La piedra flotante

Según refiere la leyenda, el cuerpo del apóstol Santiago llegó a las costas galaicas en una barca de piedra.

¡Qué disparate!, dirá el lector. ¿Cómo va a flotar una barca de piedra? Imposible, se hunde irremediablemente.

Ahora bien, recordemos que los romanos eran excelentes constructores. Muchas de sus imponentes obras nos han llegado hasta la actualidad, y aún mejor conservadas que las de los griegos. En su mayor parte, las ruinas del Coliseo de Roma no fueron causadas por los terremotos, tan frecuentes en la península itálica, sino porque a lo largo de los siglos que permaneció abandonado lo expoliaban para obtener materiales de construcción de calidad. Los romanos conocían buenas técnicas de edificación, y entre otras cosas sabían preparar varios tipos de cemento capaces de mantener en pie puentes, acueductos y edificios durante varios siglos. Sí, de cemento.

Demos un salto ahora a la isla de Gran Bretaña, en los tiempos actuales. En el estuario del Támesis, entre las localidades de Rainham y Purfleet, antes de llegar a Londres, descubriremos algo insólito: dieciséis lanchas de desembarco (fueron usadas en el de Normandía), abandonadas y en desorden. Llaman la atención porque no están hechas de metal, como es lo habitual. Son nada menos que de hormigón (en Hispanoamérica conocido con el anglicismo ya admitido de concreto; lo digo para que nos entiendan nuestros lectores del otro lado del charco). Que aunque no sea propiamente piedra, no deja de estar hecho con piedra. No son las únicas; quedan algunas en otros lugares del mundo, pero en menor cantidad y más dispersas, por lo que no destacan tanto. Barcos con casco de hormigón ya se habían hecho con anterioridad (el caso más antiguo se documenta en Francia en el siglo XIX). Era barato, pero se desechó después en favor de materiales mejores. Por su composición, el hormigón se puede considerar piedra.

Entonces, ¿tan difícil es que una barca de piedra o incluso un sarcófago arribe a Galicia flotando sobre las olas? Y aunque fuera imposible, ¿acaso hay algo imposible para Dios? Ya hizo flotar una herramienta de hierro en una ocasión:

Mientras uno cortaba una viga, se le cayó el hierro en el agua, por lo cual exclamó: «¡Ay, señor mío! Era prestado.» Preguntó el varón de Dios: «¿Dónde ha caído?» Y habiéndosele indicado el lugar, cortó un palo, y lo arrojó allí; y salió el hierro flotando. Entonces dijo: “Recógelo”; y él alargó la mano y lo asió (2º de Reyes 6, 5-7).

Y aquí tenemos una curiosa piedra que flota en un estanque, en recuerdo de la que llevó a las costas de Galicia el cuerpo del Apóstol. No es la original ni se la presenta como tal. Se encuentra en una finca de la provincia gallega de Lugo. Pesa 270 kilos y tiene en su interior una figura que representa a Santiago, aunque no se aprecia bien en la foto.

En estos tiempos de corrección política y pacifismo blandengue, no está de más recordar también, en la festividad del Santo Patrón de las Españas, que hablamos de un santo guerrero, hijo del trueno, que en numerosas ocasiones ha intervenido en defensa de la fe cuando los españoles corrían peligro. Conocida es su intervención en la batalla de Clavijo contra los moros, pero no viene mal recordar otros casos semejantes. Los dos primeros los relata Garcilaso el Inca en su Historia de la Conquista del Perú. El primero, cuando doscientos españoles estaban sitiados en Cuzco por varios millares de indios:

