El Evangelio Explicado: II Infancia y Vida Oculta de Jesús: (10. Adoración de los pastores: Lc. 2, 15-20)

10.— ADORACIÓN DE LOS PASTORES: Lc. 2, 15-20

Evangelio de la segunda Misa de Navidad

15Y aconteció que luego que los ángeles les dejaron y re­tornaron al cielo, los pastores se decían unos a otros: Llegué­monos hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, que el Se­ñor nos ha manifestado. 16 Y fueron presurosos, y hallaron a María y a José, y al niño reclinado en el pesebre. 17 Cuando esto vieron, entendieron lo que se les había dicho acerca de aquel niño. 18 Y todos los que lo oyeron se maravillaron: y también de lo que les habían referido los pastores. 19 Y María guardaba todas estas cosas, ponderándolas en su corazón. 20Y se volvie­ron los pastores glorificando y loando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, tal como se les había dicho.

Explicación.

Cumplida su misión, el ángel anunciador de la buena nueva y el ejército angélico que dijo por vez primera el Gloria in excelsis…, dejaron a los pastores y re­gresaron a los cielos, de donde vinieran. Extáticos los pasto­res en la contemplación del insólito espectáculo, no articu­laron palabra mientras gozaron de la luminosísima visión y del angelical concierto de voces. Pero ello les dejó en el alma una santa ansia de conocer la realidad; y así que quedan otra vez solos, mutuamente se incitan a salvar la distancia que de Belén les separa, como de un kilómetro, para ver con sus ojos la verdad de la palabra, o la realidad de los hechos, que el Señor les había manifestado : Y aconteció que luego que los ángeles les dejaron y retornaron al cielo, los pastores se decían unos a otros: Lleguémonos hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, que el Señor nos ha manifestado.

Corrieron presurosos los pastores: fe, esperanza, gozo, emoción, todo les fué acicate para ir en busca de Jesús: ¿qué israelita, cuando todos sabían que era inminente la ve­nida del Mesías, no Sentiría el estímulo de ver al Cristo de Dios? Y fueron presurosos. Buscaron con diligencia el lugar donde se hallaba el recién nacido, y hallaron a María y a José y al niño reclinado en el pesebre, tal como el ángel les anunció.

El Evangelista no deja aquí la sobriedad exquisita de su narración: pero de los siguientes versículos cabe deducir la escena íntima y deliciosa que ante la cuna de Jesús se des­arrolló. Vieron al Niño, reconocieron la verdad de cuanto se les había anunciado y contaron el suceso a los felices espo­sos. Almas sencillas, a las que no había impuesto sigilo el ángel del Señor, cuentan minuciosamente la visión que han tenido aquella misma noche: Cuando esto vieron, entendie­ron lo que se les había dicho acerca de aquel niño. Contá­ronlo a otros, que el bien es difusivo de sí y los grandes sucesos reclaman el anuncio y el comentario, a más de que sabían los pastores que el gozo era «para todo el pueblo»; y la ingenua narración atraería al pobre establo más gente Y todos los que lo oyeron se maravillaron: y también de lo que les habían referido los pastores. Así fueron éstos los primeros propagadores de la buena nueva, que tuvo de esta suerte el grado de publicidad necesario para que no pasara inadvertido el acontecimiento. Los que creyeron, aguardaron en el silencio la salvación por el Mesías nacido. Los cuidados de la vida pudieron ahogar en otros el recuerdo de aquellas maravillas.
Un alma santísima había para la que nada pasaba inad­vertido y que lo guardaba todo en sus más recónditos pensamientos y afectos: era María: Y María guardaba todas estas cosas; es decir, la narración de los pastores, con todos los detalles que ante ella pondrían de relieve en conversación pintoresca, los mismos sucesos del viaje, y los episo­dios ocurridos en Belén. Y meditaba todas estas cosas, pon­derándolas en su corazón, rumiándolas interiormente, y comparándolas con las que personalmente le habían ocurrido a ella, Y en todo veía suma conveniencia: de donde se robustecía su fe y su amor a Dios, que tan pródigo había sido con ella. De esta fuente purísima del Corazón de María bebería San Lucas la narración de los episodios de la infancia de Jesús: los conservaba María para narrarlos a los Apóstoles después de la glorificación de su Hijo.

Ofrecidos por los pastores los homenajes de su amor y fe, quizá, según la tradición, algunos dones propios de su profesión pastoril, se volvieron glorificando y loando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, en el campo, cuando guardaban los rebaños, y en el establo; que no sólo verían a Jesús en el pesebre, sino que oirían de labios de la Virgen dulcísimas palabras que confirmarían la visión angélica, y daban gloria a Dios porque todo era tal como se les había dicho.

Lecciones morales.

a) v. 15. Y aconteció que luego que los ángeles les dejaron… —Debemos creer que los ángeles intervienen en las cosas humanas. Como hay espíritus malignos que trabajan para perder a los hombres, así ha puesto Dios a los ángeles buenos para contrarrestar la eficacia de aquéllos y conducirnos a Dios : «Te confió a sus ángeles para que te guarden en todos tus caminos» (Ps. 9o, 11.12). En el orden histórico universal, vemos al ángel bueno y al malo en el mismo Paraíso: ellos intervienen en los principales episodios de la vida del pueblo de Dios, hasta anunciar su nacimiento a los pastores de Belén. En el orden personal, Dios ha dado a cada uno de nosotros un ángel que nos guarde y dirija. Podríamos decir que él nos anuncia también a Jesús cuando nos hace sentir interiormente su voz. Debemos profesar a nuestro ángel amor y reverencia. Debemos pedirle con instancia su protección, y seguir sus impulsos. En cualquier lugar y acción debemos sentir temor y respeto por la presencia de nuestro ángel.

b) v. 16. — Y fueron presurosos… — Cualquiera que sea nuestra posición social, nuestro talento o nuestra cultura, debemos ser siempre sencillos como los pastores. Para los sencillos han sido siempre las comunicaciones y revelaciones de Dios. El mismo Jesús decía: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas a los sabios y prudentes, y las revelaste a los pequeños» (Mt. 11,25). El misterio del nacimiento de Jesús es revelado a los pastores y fué oculto a los doctores de Israel. La espiritual simplicidad es una predisposición a la entrada de la ciencia de Dios en nuestras almas. Antes mereció conocer la gracia de Dios la inocencia que el poder, y la simple rusticidad pudo saber la verdad antes que la soberbia realeza, dice San Ambrosio.

c) v. 17. — Cuando esto vieron (los pastores) La fe es, en nuestra religión, el camino de la visión clara. Creyeron los pastores la palabra del ángel, y merecieron ver la realidad del Nacimiento del Señor y saber las cosas que les contaría su santísima Madre. Creamos también nosotros, dice San Beda, cuanto nos enseña la Iglesia, y mereceremos ver la realidad en el cielo, donde no hay fe, porque hay visión clara de Dios, ni enigma, porque Dios se manifiesta a sus escogidos tal cual es.

d) v. 19. — Y María guardaba todas estas cosas… — De María debemos aprender la meditación de los beneficios de Dios: la reconcentración espiritual que da estabilidad y arraigo a la fe: el silencio meditativo que guarda y acrece la verdad y la virtud.

 

 

 

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