Meditación Para el jueves dieciocho
Punto I. Considera lo primero como Cristo es rey; y aunque es rey de los cielos y de la tierra, pero el reino celestial es el que más aprecia y que más estima: de este dijo que vino a dar testimonio; de este hablo cuando empezó a predicar, y dijo que hiciesen penitencia porque se acercada el reino de Dios, de este dice San Lucas1, que hablo con sus discípulos cuarenta días, que converso con ellos después de su Resurrección; y este finalmente dijo que estaba preparado para los buenos desde el principio del mundo. Considera pues a Cristo en el trono de su potestad en la mano, en suma majestad, adorado y respetado de toda su corte celestial. Extiende los ojos por aquel reino amplísimo, lleno de todas las delicias, riquezas, honras y grandezas que son considerables con eterna gloria y perpetua seguridad; contempla su grandeza y hermosura, y gózate del premio que te espera por tus trabajos, y enciéndete en vivos deseos de alcanzarle.
Punto II. Considera que los reyes de la tierra ninguna cosa más celan que sus reinos, y ser solos en ellos, y que ninguno tenga parte en su mando, y mucho menos en su corona; pero el rey del cielo es tan magnifico y liberal, que ninguna cosa más desea y procura que comunicar su reino y tener muchos consortes en su corona; y así nos manda que se la pidamos por el deseo anticipado que tiene de dárnosla. ¡Oh bendito sea tal rey, tal Señor y tal Padre, que no le parece es rey, si no tiene a sus vasallos y criados por consortes de su gloria en su reino coronados con el: dale infinitas gracias por esta merced; y saca de aquí no ser escaso ni envidioso con tus prójimos queriendo las honras para ti solo, sino dando parte a todos y gozándote de tener muchos consortes de tu felicidad.
Punto III. Considera lo que debes hacer para ganar este reino, y cuan infeliz serias si le perdieses, deseando el mismo Señor dártele: entra en cuentas contigo, y mira cómo has vivido hasta aquí y que obras has hecho dignas del reino de Dios, y con qué título le pedirás el día de tu cuenta; carga la consideración en la importancia de este negocio, que es la suprema de todas cuentas puedes tener, y que si una vez se yerra, no hay como ni con que soldarle; y resuélvete a no perdonas cuidado, ni diligencia, ni trabajo por conseguirle; pídele a Dios que te ayude con su divina gracia, y a todos los santos que intercedan por ti y que te la alcancen, y anímate con su favor a pelear con valor hasta alcanzar esta corona.
Punto IV. Considera como Dios reina en los suyos por gracia y quiere reinar en todos y en ti, y no el pecado, ni la carne, ni sus apetitos; porque aquellos reinan con Dios en el cielo, en los cuales reina Dios en la tierra, haciendo su santa voluntad en todas las cosas, como la hacen los ángeles en su reino; pide pues a Dios que venga si reino en ti y en todos ahora, porque merezcamos reinar con el después; reine ahora en todos y reine en ti, haciendo en todo y por todo su santa voluntad, sin dar lugar a los apetitos ni a las inclinaciones de la carne: clama, ora, pide, insta y persevera, suplicando al Señor que reine en ti, y destierre de ti a todos sus enemigos, y no permita que seas avasallado de alguno, ni servir a otro que a su Divina Majestad.
Padre Alonso de Andrade, S.J
1 Luc. 10. Matth 3. Act 1.