Meditación para el domingo dieciocho
El evangelio es de San Mateo en el cap. 9 donde dice: Que aportando Cristo a su ciudad le trajeron un paralitico enfermo en la cama, y atendiendo en la fe de los que le traían, le dio salud, mandándole a tomar su cama y volverse a su casa, con admiración del pueblo y espanto de todos.
Punto I: Considera en este paralitico, gafo de pies y manos, sin poderse mover, hecho un retrato de duelos, la miseria del hombre y su flaqueza, y cual quedó por el pecado, sin fuerzas ni virtud para obra buena, y pide a Dios su gracia para servirse; humíllate en su acatamiento, reconociendo como por ti no tiendes fuerzas para nada, y que todo lo bueno te vine de su divina mano, de quien lo has de esperar.
Punto II: Considera la viva fe de los que trajeron el paralitico a Cristo en su misma cama, con firme confianza de alcanzar la salud de su poderosa mano; como con efecto la alcanzaron; y acusa tu poca fe y muerta esperanza, por la cual no alcanzas lo que pides; avívala en todas tus peticiones con el ejemplo de estos, y no decaigas ni perdones en trabajo o diligencia, que Dios gusta de ello, y que pidas e insistas con mucha confianza, para concederte lo que pides.
Punto III: Considera la liberal benignidad del Salvador, el cual al punto que llegaron y le rogaron por el enfermo, sin más largas ni dilación se inclinó en su petición y le concedió la salud; aprende a ser liberal con los pobres y enfermos, y afectuoso con todos, inclinándote a sus ruegos y socorriendo con presteza y liberalidad sus necesidades, mirando en todos a Cristo, a quien representan, y curándolos por su amor, como tu quisieras ser oído y curado por Él.
Punto IV: Considera la magnificencia de Cristo, la cual fue tan grande en esta ocasión, que pidiéndole la salud del cuerpo para este enfermo, le dio la del cuerpo y la del alma, perdonándole sus pecados. Engrandece su liberalidad, y gózate de tener un Dios y un Señor tan magnifico, que da mil veces más que le sabemos pedir. Ponte en su presencia, y preséntale tus necesidades, y confía en su bondad, que Él te dará más que tú le sepas pedir; esfuerza tu corazón, y no seas corto en rogarle y suplicarle, que mayor en su liberalidad, que tu necesidad, y más voluntad tenga de darte, que tú de recibir. Exclama con este pueblo y si con afectos de tu corazón: bendito, alabado y glorificado sea el tal Señor, y el que vino con tal potestad a los hombres para darles salud.
Padre Alonso de Andrade, S.J