La piedra del escándalo

María Santísima, la Mujer del Génesis (3, 15) y del Apocalipsis (12, 13), es la Mujer del Calvario, la Corredentora, es la Mujer vestida con traje de batalla por el Padre y el Hijo para dar batalla por las almas. Esto nos llama a cada uno de nosotros a una pregunta crítica y personal: ¿Estamos listos y dispuestos en todas las esferas de la vida, a unirnos a la Mujer Corredentora en la gran batalla espiritual de estos días?

San Ignacio de Loyola, san Luis María de Montfort, y antes de ellos San Ignacio de Antioquía y San Antonio del Desierto nos dicen que estamos en medio de una batalla espiritual, ya sea que la reconozcamos o no. Y quizá lo más peligroso es estar en medio de una batalla espiritual y no saberlo. En cualquier batalla, hay pérdida de vidas, pero en esta batalla la pérdida es más que la vida, es la pérdida de la gracia, la pérdida de almas.

¿Estamos dispuestos a entrar en orden de batalla? Esa invitación demandará sacrificio, demandará la horadación de nuestros corazones, como fue horadado su Inmaculado Corazón. Muchas veces nuestro si demandará el ofrecimiento de nuestra reputación, mientras permanezcamos con la Corredentora al pie de la Cruz,[1] para ser piedras de escándalo.

I. Jesucristo roca de tropiezo y piedra de escándalo

El Libro Profético de Isaías fue siempre uno de los preferidos para alimento espiritual en las sinagogas, porque presentaba al Mesías anhelado con una claridad meridiana. Hela aquí:

Saldrá un retoño del tronco de Isaí, y de sus raíces brotará un renuevo. Descansará sobre él el Espíritu de Yahvé; espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de conocimiento y temor de Yahvé. Su delicia consistirá en el temor de Yahvé; no juzgará según lo que ven los ojos, ni fallará según lo que oyen los oídos; sino que juzgará a los pobres con justicia, y fallará con rectitud en favor de los humildes de la tierra; herirá a la tierra con la vara de su boca, y con el aliento de sus labios matará al impío. La justicia será el cinturón de sus lomos, y la fidelidad ceñirá sus flancos (Is 11, 1-5).

Él será (vuestra) santidad, más también una piedra de tropiezo, y una roca de escándalo para las dos casas de Israel, un lazo y una trampa para los habitantes de Jerusalén (Is 8, 14).

La piedra desprendida de la montaña sin concurso humano (Dan 2, 34-45) y que se hace ella misma un monte (vs 34 s.) es, símbolo de Jesucristo, el Mesías y Salvador. Él fundará su reino sobre las ruinas de los imperios del mundo. Él es la piedra fundamental del reino de Dios, como vaticinó ya Isaías: “He aquí que pondré en los cimientos de Sión una piedra, piedra escogida, angular, preciosa, asentada por fundamento” (Is 28, 16). Jesucristo se llama a Sí mismo piedra en Mt 21, 42 ss., donde dice a los judíos que el reino de Dios les será quitado, y agrega: “Quien cayere sobre esta piedra, se hará pedazos; y a aquél sobre quien ella cayere, lo hará polvo” (cf. Sal 117, 22). El Mesías, en efecto, fue piedra de tropiezo para Israel que lo rechazó (cf. Lc 2, 34; Is 8, 14; Rm 9, 33; I Pe 2, 7), y aquí se presenta haciendo polvo (versículo 35) a los imperios gentiles. También los intérpretes judíos están de acuerdo en reconocer que esta nueva descripción designa el reino que según los oráculos de los profetas debía fundar el Mesías. El monte de donde se desprende la piedra es “probablemente la colina de Sión que en otros oráculos cristológicos, está en relación estrecha con el Mesías y su reino. Cf. Sal 2, 6; 19, 2; Is 2, 2, etc.” (Fillion).[2]

Lo natural en nosotros, hombres caídos, es escandalizarnos de Él como lo hicieron hasta sus discípulos, según Él lo había anunciado: «Díjoles Jesús: «¿No habéis leído nunca en las Escrituras: “La piedra que desecharon los que edificaban, esa ha venido a ser cabeza de esquina; el Señor es quien hizo esto, y es un prodigio a nuestros ojos? Por eso os digo: El reino de Dios os será quitado, y dado a gente que rinda sus frutos. Y quien cayere sobre esta piedra, se hará pedazos; y a aquel sobre quien ella cayere, lo hará polvo”» (Mt 21, 42).

