Homilía en Santa Marta
“La fuerza del hombre es la oración”
En el Evangelio de hoy, Jesús nos invita a rezar sin cansarnos, mediante la parábola de la viuda que pide con insistencia a un juez inicuo que le haga justicia. Así hace y hará Dios justicia a sus elegidos, que gritan a Él día y noche, como hizo con Israel guiado por Moisés para salir de Egipto. Cuando el Señor llama a Moisés le dice: He oído el llanto, el lamento de mi pueblo. El Señor escucha. Y en la primera Lectura hemos escuchado lo que hizo el Señor, con su palabra omnipotente: Del Cielo viene como un guerrero implacable. Cuando el Señor toma la defensa de su pueblo es así: un guerrero implacable que salva a su pueblo. Salva y lo renueva todo: Toda la Creación fue modelada de nuevo en su propia naturaleza como antes. El Mar Rojo se vuelve una calzada sin obstáculos… y aquellos a los que protegía tu mano, pasaron con todo el pueblo.
El Señor escuchó la oración de su pueblo, porque oyó en su corazón que sus elegidos sufrían, y lo salva de modo poderoso. Esa es la fuerza de Dios. ¿Y cuál es la fuerza de los hombres? ¿Cuál es la fuerza del hombre? La de la viuda: llamar al corazón de Dios, llamar, pedir, quejarse de tantos problemas, tantos dolores, y pedir al Señor la liberación de esos dolores, de esos pecados y de esos problemas. La fuerza del hombre es la oración, y la oración del hombre humilde es la debilidad de Dios. El Señor es débil solamente en esto: es débil ante a la oración de su pueblo.
El culmen de la fuerza de Dios, de la salvación de Dios está en la Encarnación del Verbo. Por tanto (el Papa se dirige a los canónigos de San Pedro que concelebran la misa), vuestro trabajo es precisamente llamar al corazón de Dios, rezar, pedir al Señor por el pueblo de Dios. Y los canónigos de San Pedro, justo en la Basílica más cercana al Papa, que es a donde llegan todas las oraciones del mundo, recogen esas oraciones y las presentan al Señor: esto es un servicio universal, un servicio a la Iglesia. Vosotros sois como la viuda: rezar, pedir, llamar al corazón de Dios, cada día. Y no se durmió nunca la viuda cuando hacía esto, era valiente. El Señor escucha la oración de su pueblo.
Vosotros sois representantes privilegiados del pueblo de Dios en este papel de rezar al Señor por tantas necesidades de la Iglesia, de la humanidad, de todos. Os agradezco este trabajo. Recordemos siempre que Dios tiene una fuerza, cuando quiere que cambie todo. Todo fue modelado de nuevo,dice. Es capaz de modelarlo todo de nuevo, pero también tiene una debilidad: nuestra oración; vuestra oración universal cerca del Papa, en San Pedro. Gracias por este servicio y seguid así por el bien de la Iglesia.