Como sabemos, las definiciones dogmáticas son frecuentemente la consecuencia lógica del brotar de los errores. Los dogmas no indican pues una novedad en el «depósito de la fe», sino más bien, fuera de éste: en el campo oscuro de las negaciones y de las herejías.
Como es lógico, la Iglesia no condena los errores hasta que aparecen, ni define las cuestiones hasta que se discuten.
En los últimos meses, empero, las fuerzas anti-dogma, vienen desplegado todos sus cuadros con audaces propuestas en un marketing pseudo teológico, etiquetado como «evolución», «desarrollo» o, «reinterpretación» del dogma, que tuvo su punto alto el 22 de febrero de 2014, durante el discurso de apertura del Consistorio celebrado en el Vaticano, bajo la presidencia del Obispo de Roma, en la que, como sabemos, el cardenal alemán Walter Kasper presentó una «nueva» doctrina sobre el matrimonio,
Se viene sosteniendo que «el mundo ha cambiado y la Iglesia no puede encerrarse en supuestas interpretaciones del dogma. Tenemos que acercarnos a los conflictos sociales, a los nuevos y a los viejos, y tratar de dar una mano de consuelo, no de estigmatización y no sólo de impugnación» (). En correlación con la misma afirmación, el cardenal Baldissieri, Secretario General del Sínodo de los Obispos expuso recientemente su postura en sentido de que «el dogma tiene que evolucionar y que lo que el cardenal Kasper pide es una aportación a esa evolución».
En este proceso de la pérdida del sentido del dogma, se considera al protestante pietista y panteísta alemán Friedrich Schleiermacher como el iniciador de todas las teorías heterodoxas modernas sobre el dogma. Para él «la religión es un sentimiento íntimo de la identidad del hombre con Dios». Toda su obra, pero principalmente su principal escrito «Der christliche Glaube» (La fe cristiana) trata de todo cuanto puede abarcar la teología protestante, así como el propio enfoque de Schleiermacher a la religión: una nueva interpretación. Negó todos los credos, propugnando la relatividad de éstos.
Lo secundaron los católicos semi-racionalistas Hermes y Günther, para los cuales «los dogmas son diversos estadios de la evolución de la idea religiosa».
Los protestantes ortodoxos sostenedores de un mínimo de doctrina, fueron totalmente desbordados por los protestantes liberales quienes buscan «depurar el cristianismo del dogma» mediante una exégesis racionalista, así como por los símbolos-fideístas quienes afirman que los dogmas sólo tienen una utilidad práctica circunstancial.
Con ellos: Harnak de tendencia liberal, Sabatier símbolo-fideista, Loisy panteísta latente, Tyrrell pragmatista y Le Roy para el cual «el dogma no es inmutable, sino una receta práctica que dirige la acción».
Los teólogos católicos hicieron repetidos esfuerzos durante todo el siglo XVIII a fin de incorporar la filosofía kantiana a una explicación de la doctrina católica. El modernismo afirmó que «la emoción excita la piedad» y que «esta impone la fe y el dogma, de ahí que la verdad sea relativa».
El Santo Oficio publicaba el 3 de julio de 1907 con la expresa aprobación del Papa San Pío X, el Decreto Lamentabili condenando 65 errores modernistas, tomados principalmente de las obras de Alfred Loisy y Edouard Le Roy, entre otros. El Lamentabili proscribió las proposiciones que niegan los dogmas principales del cristianismo: (54) Los dogmas, los Sacramentos, la Jerarquía – tanto en lo que se refiere a su concepto como a su realidad – no son más que interpretaciones y evoluciones de la mente cristiana, que hicieron crecer y perfeccionaron con añadiduras externas el germen diminuto latente en el Evangelio; (65) El catolicismo actual no puede armonizarse con la verdadera ciencia, si no se transforma en un cristianismo no dogmático: en un protestantismo amplio y liberal.
Posteriormente el mismo Pontífice al promulgar la encíclica Pascendi –el 8 de septiembre de 1907- sacaba a luz todas esas tendencias erróneas. En tan importante documento papal, el Santo Pontífice señalaba la interrelación existente entre esas diversas corrientes.
El Concilio Vaticano I, acusó estas corrientes heterodoxas modernas de «suplantar la inmutabilidad de la Palabra de Dios por invenciones filosóficas humanas».
Consecuentemente el aspecto sustancial de la teoría del cardenal Kasper, se ha gestado durante mucho tiempo, y, si dicha propuesta herética, es decir la negación de la indisolubilidad del matrimonio, llamada «magisterio vivo», llegara a aprobarse, ésta no sería de manera alguna un desarrollo dogmático, sino una perversión de la doctrina.
Germán Mazuelo-Leytón