II Domingo de Pascua
Jn 10: 11-16
De nuevo aparece en el evangelio de hoy la figura del Buen Pastor; aunque ante tanta confusión como hay en la actualidad, no puede ser más oportuno hablar de nuevo de esta figura.
Hay hoy día muchos falsos pastores y profetas que enseñan doctrinas ajenas a la fe y a la doctrina de Jesucristo. Es por ello que es necesario recordar cuáles han de ser las virtudes que deberán estar presentes en aquél que se presente como pastor para saber si realmente es el Buen Pastor.
Se nos dice que el Buen Pastor ha de ir delante de sus ovejas, darles ejemplo, morir por ellas; pero vemos que también muchos pastores de sectas han tenido estas “cualidades” y en cambio no han sido buenos pastores. Luego el ser Buen Pastor ha de tener una virtud que sea realmente peculiar y esencial, esa virtud es la de ser “puerta”. San Juan nos los dice claramente en el capítulo 10 de su evangelio: “Yo soy la puerta. El Buen Pastor entra por la puerta; y todo aquél que no entra por la puerta es ladrón y salteador”. Cristo es la “puerta”. El que asimila su vida, enseñanzas… es el que entra por la puerta; ese es el Buen Pastor. Aquellos que son fieles a Cristo, a su Persona, a sus enseñanzas, son los Buenos Pastores.
La virtud principal del Buen Pastor pues, es ser “puerta”. El Buen Pastor se conforma a Cristo, es fiel a sus enseñanzas, a su espíritu; de lo contrario es ladrón y salteador.
Una vez que el Buen Pastor es puerta, entonces debemos buscar en él las demás virtudes: ir delante de las ovejas, darles ejemplo e incluso su propia vida.
El Buen Pastor no tiene voluntad propia, sino que ha de ser fiel a lo recibido; del mismo modo que hizo Cristo: “Mi doctrina no es mía sino la de Aquél que me envió”. Nadie que pretenda ser Buen Pastor puede difundir una doctrina propia; si el mismo Cristo no lo hizo, cuánto menos, nosotros.
El Buen Pastor ha de ser obediente, como lo fue Cristo. Una obediencia hasta la muerte incluso. Porque ha perdido su propia vida, tampoco puede predicar su propia doctrina.
Hoy día está de moda la primacía de lo subjetivo frente a lo objetivo. Se dice: “las leyes pueden decir lo que quieran. Primero está mi conciencia”. Es el imperio de la propia voluntad, frente a las leyes de Dios. Es el mismo pecado de los ángeles y de Adán y Eva. Esta doctrina del imperio de la propia conciencia se difunde y es aceptada por los cristianos más ingenuos.
Hemos de seguir las enseñanzas de Cristo y no la de los malos pastores. Recordemos lo que nos decía San Pablo: “Si alguien.. os evangelizara con doctrinas distintas… sea anatema”. En realidad, sólo se dejan engañar los que desean ser engañados.
Como nos dice el mismo Señor: “¡Cuidaos de los malos pastores, van disfrazados de ovejas, pero en realidad son lobos feroces”.
Hoy día hay muchos malos pastores, y en cambio nadie levanta su voz; salvo unos pocos seglares. Si algún sacerdote osa levantar su voz, rápidamente es acusado y perseguido…
¿Cómo conoceremos al Buen Pastor? El Buen Pastor será aquél que se conforme y predique la doctrina de Cristo. En medio de tanta confusión saldríamos indemnes si amáramos rendidamente a Cristo. El hombre no encuentra su propia vida si no ama; y todo amor, para ser auténtico, ha de partir de Dios, pues Dios es la fuente de todo amor.