Meditación para el viernes veintidós
PUNTO PRIMERO. Considera el premio que Dios promete a los mansos de corazón, conforme a varias interpretaciones de los santos que cita santo Tomás en su Catena. La primera es de san Juan Crisóstomo, el cual dice que les promete Dios que poseerán la tierra, porque se la dará en mayor abundancia que la que perdieron por no pleitear, ni andar en lides y contiendas; y no se puede negar que los mansos y piadosos, pacíficos y blandos de corazón roban los corazones de todos, y se hacen señores de ellos; de todos son amados y queridos, hasta del mismo Dios, que como está escrito, resiste a los soberbios (1), y da gracia a los humildes. Pondera el aborrecimiento que Dios y los hombres tienen a los iracundos, duros y ásperos de condición, y el cariño y voluntad que tienen a los mansos, blandos y apacibles: y pídele que te dé mansedumbre, para merecer el premio que promete a los mansos de corazón.
PUNTO II. Considera lo segundo, que les ofrece poseerán la tierra, como dice el mismo san Crisóstomo, de sí mismos, de sus almas y sus cuerpos, señoreando y sujetando sus apetitos y pasiones, y gozando de una tranquilidad y paz del cielo, sin alterarse ni turbarse por cosa alguna de la tierra, que es una suma felicidad: los malos, soberbios e iracundos, siempre están alterados, y como la mar, se inquietan por cosas de aire que pasan como el viento: y así dice el Señor (2) que no tienen paz los malos; pero los mansos y humildes siempre gozan de paz, no sólo con los hombres sino consigo mismos, y tienen a raya y enfrenados sus apetitos, porque Dios les hace señores de ellos. Pondera, pues, el valor de este premio, en que empiezan desde luego a gozar una participación del cielo, y enciéndete en deseos de alcanzarle por medio de esta virtud.
PUNTO III. Considera que esta tierra que les ofrece Cristo a los mansos, según el parecer de san Gerónimo, es la que tomó el mismo Cristo de nosotros, porque como dice el santo, habita en nosotros por la mansedumbre, y los mansos de corazón poseen la tierra del Señor, porque se les da y comunica liberalísimamente: ¡Oh dichosa virtud! ¡oh feliz suerte la de los mansos de corazón, porque ellos poseerán a Dios, y Dios los poseerá a ellos: Cristo habitará en sus almas, y ellos tendrán morada en Cristo! Carga le peso de la meditación sobre este premio tan crecido, y mira y pondera a qué precio le compraras, y cuánto dieras por él si se vendiera, y una vez alcanzado en qué le estimaras; y propón en tu corazón trabajar hasta alcanzarle, aunque te cueste la vida.
PUNTO IV. Considera que según enseña san Ambrosio, esta tierra que poseerán los mansos es aquella felicísima del cielo, de la cual dice David (3): mi parte en la tierra de los que viven; que esta es tierra de los que mueren, mas en aquella no tiene lugar la muerte, la enfermedad, el pesar ni la discordia, la tristeza ni el mal; porque todo es un sumo bien, paz, concordia, gusto, alegría, tranquilidad y seguridad en Dios, que es el gozo de todos. ¡Oh dichosos los que merecen tener en ella lugar! Los mansos la poseerán como propia herencia suya, sin recelo de perderla para siempre jamás. Gózate con la consideración de este premio y da mil gracias a Dios porque la destinó en galardón de esta virtud, y pídele juntamente que te de su divina gracia para ser manso y humilde de corazón, para sufrir y padecer, y perder todo el mundo antes que faltar en esta virtud.
Padre Alonso de Andrade, S.J
1-Jacob. 4
2-Isaí. 48
3-Psalm. 144