A esta hora y en tal necesidad, fué Nuestro Señor servido favorecer a sus fieles con la presencia del bienaventurado apóstol Santiago, patrón de España, que apareció visiblemente delante los españoles, que lo vieron ellos y los indios encima de un hermoso caballo blanco, embrazada una adarga, y en ella su divisa de la orden militar, y en la mano derecha una espada que parecía relámpago, según el resplandor que echaba de sí. Los indios se espantaron de ver el nuevo caballero, y unos a otros decían: “¿Quién es aquel Viracocha que tiene la illapa en la mano?” (que significa relámpago, trueno y rayo). Donde quiera que el Santo acometía, huían los infieles como perdidos, y desatinados, ahogábanse unos a otros, huyendo de aquella maravilla. Tan presto como los indios acometían a los fieles por la parte donde el Santo no andaba, tan presto lo hallaban delante de sí, y huían de él desatinadamente. Con lo cual los españoles se esforzaron y pelearon de nuevo, y mataron innumerables enemigos, sin que pudiesen defenderse, y los indios acobardaron de manera que huyeron a más no poder y desampararon la pelea. Así socorrió el apóstol aquel día a los cristianos, quitando la victoria que ya los infieles tenían en las manos, y dándosela a los suyos. Lo mismo hizo el día siguiente y todos los demás que los indios querían pelear, que luego que arremetían a los cristianos se atontaban y no sabían a qué parte echar, y se volvían a sus puestos, y allá se preguntaban unos a otros diciendo: “¿Qué es esto? ¿Cómo nos hemos hecho útic, zampa, llaclla?” (que quiere decir: tonto, cobarde, pusilánime). Más no por esto dejaron de porfiar en su demanda, como veremos que más de ocho meses mantuviesen el cerco.  (Libro II, capítulo XXIV)

Dos años más tarde, se dio otro caso semejante, que también nos relata el Inca Garcilaso:

El Marqués, viendo la necesidad de su hermano Gonzalo Pizarro y la de todos los suyos, mandó a un capitán que fuese al socorro, y le hizo la demostración que Agustín de Zárate dice, porque más presto le llegase el socorro; pero no bastara la diligencia del uno y la ostentación del otro, para librar de muerte los del cerco, si Dios no peleara por ellos. Porque mientras fueron y vinieron con el socorro, estuvieron tan apretados que se daban por rendidos, hasta que el divino Santiago, Patrón de España, peleó visiblemente en favor de ellos, como lo hizo en el Cozco. Los cristianos, viendo su favor y amparo, y que tan a la mira de ellos andaba para socorrerles en semejantes trabajos, se esforzaron de manera que cuando llegó el socorro ya andaban victoriosos. Y por este favor que allí les hizo Nuestro Señor, determinaron fundar en aquel lugar un pueblo de cristianos que hoy tiene Iglesia Catedral y Cancillería Real, y las minas del Potocchí a diez y ocho leguas de sí, que le han ennoblecido y enriquecido como se ve. El Padre Blas Valera contando en suma las batallas memorables que entre indios y españoles hubo en el Perú, cuenta la que tuvieron en esta provincia, y dice que Dios peleó con ella por su Evangelio. (Libro III, 2ª parte)

Y más recientemente, en Brunete en julio de 1937, a pocos kilómetros de Madrid. Bajo un calor sofocante, con una sed agobiante, en una durísima batalla que sería decisiva para la Cruzada de Liberación; el bando que gane en Brunete ganará la guerra. La batalla que ya parecía ganada da un brusco giro y el bando rojo empieza a cobrar ventaja; Franco se encomienda a Santiago y firma el decreto por el que lo declara Patrón de España. Cuatro días después, precisamente el 25 de julio, festividad de Santiago, cuando la situación parecía ya perdida, aparece de pronto un soldado montado a caballo que, jugándose la vida, atraviesa el campo de batalla arrojando granadas con las que destroza uno a uno todos los nidos de ametralladoras enemigos, sin que una sola bala enemiga lo toque. Todos cobran renovado ánimo y la batalla se gana en pocas horas. Nadie volvió a ver al misterioso jinete que apareció de la nada, por lo que no pudieron felicitarlo ni condecorarlo, pero se cuenta que llevaba una camisa azul y bajo el casco le asomaba una boina roja, y además montaba un caballo blanco como en Clavijo…

¡Felicidades a todos los Santiagos, Jaimes, Diegos y Jacobos!

Bruno de la Inmaculada

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Bruno de la Inmaculada
Meditaciones y estudios desde el silencio claustral y la oración.

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