El desierto de atacama en Chile es el lugar más seco en todo el mundo y allí hay muy poco que puede vivir pero hay un animal que se llama el guanaco que vive en partes de este desierto donde no ha llovido en más de 50 años. ¿Cómo es posible? Solamente porque durante la noche la niebla sube del océano y cada mañana el viento la empuja sobre esta tierra árida colocando rocío en los cactus y piedras el cual los guanacos lamen para hidratarse. Este es solamente uno de bastantes ejemplos maravillosos del ingenioso diseño de Dios, proveyendo para la supervivencia y perfección de todas sus criaturas hasta las detalles más finos de una manera tan impresionante y sabia y particularmente con este ejemplo, nos ponemos a pensar en las palabras del introito de la misa de hoy, las cuales hemos rezado muchas veces durante el adviento.
Rorate caeli desuper, et nubes pluant iustum
Es decir:
Cielos, enviad rocío de lo alto, y nubes, lloved al Justo
Mientras podemos ver que Dios provee para su creación con mucho cariño y cuidado, en verdad Dios se preocupa por los hombres mucho más porque tienen un destino sobrenatural y llevan la imagen y semejanza de Dios.
Pues, la antífona sigue: “ábrase la tierra, y brote al Salvador. Los cielos cantan la gloria de Dios, y pregona el firmamento las obras de sus manos.”
Entramos hoy en la cuarta semana de adviento, y hemos estado preparándonos para la venida de Nuestro Señor y este tiempo representa los miles de años de preparación de la humanidad para su Salvador, una preparación, come dice San Pablo a las Galatas, para “El cumplimiento del tiempo.”
Y ¿no es perfectamente justo que alguien tan importante tuviera tanto tiempo y tantos precursores para preparar su venida? Y ¿no es apto que ellos que recibirán la salvación que traerá estén dignamente preparados?
San Juan Bautista era uno de sus heraldos – “la voz que grita en el desierto: preparad el camino del Señor.” Pero, él era sólo uno de muchos.
Después del pecado de Adán y Eva, Dios los castigó pero al mismo tiempo les prometió en el capítulo 3 del libro de Génesis: “Yo pondré enemistades entre ti y la mujer, y entre tu raza y la descendencia suya: ella quebrantará tu cabeza y andarás acechando a su talón.”
Vemos, entonces, cómo Dios empezó a preparar a la humanidad desde el principio y también cómo la promesa fue cumplida. La obediencia de María sanó la desobediencia de Eva y, por el poder de su divino hijo, aplastó a la antigua serpiente.
Pero, la humanidad necesitaba mucho tiempo para prepararse para este triunfo. Tenía que sufrir mucho y aprender a humillarse y a confiar completamente en Dios y a buscar su felicidad en Él, pues, Dios seguía atrayéndola y llamándola y perdonándola. Y por medio de sus profetas, seguía preparándola para su venida.
Les prometió a Abraham, Isaac, y Jacob que de su simiente levantaría una familia noble y casi innumerable y por lo cual todas las naciones serían benditas.
A Moisés, le prometió que le suscitaría otro profeta como ti.
Y al Rey David, le prometió que de su semiente, le suscitaría un rey para todas las naciones y que el reino suyo nunca fallaría y en el evangelio del San Mateo encontramos el linaje de Cristo que prueba que Jesús es el hijo de David, el rey para siempre.
Además los profetas predijeron muchas de las particularidades de la vida de Cristo, y por eso los Magos orientales pudieron saber precisamente el tiempo y el lugar de su nacimiento.
El profeta Miqueas predijo que el Mesías sería nacido en Belén; Isaías que sería nacido de una virgen y llamado Emanuel, es decir: “Dios está con nosotros”, que gente del este vendría en camellos para adorarlo llevándole riquezas, y que sería llamado uno que viene de Nazaret; Oseas que se fugaría a Egipto y regresaría; Jeremías que habría una masacre de niños en el lugar del nacimiento del Mesías; y Daniel predijo precisamente el tiempo cuando vendría el Hijo del Hombre que también es el Hijo de Dios. Y los detalles de tiempo y lugar y los nombres de los líderes políticos que encontramos en el evangelio de hoy nos exigen realizar que la venida de Cristo en este preciso lugar, en este preciso tiempo en tales circunstancias fue precisamente por el diseño divino.
Y estas profecías son simplemente algunas que atañen a su nacimiento. Podríamos presentar muchas más que hablan de su misión, de sus sufrimientos y de su muerte, de su iglesia y su mensaje, etc. También podemos incluir las predicciones de Él – un Salvador – que se encuentran entre los paganos por todo el mundo.
¿Y hay personas que puedan dudar de la realidad e identidad de Cristo? ¿Hubo algún otro personaje en la historia de la humanidad cuya venida haya sido preparada de tal manera durante tantos siglos y haya sido cumplido tal precisamente? ¡Qué bellas son las obras, la sabiduría y el amor de Dios!
Aunque es cierto que sólo una palabra suya hubiera bastado para salvarnos. El amor de Dios es pródigo y Él quería no solamente perdonar nuestros pecados, más quería santificarnos y convencernos de corresponder a su amor. “Lo que fue suficiente para la redención,” dice San Juan Crisóstomo, “no fue suficiente para el amor.” ¿Qué más podría haber hecho para merecer una respuesta generosa de nosotros? Vino para compartir nuestra vida en todos sus aspectos y para compartirla y santificarla completamente.