«Preciosa para vosotros los que creéis; más para los que no creen, “la piedra que rechazaron los constructores (Cf. Sal. 117, 22; Is. 8, 14 s.; Mt. 21, 42; Hch. 4, 11) ésa misma ha venido a ser cabeza de ángulo” y “roca de tropiezo y piedra de escándalo”.» (1 Pe 2, 7-8).

El término griego skandalon, que emplea el Evangelio, significa, tropiezo u obstáculo que hace tropezar.

Nuestro Señor Jesucristo iba a ser una prueba para los corazones humanos, de tal manera que algunos saldrán con éxito y se levantarán, mientras que otros fallarán y caerán.

Fuente de gracia para los que son fieles, esta piedra misteriosa se convierte sin embargo en piedra de escándalo y de ruina para todos los que pretenden edificar sin ponerla como base en sus sistemas.

II. Verdadero odio y verdadero amor de Nuestra Señora

Hay una creciente batalla en contra no sólo de la devoción mariana, sino de los dogmas marianos, antes solapada, ahora frontal.

Nuestra Señora de Fátima reveló las tres principales ofensas que hieren a su Inmaculado Corazón son los ataques contra los siguientes privilegios, la Inmaculada Concepción, la Maternidad Divina, y, contra su virginidad perpetua. Otras ofensas contra la Santísima Virgen son los ataques contra sus imágenes sacras y escandalizar a los pequeños a quienes tanto ama. Nos corresponde a todos que amamos a María salir en su defensa, ya sea con una palabra o con nuestro ejemplo de vida. Edmund Burke, filosofo irlandés, afirmó: Para que el mal avance basta que los buenos no haga nada. Nos corresponde defender a Nuestra Señora. 

Ella cooperó en la venida del Mesías de la manera más responsable. Era la voluntad de Dios que Ella debía completar lo que estaba faltando, propósito para el cual Dios hizo la extraordinaria provisión de su concepción inmaculada. La primera parte de su respuesta fue que Nuestra Señora rezaba sin cesar, Ella pedía el advenimiento del Mesías. Pedía para que viniese Aquel que podría hacer brillar nuevamente la justicia sobre la faz de la Tierra, para que se levantase el Sol divino de todas las virtudes, golpeando por todo el mundo a las tinieblas de la impiedad y del vicio.

Nuestra Señora deseaba, es cierto, que los justos que vivían en la Tierra encontrasen en la venida del Mesías la realización de sus deseos y de sus esperanzas, que los vacilantes se reanimasen, y que de todos los países, de todos los abismos, almas tocadas por la luz de la gracia levantasen vuelo a las más altas cumbres de la santidad. Pues éstas son por excelencia las victorias de Dios, que es la Verdad y el Bien, y las derrotas del demonio, que es el jefe de todo error y de todo mal.

La Virgen quería la gloria de Dios por esa justicia, que es la realización en la Tierra del Orden deseado por el Creador. Pero, pidiendo la venida del Mesías, Ella no ignoraba que Él sería la piedra de escándalo, por la que muchos se salvarían y muchos recibirían también el castigo de su pecado. Este castigo del pecador empedernido, este aniquilamiento del impío obcecado y endurecido, Nuestra Señora también lo deseó de todo corazón, y fue una de las consecuencias de la Redención y de la fundación de la Iglesia, que Ella deseó y pidió como nadie. El Corazón Inmaculado de María elevó a Dios súplica análoga, por la derrota de los impíos irreductibles. Admirable ejemplo de verdadero amor, de verdadero odio.[3]

Como dice el Padre Faber:  María es la herencia de los católicos humildes y obedientes; auméntase la santidad a medida que crece su devoción, y los Santos están vaciados en el molde del amor a María. El enemigo más temible del pecado es María; pensar en Ella es ya un hechizo contra la culpa, y los demonios tiemblan a su nombre.

