Recientemente Joseph Shaw presentó el libro lanzado por Angelico Press, “El tradicionalismo Gentil”. ¿Hay un símbolo mayor de gentileza y amabilidad que la Sagrada Familia que celebramos hoy?
Desafortunadamente esto nos ha llevado a recordar a aquel viejo enemigo de todo lo que es bueno y apropiado en la Tradición Católica, el horrible tradicionalista. Éste es amargo, resentido, sentencioso, hipócrita y agresivo. Como San Pablo advierte en su Segunda Epístola a Timoteo sobre algunos hombres en los últimos días, el horrible tradicionalista es aquél “sin afecto”, “sin paz”, “sin amabilidad” – ellos tienen “una cierta apariencia de devoción, pero negando su poder”.
Recuerda que la Misa es un Sacrificio, y que debe fomentar la paz y la alegría, no el resentimiento y el rencor. Es por culpa del horrible tradicionalista en medio de nosotros, en nuestras congregaciones, capillas, parroquias, familias, que con frecuencia debemos escuchar y leer palabras denigrantes sobre todos los fieles tradicionales, o incluso conservadores, de parte de los Obispos, e incluso del Sumo Pontífice, que no son los mejores amigos de las Misas Tradicionales. Ellos no traen a nadie hacia Cristo con su comportamiento, ni siquiera a ellos mismos. Ciertamente no ayudan a expandir la Buena Nueva de la Salvación del Señor al mundo entero – ¿quiénes quieren escuchar buenas noticias de aquellos que parecen personificar sólo malas noticias? ¿Cuántos han sido ahuyentados de la Tradición cuando estaban justo conociéndola, a causa de ser humillados por el horrible tradicionalista y su venenosa boca y espíritu?
No caigas en su trampa. Si ves a un ser querido con los primeros signos del horrible tradicionalista, llévalo a un dirección espiritual de manera urgente (en estos casos, la confesión frecuente no es suficiente, sino un acompañamiento espiritual de un buen y dócil sacerdote). De lo contrario sería demasiado tarde. “Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú, ¿por qué desprecias a tu hermano? Porque todos estaremos sentados en la silla del juicio frente a Cristo. Pues está escrito: Mientras vivo, dijo el Señor, todas las rodillas deberán doblarse ante mí, y todas las lenguas deben confesar a Dios. Entonces cada uno de nosotros debe rendir cuentas a Dios personalmente. Entonces no juzguemos más uno al otro… Para el reino de Dios no es carne y bebida, sino justicia, y paz, y alegría en el Espíritu Santo. Aquel que sirve a Cristo, complace a Dios y es aceptado entre los hombres. Entonces sigamos a las cosas que son de paz, y mantener las cosas que son para edificar uno hacia el otro.” (Romanos 14)
[Traducido por Sarita Riveros. Artículo original]