Para crecer en santidad 3. Eliminando obstáculos

Una vez que ya tenemos el terreno para edificar, los planos y el arquitecto, procede ahora comenzar con el siguiente paso: Eliminar los obstáculos y allanar el terreno donde vaya a ir el edificio.

Antes de allanar el terreno y prepararlo para comenzar con los pilares que sustentarán la edificación, tendremos que eliminar la basura, piedras grandes e incluso aquellas que apenas se vean porque están bajo tierra, pero que impedirán realizar una conveniente edificación.

La confesión sacramental

Los grandes obstáculos a los que hago referencia y que están a la vista son los pecados graves. Es por ello que lo primero que hay que hacer es un buen examen de conciencia y una confesión general (si es posible y conveniente). Para ello, lo mejor es seguir algunos de los formularios, de los muchos que existen, para hacer una buena confesión. Al final de este artículo les dejamos algunos enlaces donde podrán encontrar dicho examen de conciencia.

Muchas veces cuando acudimos a la confesión nos solemos acusar de los pecados más llamativos, pero a veces dejamos en el tintero, pecados que también pueden ser graves. Por ejemplo: cuando confieso a personas, es muy frecuente que me digan que han perdido los nervios en casa o que han dicho malas palabras, pero raramente se confiesan de pecados contra la virtud de la castidad, faltar a Misa los domingos, haber defraudado a hacienda, estar usando medios anticonceptivos, pecados de omisión, faltar a la caridad. Confesar estos pecados es más bien el resultado de que el confesor pregunte al penitente que de la reflexión propia del que se va a confesar. Con el fin de realizar una confesión completa es bueno acudir a un folleto de examen de conciencia. De ese modo también evitamos que el confesor tenga que pasar el mal trago de empezar a preguntar por multitud de pecados cuando percibe que el penitente ha acudido al sacramento sin la debida preparación. Otra cosa diferente es cuando el mismo penitente le pide ayuda al confesor porque desea hacer una buena confesión.

Recordemos también que la confesión o penitencia es uno de los siete sacramentos instituidos por Jesucristo. Sólo el sacerdote tiene el poder (otorgado por Dios a través del sacramento del orden y del permiso dado por su obispo) de perdonar los pecados (Jn 20:23). Últimamente hay personas que dicen “confesarse directamente con Dios” bien por vergüenza o por no encontrar un sacerdote. Eso no es confesión. Es más, los pecados no son perdonados. Aun en el supuesto de que hubiera contrición perfecta y se perdonaran los pecados, sería necesario confesarse ante un sacerdote lo antes posible.

La contrición perfecta

La contrición es, según la definición del concilio de Trento, el dolor del alma y la detestación de los pecados cometidos, con el propósito de no volver a pecar más en el futuro (DS 1676). Así pues, comprende tres elementos: dolor, detestación y propósito.

La contrición perfecta (que hay que distinguir de la contrición imperfecta, o atrición) designa un arrepentimiento profundo, en el que el motivo está representado por el amor perfecto a Dios. Si va unida con el deseo – aunque sólo sea implícito- del sacramento, la contrición perfecta produce siempre el perdón inmediato de cualquier pecado. Pero es necesario confesar cuanto antes, es decir, una relación con el sacramento al que está ordenada ontológicamente la contrición perfecta. El acto del penitente no es completo más que cuando su arrepentimiento se manifiesta a través del sacramento de la penitencia.

La contrición tiene que ser verdadera para ser perfecta; es decir, ha de ser un acto de la voluntad y tiene que excluir el afecto al pecado. No basta con el deseo o la resolución de no pecar más en el futuro, ya que este deseo o resolución pueden ir unidos al afecto y a la complacencia por el pecado. La contrición debe ser sobrenatural en cuanto al principio y en cuanto al motivo; tiene que disponer la voluntad del penitente hasta tal punto que éste tiene que estar dispuesto a sufrir cualquier mal y a renunciar a cualquier bien, antes que pecar gravemente de nuevo. Estas características de la contrición son necesarias para obtener la justificación.

Eliminar también los obstáculos que haya bajo tierra

Recordemos que en la confesión hemos de incluir todos los pecados graves cometidos y no confesados desde la última confesión bien hecha. Es por ello que una vez que hemos “quitado” las “piedras” más grandes y visibles de la superficie, hemos de confesar ahora las piedras grandes que están bajo tierra y que apenas se ven, pero que impedirían comenzar la edificación. Me refiero a los pecados capitales, los pecados contra los mandamientos de la Santa Madre la Iglesia, los pecados de omisión, las faltas de caridad…, éstos también los hemos de incluir en la confesión sacramental.

Como un buen médico que busca no sólo quitar los síntomas de la enfermedad sino curar al enfermo, es importante ir a la raíz del mal que hay en el corazón del hombre. Es decir, hemos de incluir en nuestro examen los pecados capitales.

a.- Los pecados capitales

El término «capital» no se refiere a la magnitud del pecado sino a que da origen a muchos otros pecados. De acuerdo a Santo Tomás (II-II: 153:4) “un vicio capital es aquel que tiene un fin excesivamente deseable de manera tal que en su deseo, un hombre comete muchos pecados todos los cuales se dice son originados en aquel vicio como su fuente principal”.