Ninguno puede amar al Hijo sin que crezca en el amor a la Madre; ninguno puede amar a la Madre sin que su corazón se deshaga de ternura hacia el Hijo. Por eso la puso Jesús al frente de su Iglesia para que fuese señal para todos los buenos y piedra de escándalo para sus enemigos.[4]

Aflige al pensar que no es infrecuente ese género de devoción mutilada, que nos aparta de los dolores de María, en vez de ponérnoslos, como la sana piedad lo debe, delante de los ojos y en el corazón: nace esto de un cierto escrúpulo artificial, que presumiendo de teológico, nada tiene de conforme a la sana teología, y consiste en creer punto menos que prodigio de habilidad el mostrar como divorciada de Jesús a María, so pretexto de celo por la gloria de Nuestro Señor, y el figurarse que hablando tan livianamente, como lo hacen los que tal piensan de la Madre de Dios, quitarán una piedra de escándalo para este siglo tan descreído, a quien ya el maravilloso humillamiento de Jesús Sacramentado parece más duro de pasar que la maravillosa exaltación de María.[5]

III. La Verdad, la Eucaristía y la Cruz

San Pío X dijo: Permaneced firmes en la verdad que se encuentra substancialmente en Jesucristo, a quien Dios Padre ha constituido piedra angular en la edificación de la nueva Jerusalén, la Iglesia Católica, y todo aquel que tenga bien cimentada su Fe no será confundido.[6]

La Eucaristía fue piedra de escándalo incluso para los discípulos del Señor tras el discurso de Cafarnaúm, no comprendieron el alcance de sus palabras sobre su Cuerpo y su Sangre: Después de haber oído el discurso de Jesús sobre el Pan de Vida y la Eucaristía, muchos de sus discípulos dijeron: «Dura es esta doctrina: ¿Quién puede escucharla?»(Jn 6, 60). Desde aquel momento muchos de sus discípulos volvieron atrás y dejaron de andar con Él (66).

«El Maestro, cuya bondad, entretanto, es inagotable, no intenta atajarlos, explicándoles que sus parábolas tienen solamente un sentido metafórico y no poseen nada que los pueda espantar; al contrario, Él insiste y concluye que la fe es necesaria a cualquiera que quiera comprenderlo».[7]

La Eucaristía hoy, sigue siendo piedra de escándalo. Es el mismo misterio, y no cesa de ser ocasión de división. En 1971, El arzobispo Mons. Lefebvre, explanó las tres razones doctrinales de su rechazo a la reforma litúrgica:

  1. la casi supresión del papel único del sacerdote en el altar, como pronunciando en la persona de Cristo las palabras eficaces de la transustanciación;
  2. la disminución de las señales de reverencia hacia la presencia real de Cristo bajo las especies consagradas;
  3. el menoscabo de la naturaleza sacrificial y propiciatoria de la misa.

Por lo tanto, no se trata de una nostalgia sentimental por una liturgia perimida, sino de un combate por tres verdades de fe católica definidas por la Iglesia.

En la sabiduría y en la cruz, se funda la visión paulina del misterio. La cruz de Cristo es la revelación definitiva de la Sabiduría de Dios. Que quiere que la salvación se realice en Cristo crucificado (1 Cor 1, 24). San Pablo no predica sino a Cristo y este crucificado (1 Cor 2, 2), es el Apóstol que más desarrolla «la doctrina de la cruz de Cristo» (1 Cor, 1, 18), sabiduría de Dios, locura de Dios, escándalo para los judíos, absurdo para los gentiles, fuerza y sabiduría de los cristianos (1 Cor, 1, 20-25).

