Del reino de los cielos que promete Dios a los pobres de espíritu

Meditación para el miércoles veintidós

PUNTO PRIMERO. Bienaventurados, dice Cristo, los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos. Pondera lo primero, que no dice que será, o se le dará, sino que es desde luego, porque desde luego los enriquece de dones y riquezas espirituales, con que empiezan a gozar de una felicísima bienaventuranza en la tierra; y cuando no tuvieran otra más que sacudir de sí la carga de la hacienda y de los cuidados de ella, el trabajo de adquirirla, y la solicitud de conservarla era una gran bienaventuranza. Considera lo que padecen los ricos y de la carga y afanes que están libres los pobres, y luego los deleites espirituales que les comunica dios en sus almas, al paso que dejan los temporales, y hallarás una felicidad y tranquilidad del cielo: llora la ceguedad de los mortales que tienen por felices a los ricos y por infelices a los pobres, y con la codicia de lo temporal no sienten la carga de su alma;  y pide a Dios que te de gracia para dejar lo terreno y gozar de su bienaventuranza en la tierra, principio de la del cielo.

PUNTO II. Considera que también son desde luego bienaventurados y empiezan a poseer el reino del cielo, porque reinan a sus pasiones y son superiores a sus apetitos sin sujetarse a ellos. A los ricos llamó David (1) varones de las riquezas, porque son esclavos suyos, y más ellos de las riquezas que las riquezas suyas, pues las obedecen y sirven en todo, y por ellas afanan y sudan sin tener un día de descanso. ¡Oh miserable esclavitud por lo que otros han de gozar! Pero los pobres de espíritu que voluntariamente las renuncian y no se sujetan a estas codicias y avaricias, viven y reinan sin esta sujeción, y tienen el ánimo libre para volar a Dios: vuelve los ojos a ti mismo y considera cuánto tiempo has vivido en esta miserable esclavitud: llora tus yerros pasados, y sacude el yugo pesado de todo lo temporal de tu cerviz, y ruega a Dios que te dé un espíritu libre para poderle servir y reinar a todos tus apetitos.

PUNTO III. Considera que no hay dos glorias, ni alguno puede gozar dos reinos, acá y allá; y que si quieres gozar el del cielo, has de renunciar forzosamente a las riquezas y honras de la tierra; y que por eso dijo Cristo, que era de los pobres y no de los ricos el reino de los cielos; porque estos tienen acá su consolación, y aquellos no. Carga pues el peso de la consideración en ponderar la diferencia que hay de uno a otro, y qué locura es dejar el eterno por el temporal y el verdadero por el falso, y resuélvete firmemente a renunciar el mundo por adquirir y gozar de Dios.

PUNTO IV. Pon los ojos en Cristo nuestro Redentor, que fue la norma y el ejemplo de los fieles, y su vida el camino de la vida; y considera cuán de corazón abrazó la pobreza y despreció las riquezas desde el pesebre hasta la cruz, el reino que poseyó en esta vida y el que goza en la otra: repasa en tu memoria la dicha de los santos que le siguieron, pisando y despreciando lo que el mundo adora, y anímate con su ejemplo a seguir sus pisadas y a despreciar el mundo y sus riquezas, y gozarás aquí una paz y tranquilidad celestial y después el reino de los cielos.

Padre Alonso de Andrade, S.J 

1-Psalm. 75.

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Meditaciones diarias de los misterios de nuestra Santa Fe y de la vida de Cristo Nuestro Señor y de los Santos.

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