Meditación para el domingo veintidós
Escribe el sagrado Evangelista, cómo se juntaron los fariseos con los ministros de Herodes, y vinieron a Cristo con designio de cogerle alguna palabra en que poder acusarle; preguntáronle para esto, si era lícito pagar el tributo al César, y mirando la moneda y en ella la imagen del César, respondió el Salvador: dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.
PUNTO PRIMERO. Considera cómo se unieron para el mal los que estaban discordes para el bien, y cuán propio es de los malos agavillarse contra los buenos: mira sus intentos, que como dice el Sabio (1), siempre tiran al engaño, y sus pies caminan a la perdición; guárdate de aliarte con ellos, deja sus intentos, y no entres en sus juntas, ni tomes sus consejos, que siempre son dañosos y enderezados al mal: pide a Dios que te libre de ellos.
PUNTO II. Considera la resolución que sacaron estos de su consejo, que fue armar un lazo a Cristo para cogerle en palabras: de lo cual has de sacar la circunspección y cuidado que has de tener en tus palabras, y no fiarte de cualquiera, pues no sabes con la intención que te habla, ni el lazo que te arma en las razones que te dice. Pon freno a tu lengua y pesa tus palabras; véndelas caras, y aprende de Cristo a no hablar cosa que pueda ofender a nadie.
PUNTO III. Considera cómo le arman el lazo debajo del cebo de la lisonja, alabándole y engrandeciéndole por insigne Maestro de verdadera y sana doctrina, y que no se ahorraba con nadie, y otras cosas a este tono, para traerle a su intento, y derribarle si pudiesen. Conoce por este lazo cuán pernicioso vicio es la lisonja y la ambición de la propia alabanza, y pídele al Señor que te libre de ella; cierra tus oídos con espinas, como dice el Sabio (2), y no des asenso a sirenas, que con dulces palabras pretenden lisonjearte y derribarte. Oye de mejor gana la verdad que punza, que la mentira que deleita, y di con David (3): corríjame el justo con misericordia y ríñame, y las palabras blandas de los pecadores no lleguen a mi cabeza, ni las oigan mis oídos. Saca esta verdad de esta meditación, oír de buena gana la reprensión de los buenos, y no dar oídos a las lisonjas de los malos; porque éstas te condenarán y aquellas te salvarán.
PUNTO IV. Considera cómo penetró Cristo su malicia, y la intención dañada con que le preguntaban. Pondera la paciencia con que los sufrió, sin darles en rostro su maldad, ni responderles palabra desabrida, y la prudencia con que deshizo sus lazos, mandándoles que diesen al César lo que es del César, y juntamente a Dios lo que es de Dios; y aprende paciencia y prudencia del Maestro del mundo, y a responder con mansedumbre a las injurias de tus enemigos, y a quebrantar su furor con blandura; porque como dice el Espíritu Santo (4): la respuesta blanda quebranta la ira, y la dura enciende el furor. Pide esta gracia al Señor que te enseñó, y que te tenga de su mano, no para romper impaciencias, ni moverte a venganza en los agravios e injurias, sino a humildad y mansedumbre a ejemplo del Salvador.
Padre Alonso de Andrade, S.J
(1) Proverb. 1
(2) Eccl. 28
(3) Psalm. 104
(4) Proverb. 15