«La Sabiduría es la cruz y la cruz es la Sabiduría».[8] La «Carta a los amigos de la cruz» de San Luis María de Montfort, es una extraordinaria síntesis de la teología de la Cruz, dice el Santo: «Un amigo de la Cruz es un rey omnipotente, es un héroe que triunfa sobre el demonio, el mundo y la carne en sus tres concupiscencias (1Jn 2, 16). Al amar las humillaciones, espanta el orgullo de Satanás. Al amar la pobreza, vence la avaricia del mundo. Al amar el dolor, mata la sensualidad de la carne (4)».

Para los que observan desde fuera, la cruz es o una locura o un fracaso. Pero para los que creen, es fuente de vida.

El horror a la cruz, es hoy para muchos Pastores motivo de caída: aquellos Pastores que no tomen la cruz diaria de su ministerio cumpliendo en todos los aspectos, no podrán seguir al buen Pastor, que da la vida por sus ovejas. Amarán más su propia gloria, que la de Dios (Jn 8, 50) evitarán cualquier medida pastoral que pueda acarrearles desprestigio, se avergüenzan así de Nuestro Señor Jesucristo, evitan su cruz. Ven su deserción del martirio como prudencia pastoral y benignidad paciente y humilde. Son pues «enemigos de la cruz de Cristo (Flp 3, 18), y así es como el rebaño se dispersa[9]

Hay un horror no sólo a la cruz de la vida cristiana, sino también un ataque diabólico que busca eliminarla de lugares públicos, como múltiples hechos recientes declaran, especialmente en España y Estados Unidos.

La cruz determina la relación del cristiano con el mundo, que «no puede ser una aceptación desenfrenada del mundo ni una total satisfacción de estar en el mundo».[10]

Se duerme en paz sabiéndose piedra de escándalo y signo de contradicción. Esto es; tratando de cumplir con el mandato evangélico.[11]


[1] Cf. MIRAVALLE, S.T.D., Dr. MARK, En orden de batalla con la Corredentora.

[2] Cf.: STRAUBINGER, JUAN, Comentario al libro de Daniel.

[3] Cf.: CORREA DE OLIVEIRA, Prof. PLINIO, Inmaculada intransigencia.

[4] FABER, P. FREDERIK WILLIAM, Los intereses de Jesús, p. 28.

[5] FABER, P. FREDERIK WILLIAM, Al pie de la Cruz, o los dolores de María.

[6] Resistite fortes in Fide, Pascua de Resurrección 1904.

[7] HUGON, Édouard. La Sainte Eucharistie. 4ªed. Paris : Pierre Téqui, 1922.

[8] MONTFORT, San LUIS Mª. de, Amor a la sabiduría eterna, 180.

[9] Cf.: IRABURO, P. JOSE MARIA, Infidelidades en la Iglesia.

[10] CF.: DE FIORES, P. STEFANO, Diccionario de espiritualidad montfortiana, págs. 106-112.

[11] CAPONNETTO, Dr. ANTONIO, Declaración.

Germán Mazuelo-Leytón
Germán Mazuelo-Leytón
Es conocido por su defensa enérgica de los valores católicos e incansable actividad de servicio. Ha sido desde los 9 años miembro de la Legión de María, movimiento que en 1981 lo nombró «Extensionista» en Bolivia, y posteriormente «Enviado» a Chile. Ha sido también catequista de Comunión y Confirmación y profesor de Religión y Moral. Desde 1994 es Pionero de Abstinencia Total, Director Nacional en Bolivia de esa asociación eclesial, actualmente delegado de Central y Sud América ante el Consejo Central Pionero. Difunde la consagración a Jesús por las manos de María de Montfort, y otros apostolados afines

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