Empezó a sacrificarse desde su entrada en el mundo: al encerrarse en el vientre de María, al no encontrar hospedaje, al sufrir el frío del invierno, al dormir en una cama de paja áspera, y al estar en peligro su vida por la envidia de Herodes y tener que huir. Toda su vida fue una cruz. “¿No escucharon,” dice San Bernardo, “la voz de la cruz y de estas heridas gritando para hacerte sentir cuánto te ama?”
Entonces, toda la obra que Dios ha hecho para preparar su venida y para convencernos de su amor, merece una respuesta de nosotros. ¿Y qué será? ¿Cómo preparamos el camino de su entrada en nuestros corazones y aprovechar el tiempo de adviento que nos queda?
La iglesia nos enseña que hay tres medidas principales que nos preparan: la oración, el ayuno, y las buenas obras.
San Francisco de Asís no podía pensar en nada más que en la pasión de nuestro Señor, y por pensar en ella, lloró tanto que casi se quedó ciego. Y una vez cuando alguien le preguntó por qué lloraba, le contestó, “Lloro por las tristezas e ignominias de mi Señor, y más, por saber que los hombres por quienes sufrió, viven en olvido de Él.”
Pongámonos a imitar a San Francisco en eso – rezando mucho, y siempre manteniendo sus inmensas obras de amor en la mente como una meditación perpetua, y a través de esta medida intentemos enfocarnos en el verdadero mensaje de la Navidad y quitar las distracciones de una “navidad mundana.”
En el evangelio escuchamos a San Juan Bautista exigiendo la penitencia. Por nuestras culpas merecemos un gran castigo, pero sin mérito nuestro, el Señor nos lo ha quitado. Por medio de la penitencia, agradezcámosle, entrenemos nuestros cuerpos, y castiguemos las desordenadas pasiones para que progresemos en la vida de virtud y gracia.
En los conventos de Las Misioneras de la Caridad, existe la costumbre de colocar, en secreto, en el nacimiento una hoja de paja por cada sacrificio hecho durante el adviento, preparando una cuna como debemos preparar nuestros corazones.
En cuanto a las buenas obras: El ejemplo generosísimo de Nuestro Señor debe inspirarnos a imitarlo.
Especialmente cuando consideramos su buena obra más maravillosa.
“Hemos visto,” dice San Lorenzo Justiniano, “la sabiduría se hizo tonta por un exceso de amor.”
Morir en la cruz y resucitar para salvarnos no era suficiente para Él, quería permanecer con nosotros, sus amados, para siempre, y entonces desde su nacimiento estuvo preparándonos para la revelación del pináculo de sus hechos de amor.
Jesús nació en un pueblo llamado Belén que significa en hebreo la casa de pan. En lugar de en una cama, fue colocado en un pesebre, es decir, el comedero de animales, y cuando iba a celebrar su última cena e instituir la Santísima Eucaristía, dijo: “Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer.” Y de hecho, desde ahí hasta el fin del mundo, la humanidad nunca estará sin el recuerdo – y más aún: el sacramento – de su pasión y muerte. Y por medio de este, Él sigue viviendo con nosotros, dentro de nosotros y por nosotros.
“El amor que Cristo nos ha mostrado, dice San Alfonso, no sólo nos obliga a amarlo, sino en cierta manera, nos fuerza y nos constriñe a amar a un Dios que nos ha amado tanto.”
Y no hay mejor manera para cumplir este deber de amarlo, que al aprovecharnos de la medidas perfectas que nos ha regalado – la Santa Misa y el Santísimo Sacramento.
Es por medio de estos, que, en verdad, toda carne verá la salud de Dios.
Todo el mundo está consumido por la ganas de celebrar la navidad y toda la felicidad que nos da. Pero cada día, en el Santo Sacrificio de la Misa, hay un nuevo Belén y ahí encontramos no sólo un recuerdo de su venida sino una venida actual, específicamente para vivir dentro de nosotros. ¿Qué razones hay para no aprovechar – estar presente en la misa con mayor frecuencia y, cuando estamos, entregar nuestros corazones más perfectamente? ¿Por qué no hacemos que nuestro propósito para la navidad y el año nuevo sea vivir y prolongar la paz y felicidad de la navidad por asistir más frecuente y más devotamente a la Santa Misa y para esto, podríamos quedarnos enfrente de la cuna adorándolo y agradeciéndole.
Les dejo las palabras del Padre Mateo:
El ara del altar, ¿no es, por ventura, otra cuna, y el altar mismo otro Tabor más elocuente aún que el del Evangelio? Los pañales de las especies sacramentales le envuelven, le fajan y le hacen impotente. El sacerdote, ¡oh maravilla!, debe hacer de madre, para moverle y darlo a pastores y reyes…Más pequeño aún, mucho más aniquilado en el Sagrario que en Belén, pero siempre el mismo Jesús. Y nosotros más dichosos, en cierto sentido, que los vecinos y transeúntes que pudieron verle, sonreírle y abrazarle, pues según la bellísima expresión de Bossuet: «Nosotros podemos devorarle por amor, al devorarnos El.» Y esto miles de veces.”
Padre Daniel Heenan