“La Misa es el momento en que cada uno de vosotros podéis cumplir literalmente mi mandato. Toma tu cruz y sígueme” (El Calvario y la Misa, Arzobispo Fulton J. Sheen)
Seguramente que muchos días al igual que yo misma, Vds. se han despertado pensando en cómo será el rostro de Jesús. Hace poco una persona me regalaba una estampa y cuando me la entregó me dijo, “dicen que es la más fiel reproducción del rostro de Nuestro Señor”. No dudo de la buena intención de las personas que hacen estos piadosos grabados, pero me quedé pensando en ello y es seguro, que no hay ningún cuadro ni imagen que haga justicia a lo que debe ser la inmensidad de una belleza indescriptible. Cuando me doy un recorrido por los distintos museos de nuestra geografía pienso exactamente lo mismo, “como será tu rostro, Señor, que no hay pincel que lo pueda dibujar”.
Lo cierto es que tenemos ojos, pero no vemos…El rostro del Señor se nos muestra todos los días ante nosotros, en la Hostia…pero no nos damos cuenta, no lo vemos, ¿No caeríamos de rodillas si viéramos esta realidad que se nos presenta a diario? Por desgracia, no somos conscientes de que en la Santa Misa nos acercamos con la Madre al Calvario, para recoger el Cuerpo de Cristo y formarle un Sagrario en nuestro interior.
Me preguntaba el otro día una amiga por algunos cambios que ella apreciaba en mi vida, “te noto distinta, pero no sé lo que es”, “¿Para mejor o para peor?”, le pregunté, “tus ojos brillan como nunca, me pregunto cómo es posible que estés tan enamorada”…Es verdad que estoy enamorada de mi esposo, de mis padres, de mis hermanos, de mis sobrinos, pero el que rasga mi alma de arriba abajo y hace resplandecer mi rostro, no es otro que Jesús, el Amor que siento hacia Él, hace que perfeccione el amor por las personas que me rodean. Él es el que empuja todos lo cambios en nuestra vida, Él es el que nos va mostrando el cielo en la tierra, siempre y cuando nosotros, nos dejemos guiar. El gran secreto de belleza espiritual no es otro más que dejarse Amar por Dios, dejarnos abrasar en su Sagrado Corazón. El Señor se entrega a nosotros enteramente y nos muestra su Santo Rostro en la Santa Misa Tradicional. Desde que empecé a acudir a ella, sin lugar a dudas, mi vida cambió y es normal que se aprecie esa transformación, es algo inexplicable, desborda de tal manera el interior, que inevitablemente, sale al exterior. ¿No le llama la atención a la gente que nos rodea cuando cambiamos algo de nuestro físico, el color del pelo, el corte, etc? ¡Cómo no va a sorprender y agradar la belleza de un alma limpia! Ni el rostro humano más bello, podrá jamás superar a un alma pura.
En mi Diócesis, como en tantas otras, la Misa sólo se celebra por el rito Novus Ordo, así que…no queda más remedio que desplazarse, si queremos saborear la excelencia. En mi caso, unos 500 kilómetros que intento recorrer frecuentemente. Esto supone un gasto similar a cualquier recibo que Vds. tengan contratado: luz, agua, gimnasio, televisión a la carta, Internet…suma y sigue, porque aunque estamos en crisis no nos privamos de nada, ¿No vale la pena darse de baja en un gimnasio, o dejarse de cines y cafés, por disfrutar de un dulce del cielo? Se lo dije el otro día y se lo repito, sean radicales, corten con lo que nos ata a las cosas terrenales y entréguense a los bienes espirituales. Cuando llegue nuestra hora, no nos llevaremos la televisión, ni el smartphone, ni la ropa, ni la casa, ni el coche, ni nada, seremos sólo un alma frente al Señor y cuanto más pura y limpia la tengamos, mayor será Su abrazo. Me hace gracia cuando me llaman para venderme algún producto, siempre me dicen lo mismo, es un euro al día. Pues fíjense Vds. así de sencillo, propónganse ir a la Santa Misa Tradicional, incluso, es posible que la tengan en su Diócesis o a menos kilómetros, con lo cual, no tendrían ni que desplazarse, ni gastar ni una sola moneda en gasolina. Les he puesto el caso más desfavorable, para que vean como vale la pena saltar montañas para poder ver el rostro del Señor. Yo lo tengo claro, ¿Y Vds.?
Mis queridos lectores, no es una imposición, es una proposición, ¿Saben por qué? Porque les quiero y si no les hablo de esto, el Señor me pedirá cuentas.