Enumeramos ahora los pecados capitales: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza. Y las virtudes que se oponen a cada uno de ellos: humildad, generosidad, castidad, paciencia, templanza, caridad y diligencia.

Por ahora nos vale con esa mera enumeración de los mismos. Espero en un futuro dedicarle un artículo, pues considero que a pesar de ser un tema muy importante, está un tanto abandonado en la catequesis y predicación actual.

b.- La confesión general

Y por último, en esta fase de preparación del terreno, es ideal pasar un “tractor oruga” con un arado bien profundo que vaya al fondo del subsuelo y arranque todas las toscas que todavía puedan quedar. Esto no es otra cosa que una confesión general bien hecha siguiendo un Examen de Conciencia General como el que incluimos al final de este artículo.

Una vez hecho este examen de conciencia general tampoco conviene estar haciendo frecuentemente un examen profundo, ya que una vez limpiado el terreno a fondo ya está limpio. Hacer un examen general muy frecuentemente nos podría conducir a escrúpulos y tampoco podemos caer en ese error.

Una buena preparación del terreno es pues imprescindible

Recuerdo que hace ya más de cuarenta años, cuando yo vivía todavía en casa con mis padres, solíamos ir los veranos a una finca que se encontraba cerca de Valencia. Había dos casas solariegas juntas; en una vivía mi familia y en la otra unos amigos. Delante de la casa había un terreno que querían transformar en jardín común para ambas casas. Mi padre y el vecino estuvieron hablando para hacer el trabajo en común pero no llegaron a ningún acuerdo. Mi padre quería usar un tractor que removiera la tierra y quitara todas las piedras que hubiera; en cambio el vecino no quería hacer mucho gasto extra. Así que al final decidieron que cada uno se hiciera cargo de la zona que tenía frente a su casa.

Mi padre contrató un tractor oruga y sacó todo aquello que estorbaba, hierbas, piedras… y luego allanó el terreno. Una vez acabada esta primera etapa, hizo agujeros y en ellos fue plantando pinos pequeños. El vecino, en cambio, comenzó a plantar pinos sin preocuparse de preparar el terreno; se limitó a hacer agujeros en el suelo y empezó a plantar pinos más o menos del mismo tamaño que los que había plantado mi padre.

Veinte años después, los pinos de la zona de mi padre tenían ya más de diez metros de altura, mientras que los del vecino no pasaban del metro y medio. En la actualidad, los pinos de mi padre tienen ya más de quince metros, mientras que en el área del vecino prácticamente no queda nada; muchos de los pinos murieron, otros fueron arrancados. Así que en la actualidad el único que tiene jardín es mi padre. Mi vecino sólo tiene un erial delante de su casa.

La conclusión es obvia. Pretender comenzar la edificación sin haber preparado debidamente el terreno sería totalmente inútil e hipócrita. No haríamos sino engañarnos a nosotros mismos.

Allanando el terreno

La última fase de esta etapa será allanar el terreno y sacar niveles para evitar luego inundaciones u otros problemas.

Pedir la opinión de nuestro director espiritual sería muy conveniente, pues él nos puede decir si ya todo está preparado o por el contrario hay zonas que necesitan mucha más limpieza. En esta etapa, como en todas las demás, jugará Dios un papel muy importante. La docilidad a su Espíritu será esencial.

Las limitaciones del terreno

Una cosa que tendremos que tener siempre presente es que por muy bien que preparemos el terreno, siempre habrán limitaciones, imperfecciones… que tendremos que tener presentes durante toda nuestra vida. Entre ellas destacamos la concupiscencia, las imperfecciones de cada uno y las limitaciones propias de la naturaleza humana.

Se llama concupiscencia a la inclinación de la naturaleza humana al pecado. Esta inclinación es consecuencia del pecado original. La inclinación al mal o concupiscencia no se quita con el bautismo. Sabiendo que tenemos esa inclinación natural al mal tendremos que estar siempre vigilantes. La concupiscencia es algo que todos sentimos; pues nos resulta más fácil hacer el mal que el bien. Por sí misma, la concupiscencia es una inclinación al mal; de suyo no es pecado.

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Y recordemos también que aunque ahora quede todo limpio y listo para empezar a edificar, con el paso del tiempo tendremos que volver a revisar, pues es frecuente que malas hierbas vuelvan a crecer, piedras que entonces eran pequeñas, ahora puedan ser más grandes… y que siempre tendremos que estar listos para eliminar.

Y de momento dejamos aquí nuestra edificación durante unos días con el fin de que la tierra se asiente, reciba las primeras lluvias y así podamos ver si hay algunos errores que podamos corregir antes de empezar a hacer los cimientos de lo que será nuestro edificio espiritual. Así pues, la semana próxima seguiremos. Tocará ya hablar de los cimientos y los pilares de nuestro edificio espiritual.

Padre Lucas Prados
Examen General de Conciencia
Examen de Conciencia simplificado

Padre Lucas Prados
Padre Lucas Prados
Nacido en 1956. Ordenado sacerdote en 1984. Misionero durante bastantes años en las américas. Y ahora de vuelta en mi madre patria donde resido hasta que Dios y mi obispo quieran. Pueden escribirme a [email protected]

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