Para el sábado veinticuatro
PUNTO PRIMERO. Considera que a los siervos de Cristo nunca les faltan persecuciones, cumpliéndose su palabra[1]: si a mí me han perseguido, también perseguirán a vosotros; por lo cual es necesario persuadirte a esta verdad y prepararte para las persecuciones; el mundo ama a los de su bando, y persigue a los que no son de él, y así has de tener por buen indicio ser perseguido y aborrecido del mundo, y dar gracias a Dios por ello, y tenerlo por merced del Señor, como los tenia los apóstoles, de quien escribe San Lucas[2], que iban gozosos a los tribunales , por verse perseguir y padecer por el nombre de Cristo, lo mismo debes tu hacer, si te precias de discípulo suyo.
Punto II. Considera lo que padecen los hombres por el mundo, unos por alcanzar riquezas, otros por las honras, otro por los deleites sensuales, arriesgando continuamente sus vidas: córrete tú de ver cuán cobarde eres para padecer por Cristo y por el bien de tu alama menores cosas; siendo así que aquellos no tienen premio, que lo sea de sus trabajos, y ti tienes el eterno, que no tiene comparación con todo cuanto hay y puede tener el mundo.
Punto III. Toma el consejo del apóstol San Pablo[3], y pon los ojos de la contemplación en Cristo nuestro bien y Maestro, y corre por la paciencia al certamen propuesto, al cual esta prometida la corona, contemplando en lo que padeció el Redentor y como llevo su cruz, posponiendo la honra del mundo a la de Eterno Padre y a nuestro salud externa; pídele que te lleve consigo, y que te de esfuerzo y gracia para llevar la tuya en su compañía hasta el fin.
Punto IV. Pon los ojos en los innumerables mártires y santos que han seguido y siguen a Cristo por el camino de la cruz, llevando con alegría las afrentas y desprecios; y luego sube a lo alto con la meditación y contempla el premio que alcanzaron, y la gloria que gozan coronados en compañía del Cordero; mira la que te espera, si tienes paciencia, como la tuvieron ellos, y anímate con su ejemplo a sufrir las persecuciones de cualquiera parte que te vinieren, aunque sean de los amigos, parientes y domésticos; no mires de quien sino por quien padeces; ofrécelo todo al Señor, de cuya mano viene, y sufre con paciencia y alegría; y espera en la divina bondad, que coronarán tu sufrimiento con galardones eternos.
Padre Alonso de Andrade, S.J
[1] JUAN 15
[2] Act 5
[3] Hebreos 12