo que debes hacer, y que es tiempo de darte prisa y obrarcon fervor y diligencia doblando las tareas y las obras de caridad para con Dios y los hombres a ejemplo del Salvador.

PUNTO III. Dice el evangelista que dio fin Cristo a la cena legal del Cordero, y se levantó de la mesa. No le obligaba la ley; pero nos dio ejemplo a cumplir en primer lugar las leyes a los que nos obligan: esto debes establecer en tu alma con su ejemplo, como lo establecía David (l), el cual decía que escribía la ley de Dios en medio de su corazón: esta es la primera devoción que debes entablar en el tuyo y anteponerla a todas las demás, y pedir a Dios gracias para cumplida, como tienes obligación.

PUNTO IV. Considera como dio allí fin la ley antigua y empezó la nueva de Cristo Nuestro Señor: dale gracias por la merced que nos hizo tan a costa suya, y medita como debes guardar todo lo que nos enseñó, y como lo has guardado hasta aquí  y acuérdate de lo que sucedió a Moisés cuando vio la idolatría del pueblo que hizo pedazos las tablas  de la ley de Dios, privándoles de ellas como a indignos de recibirlas por su alevosía. Tiembla de los castigos de Dios; reconoce que has pecado contra su santa ley; que eres indigno de ella, y humíllate en su presencia y pídele con ansias de tu corazón que no te castigue como mereces privándote de su ley, sino que te perdone y dé su gracia para empezar de nuevo a servirle y merecer ser uno de los suyos y de los que la guardan perfectísimamente sin faltar un ápice, como el mismo Cristo la guardo.

Padre Alonso de Andrade, S.J

Meditación
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Meditaciones diarias de los misterios de nuestra Santa Fe y de la vida de Cristo Nuestro Señor y de los Santos.

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