Hay muchas personas que toman contacto con grupos eclesiales, de los cientos que existen, muchas veces a través de su propia parroquia, o de amigos que los introducen, pero no tienen un criterio claro de cómo evaluar a los mismos más allá del barniz de ser “buenas personas”, que parece hoy en día es la fórmula mágica que todo lo lava y suple.
La Iglesia, en toda su historia, ha tenido que juzgar a miles de personas y grupos que se desviaron de la verdadera Fe, y entre los criterios que tomaba no se ha contado nunca el de ser “buenas personas” para eximirlos. No los he conocido personalmente, claro está, pero posiblemente muchos de los grandes herejes de la historia fueran “buenas personas” según el concepto minimalista moderno que lo reduce, desligándolo de la verdad de la Fe, a no cometer atrocidades de tipo criminal o sexual, tener un trato afable y a mostrar un esmalte de tinte filantrópico.
Para el fiel de a pie es compresible sea muy difícil conocer de primeras todo lo que hay detrás de cada movimiento, grupo, parroquia, asociación e incluso coro musical. No lo saben ni tienen porque estar versados en profundidades teológico-críticas. Pero sí pueden hacerse unas simples preguntas a modo de prueba del algodón:
1. ¿Se produce y estimula en los miembros una verdadera vida sacramental basada en la confesión frecuente, la asistencia a la Santa Misa, y el seguimiento de los mandamientos acorde en todos sus puntos con el perenne magisterio de la iglesia, especialmente en la moral y costumbres? ¿o por el contrario las “buenas personas” no confiesan apenas nunca y tienen sus propios “mandamientos” de lo que está bien y lo que está mal?
2. ¿Se respeta a Jesús Eucarístico fomentando la debida reverencia ante el Rey de Reyes, arrodillándose y cuidando de su integridad en todas sus partículas como si fuera la vida de uno mismo? ¿o por el contrario se trata a la Eucaristía como un vulgar alimento despreocupándose por completo de si caen partículas o no al suelo y sin el menor gesto visible de reverencia?
3. ¿Se habla, respeta y difunde la Tradición y el magisterio de la Iglesia en su integridad basándose en toda la riqueza magisterial de 2000 años ininterrumpidos y sin saltos mutiladores? ¿o bien sólo se habla casi exclusivamente del magisterio a partir del Concilio Vaticano II como si lo anterior estuviera caduco y no sirviera ya?
4. ¿Se tiene clara la ruta de salvación de cada uno, que en función de nuestra vida y obras cristianas nos salvaremos o condenaremos para toda la eternidad? ¿o bien se proclama que todos estamos ya salvados?
Hay muchas más preguntas, claro está, pero con sólo estas ya puede ver luz de donde está. Si en alguna de estas preguntas la respuesta es negativa, tenga por seguro que algo hay desviado en dicho entorno, grupo o movimiento, por muy aprobado que esté, por muy “buenas personas” que sean, por muy buenas “otras” cosas que hagan, por muy todo lo muy que usted quiera añadir. ¡Algo falla! ¡Y grave!
Es triste decirlo, no se trata de pesimismo, sino de realismo, muy poquitos no lo ensucian. No lo olvide: el algodón no engaña.
Miguel Ángel Yáñez