Cuento con moraleja ecuménica

Erase que se era, un pueblo remoto de la geografía perdida cuyos habitantes, desde generaciones, andan enfrentados dando lugar a dos bloques prácticamente irreconciliables. ¿Cuál fue el motivo? Ni más ni menos que la escultura que preside la plaza mayor del pueblo y que es el símbolo que representa a toda la comarca: “El monumento al caballo”.

Se sabe que fue un terrateniente, que teniendo diferencias con el alcalde por unas tierras, y viendo que no se le daba la razón, no tuvo otra ocurrencia mayor que atacar al monumento, que tanto enorgullecía a los lugareños, corriendo la voz de que el monumento no era al caballo sino a la acémila, esto es, al burro.

Ante tal disparate, pues era evidente que el animal del monumento representaba a un caballo, nadie del pueblo hizo caso, aun menos el alcalde. Pero he aquí, que la familia del terrateniente se puso de su lado, así como sus empleados, por la cuenta que les traía. Lo que empezó como una anécdota absurda fue tomando envergadura, hasta el punto que fallecido el terrateniente y el alcalde, sus familiares y descendientes continuaron con la disputa, que con el devenir del tiempo tomó una dimensión inusitada, hasta el punto de no hablarse medio pueblo con el otro.

Las desavenencias acarrearon durante generaciones verdaderos problemas irresolubles con gran detrimento para la imagen del pueblo y su economía, pues el turismo es una de las fuentes actuales de ingresos de las arcas del  ayuntamiento.

Pero  la situación actual ya no es la de tiempos remotos, hoy impera un gran clima de diálogo entre ambas facciones enfrentadas, hasta tal punto que se ha llegado a un acuerdo entre los dirigentes de ambas facciones; por un lado el alcalde, que desde tiempos remotos ha representado a la parte juiciosa que mantiene la verdad de que el animal del monumento es un caballo, y por otra el descendiente del terrateniente que se obstina en que el animal del monumento es  la acémila.

El acuerdo al que llegaron es el siguiente:

  • Punto 1º: Ambos estamos de acuerdo que la figura del monumento es un animal.
  • Punto 2º: Que este animal tiene cuatro patas y cola.
  • Punto 3º: Que el monumento es de gran utilidad para el pueblo, y por tanto hay que preservarlo y promocionarlo.

El acuerdo ha supuesto el principio del fin de las “hostilidades”, tras generaciones de intolerancia por ambas partes. La unión de entre ambos bloques está muy cerca, la paz ha llegado al pueblo y todos se felicitan efusivamente.

A partir de la firma del acuerdo, los folletos que se impriman en la fiestas del pueblo ya no harán referencia al monumento al caballo, sino al monumento del animal de cuatro patas y cola.  Prácticamente todos en el pueblo hablan ya  del “animal de cuatro patas y cola”, excepto algunos intolerantes que desprecian el diálogo y se empeñan en seguir hablando del caballo. Los vecinos están muy felices de haber llegado a tan glorioso acuerdo y reconciliación gracias al talante dialogante del alcalde actual y del descendiente del terrateniente.

Moraleja ecuménica:

Siempre es posible el acuerdo con los que están en el error y no piensan salir de él: basta con callar la verdad.

Monseñor Montesinos.

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