¿Vds. creen que podrán llegar a un diálogo de Amor con Jesús Sacramentado en medio de una Misa en la que hay un continuo trasiego de diálogos sin fin, de genialidades del Sacerdote, de laicos subiendo al Presbiterio, de Ministros extraordinarios de la Comunión acercando al Señor a nuestra boca, de música más propia de una excursión cheli de los años 60 que de una Misa y en medio de un ambiente que no tiene nada que ver con lo que Vds. desean y con lo que el Señor quiere? ¿Desean ver Su rostro y acompañarlo a la Cruz? ¿Quieren ser las manos que limpien el cuerpo de Jesús de escupitajos, golpes y afrentas? Vayan a la Santa Misa Tradicional.
¿Se imaginan empezar la Santa Misa escuchando a los serafines decirnos “Gaudete in Domino semper: iterum dico gaudete…”, en vez de “ven, ven Señor, no tardes, ven, ven, ven que te esperamos”?… ¿Ven? ¿A qué alma vendrá? Sean realistas, ¿Vendrá el Señor a la mayoría de nuestras Misas Novus Ordo? Vendrá por nuestra Fe nada más y porque muchos de los que acudimos, agarramos nuestro Rosario y nos situamos mentalmente en ese cielo que Él reserva para los que le aman: La Santa Misa Tradicional, que se inicia con el Confiteor, con el cual reconocemos nuestra impiedad y que por nuestra causa, el Señor murió en la Cruz, ¿Lo sienten así, habitualmente? Seguro que no. Pues de esta manera tan hermosa, sosegamos nuestra alma y nos preparamos para vivir la Pasión del Señor.
“El Confiteor a los pies del altar es el reconocimiento de nuestra indignidad; el Confiteor de la Cruz es nuestra esperanza de perdón y absolución. Las heridas del Salvador fueron terribles, pero la peor herida de todas sería olvidarnos de que nosotros fuimos sus únicos causantes. El Confiteor puede salvarnos de esto, porque es el reconocimiento de que hay algo que debe ser perdonado, y mucho más que nunca sabremos” (El Calvario y la Misa, Arzobispo Fulton J. Sheen)
En la Santa Misa Tradicional el tiempo se para, como se detuvo para el Señor en la subida al Calvario. No fue rápido, fue lento, cada una de Sus pisadas, era una mirada o una lágrima de las piadosas mujeres que lo acompañaban. Ese silencio acompaña igualmente la Santa Misa.
“Cuando en torno el silencio me recubre,
En las horas del día o de la noche,
Resuena un grito que me pone tenso,
Clamor que rueda de la Cruz del monte.”
(El Calvario y la Misa, Arzobispo Fulton J. Sheen)
Todos unidos sin distinción de nuestro idioma, rezamos en una lengua común, la lengua de la Iglesia: el Latín que por su grandeza y su universalidad, derriba los muros que nos separan. Eso es ser Hijos de Dios, orar en una misma lengua, una lengua pensada por y para la Liturgia, es decir, para dar Mayor Gloria a Dios.
“Cuando asistimos a la Misa no somos individuos de la tierra o unidades solitarias, sino partes vivas de un gran orden espiritual en el cual el Infinito penetra y envuelve lo finito” (El Calvario y la Misa, Arzobispo Fulton J. Sheen).
Observo en muchas Iglesias, apoyado por la Conferencia Episcopal desde que fue el año de la Fe, como en el momento del Credo, se canta con una música ramplona y cutre, “Creo, Señor, pero aumenta mi Fe”, resquebrajando en pedazos la columna vertebral, el Credo, “Credo in unum Deum”.¡Despierten! Han puesto una bomba de neutrones en nuestros Templos y moriremos gasificados.
Las personas que acuden a la Santa Misa Tradicional, saben a lo que van, lo tienen claro, nadie llega tarde y se vive el momento central, “la Consagración”, en absoluto silencio y recogimiento, sabiendo que en ese instante, Dios mismo, se está dado por nosotros, está siendo crucificado por nuestros pecados y cuando las Santas manos del Sacerdote levantan la Hostia… ¡Por fin!…Ante nosotros aparece el rostro de Jesús, ¿No es para caerse derretido de Amor? Todos los artistas de la historia intentando plasmarlo con su pincel, jamás han sido capaces y sin embargo, ahí, delante de nosotros, el Señor va a pintar el gran lienzo con su faz y lo va a imprimir en nuestras almas. ¿Cómo no caer de rodillas al recibir la Santa Comunión?
“Lo que sucedió aquel día en la Cruz, está sucediendo ahora en la Misa, con esta diferencia: en la Cruz estaba solo; en la Misa está con nosotros.” (El Calvario y la Misa, Arzobispo Fulton J. Sheen)
Qué diferente todo esto, con lo que nos presentan nuestros Párrocos, ¿Verdad? Cuántas cosas nos ocultan, pero, ¿Saben por qué? La mayoría de nuestros Presbíteros carecen de formación, salen completamente deformados de los seminarios y eso es lo que transmiten a las almas que tienen a su cargo. No todos, obviamente, sino la situación sería paupérrima, pero sí en un alto porcentaje.
