PUNTO PRIMERO. Considera lo que dice el evangelista san Juan, que visto el milagro, en que el Salvador convirtió el agua en vino, creyeron sus discípulos en él, no porque antes no creyesen, sino porque con esta maravilla se confirmaron más en su fe, y creció el aprecio que tenían de su persona en sus corazones. Pondera cuántas maravillas mayores ha hecho y hace cada día delante de tus ojos, y la tibieza de tu corazón en creerle y amarle, pues nunca se aumenta, sino antes con un desmayo y frialdad grande vas siempre a menos en su aprecio, como lo declaran tus obras hechas en su ofensa: abre los ojos y repara en esta verdad, y cuán muertos están tu fe y tu entendimiento y voluntad, y propón firmemente de avivarla con la contemplación de sus misterios y con obras de verdadera caridad.
PUNTO II. Considera cómo mandó Cristo a los ministros llenar las hidrias de agua, cosa tan contraria a lo que se pretendía; porque quiere Dios, como enseña el apóstol san Pablo, que cautivemos y rindamos todo nuestro entendimiento en obsequio de la fe, sin escudriñar ni disputarlo que nos dice y enseña, conociendo que no alcanza nuestra corta capacidad la alteza de sus misterios. ¡Oh alma mía! ríndete en todo y por todo a la voz y enseñanza de Dios: mira quién es el que te enseña, sabiduría inmensa, bondad infinita, que ni puede engañarse ni engañarte, y no quieras saber más: toma la leche de la fe como el niño el pecho de su madre, cerrando los ojos a todo discurso humano; porque la fe pierde el merecimiento a donde hay claro conocimiento.
PUNTO III. Considera lo que dice Santiago, que la fe está muerta sin las obras, porque ella sola no da la salvación sin ella: mira si la tuya está viva o muerta: si haces obras dignas de cristiano y de discípulo de Cristo, estará viva y merecerás reinar con él en el cielo; pero si eres en el nombre cristiano y en las obras gentil, estará muerta y será para ti de mayor arao el conocimiento que tienes y no haber obrado con él: saca de aquí propósitos firmísimos de corresponder con tus obras a la fe y nombre que tienes y hacer una vida tal que sea digna de un discípulo del Redentor.
PUNTO IV. Considera por una parte la necesidad tan grande de la fe, que sin ella, como dice el Apóstol, es imposible agradar a Dios, porque es la raíz y el fundamento de toda verdadera virtud, y por otra parte la inmensidad de almas que ha dejado Dios nuestro Señor en las tinieblas de la infidelidad, y la merced que te ha hecho a ti en traerte a su fe y conocimiento, y dale infinitas gracias por este incomparable beneficio, y pídele juntamente que te de gracia para corresponder a él como tienes obligación, y envíe su luz a los que viven en las tinieblas de la infidelidad, y obreros a su Iglesia que los alumbren y saquen de ellas y los traigan a su fe y conocimiento.
Padre Alonso de Andrade, S.J