El otro día me llamaba la atención como una persona que habitualmente acude a la Misa de diario, llegaba en el momento de la Comunión, dejaba el carrito de la compra a un lado y se unía a la fila tan ricamente…Esto es impensable si uno entiende lo que es la Santa Misa, ¿Llegaría la Madre o Juan al Calvario cuando el Señor ya hubiera fallecido? Todos estos hechos horribles que ocurren habitualmente, son sacrilegios cometidos desde la ignorancia porque nuestros Pastores no forman, están a otras cosas, a otros guitarreos. Nadie llega tarde a la Santa Misa Tradicional, al contrario, se hace con el tiempo necesario para confesar y para hablar con Jesús y pedirle que prepare nuestra alma para unirnos espiritualmente a Él. Cuando sale el Sacerdote, todo está dispuesto, sabemos a donde vamos y sabemos con Quién estamos. No hay nada en el mundo comparable a lo que allí se vive, no hay palabras para poder describir esa gran belleza que se nos da gratis, completamente gratis ¿Vds. quieren que su alma reviente de Amor a Dios? ¿Quieren saber como es el rostro de Jesús? No lo duden, vayan a la Santa Misa Tradicional. Yo lo tengo claro, elijo privarme de cualquier bien terrenal y lo cambio ahora mismo, sin dudar, por estar en la Santa Misa. ¿No va la gente de vacaciones, gastando incluso el dinero que no tienen? Todo eso no aporta nada a nuestro interior, simplemente nos vacía y nos llena de mundo, de pecado. Piénsenlo detenidamente, mediten sobre los esfuerzos que hacen por ir aquí, allá, comprar, ascender en el trabajo…Todo eso no nos aporta nada, excepto infelicidad. Infórmense sobre dónde se celebra cerca de sus hogares la Misa Tradicional o si lo ven viable, hablen con sus Obispos de esto, exíjanlo, tenemos derecho, no se queden en la línea de los segundones, de los que no toman el postre, Vds. están en primera línea, en los que quieren amar más y más a Dios.
Se preguntarán, si esto es así, ¿Por qué no en todas las Diócesis se permite de manera regular, la celebración de la Santa Misa? Muy simple, con el Concilio Vaticano II, entró un tsunami en nuestra Iglesia, la obra del maligno era cepillarse todo lo Santo y Sagrado y no encontró mejor puerta que la principal, nada de entrar por la trastienda, la Misa Novus Ordo ha sido su gran victoria. Sacerdotes que delegan en manos de laicos comprometidos, desatendiendo su principal función y así nos situamos en un escenario lleno de gente que sólo quiere figurar y que no aguantarían ni diez minutos en el banco simplemente meditando la Pasión del Señor. Curas que tienen vocación de showman y seglares que quieren ser Presbíteros durante media hora. Este es el panorama.
Háganse un buen regalo de Reyes, acudan solos o en familia a la Santa Misa Tradicional y entenderán todo lo que les he contado. Alguno pensará que cada vez nos radicalizamos más, pero, es inevitable, el Señor lo quiere todo, nada de entregarnos a medias, morir con Cristo en la Cruz, ese es nuestro destino si de verdad lo amamos. Las Gracias espirituales que obtengamos en esta vida, serán nuestro equipaje para la vida eterna.
“Tal es la finalidad de la vida! Redimirnos a nosotros en unión con Cristo; aplicarnos sus méritos a nuestras almas, siendo como Él en todas las cosas, hasta en su muerte de Cruz. Él pasó por su Consagración en la Cruz para que nosotros pasemos por la nuestra en la Misa” (El Calvario y la Misa, Arzobispo Fulton J. Sheen)
“¿Estamos persuadidos que la Santa Misa nos llama a vivir las profundidades y saludables realidades del Calvario? La Misa es, en el verdadero sentido de la palabra, el Sacrificio único por el cual manifestamos a Dios nuestra religión, le adoramos, le damos gracias, le suplicamos y expiamos; es el Sacrificio que nos religa perfectamente a Cristo, el Sacrificio que religa los hombres unos con otros en una admirable unión de espíritus y de corazones que, el mismo Sacrificio, estimula, cimienta y corona” (Padre Juan Manuel Rodríguez de la Rosa)
Sonia Vázquez
[mks_separator style=»solid» height=»5″ ]
- Todas las citas de este artículo pertenecen al libro “El Calvario y la Misa”, de Monseñor Fulton J. Sheen que fue reeditado en España por el Padre Juan Manuel Rodríguez de la Rosa.