Los absurdos del Día de la Mujer

Se pueden decir muchas cosas sobre el “Día de la Mujer”. Hay personas especializadas en los orígenes, evolución y derivas actuales del llamado “feminismo”[1], que pueden escribir sobre esto con propiedad. Me interesa referirme al feminismo y sus consecuencias como “concepto líquido” como dicen ahora, con bastante acierto expresivo. Es algo que se acomoda a la forma que tiene el continente, como los líquidos. Una forma brillante y perversa de confundir a las personas, como que su inspirador es un ser brillante y perverso, Lucifer.

La idea de mezclar ingredientes en estado líquido para obtener un líquido de superior calidad, o una variedad útil y grata, puede aplicarse a los cócteles, o a los lubricantes de motores, pero a pensamiento. Reconozcamos que no es nueva en su formulación, que es una enésima presentación de la dialéctica, pero sí es nueva su praxis, cada vez más refinada o al menos más efectiva dada la condición intelectual de las personas sobre la que se aplica. Personas con un disminuido o nulo “sentido común”, porque la forma de vida moderna y la influencia de los medios las predisponen a abandonar el ejercicio de la razón. Y darle cualquier forma a una misma idea, a fin de hacerla aceptable para gente con sensibilidades distintas, es un notable acierto de los pervertidores del pensamiento, que son hijos de Lucifer, padre de la mentira.

Lograr que la gente anhele como un progreso moral la degradación moral, pobremente enmascarada bajo el reclamo de “derechos” o “ampliación de derechos” (esta última una “idea líquida” ejemplar), es un trabajo diabólico. Poner a la mujer como “bandera”, una insidia genial. La importancia de la mujer en la vida familiar y social es extraordinaria. Ella es la formadora inicial de los hombres y la que tiene la preeminencia del amor y la capacidad de persuadir a los hombres. Ella puede influir para que no sean abusadores, violadores, violentos o explotadores de las mujeres. Imagino un diálogo en cualquiera de estas horrorosas circunstancias:

Mujer: Por amor de tu madre, por respeto a tu madre no me hagas esto.

Hombre: Qué me importa. Mi madre era feminista y me educó así.

Mujer: Tu madre no puede haberte enseñado a abusar de las mujeres.

Hombre: Mi madre me enseñó que el placer es lo más importante.

Mujer: Tu madre no puede haberte enseñado que violar es algo bueno.

Hombre: Mi madre me dijo que el amor libre y el sexo son un derecho.

Mujer: Tu madre no puede haberte enseñado que golpear a las mujeres era moralmente aceptable.

Hombre: Mi madre me enseñó que no hay moral. Cada uno hace lo que quiere.

Mujer: Tu madre no te habrá dicho que podías aprovecharte la debilidad de las mujeres.

Hombre: Mi madre me dijo que las mujeres son iguales a los hombres, que no tenían ninguna debilidad ni necesidad de protección.

Este diálogo, por supuesto, es inverosímil. Pero las ideas están ahí, bajo cada acto de abuso, maltrato, ultraje o desprecio de las mujeres. Son la mismas feministas que han sembrado lo que ahora cosechan, por eso nos corren con estadísticas, posiblemente reales en lo referido a algunos temas como el maltrato y las violaciones, que crecen en forma exponencial. Pero se niegan a discutir las causas. Algo tan simple como preguntarse: ¿por qué cada vez estamos más lejos de la sociedad machista patriarcal pero a la vez aumenta el maltrato de la mujer? La consecuencia lógica de lo primero debería ser una disminución de lo segundo, según su planteo. ¿Entonces?[2]

Las mujeres feministas o contagiadas del virus del feminismo, en gradación diversa, no se sientan a pensar. Y si lo hacen, las acusan de “traición de género”. La corrección social tiene un peso enorme. Por eso cuando las sociedades eran cristianas, muchas personas con inclinaciones malas se contenían, por temor a la condena social. Que podía tener el defecto de ser impiadosa a veces (algo que no es cristiano, porque en la sociedad cristiana reina la Caridad) y la enorme ventaja de contener a la gente en el buen camino.

La sociedad moderna, por el contrario, exalta los vicios. Entonces la corrección social consiste en decir que los vicios no son malos, son “liberación, ampliación de derechos, progreso”. Cuando una persona tiene la inclinación a vivir virtuosamente y rechazar estas ideas, la presión contra ella es impiadosa, perversa. Y naturalmente la Caridad (que no es el la compasión sentimental, veleidosa y contradictoria) escasea muchísimo.

Por fin, en la sociedad cristiana tradicional la Iglesia era el referente moral, el clero estaba formado por maestros de la conducta (más o menos virtuosos) pero que enseñaban lo que era bueno, lo que era malo y contenían a los/as tentados por el pecado. Y recibían caritativamente a los pecadores, con el perdón sacramental y la asistencia material y moral. La historia de las órdenes religiosas abunda en ejemplos.

Hoy la luz de la Iglesia está escondida y buena parte del clero -por confusión o traición- milita en las ideas del “pensamiento líquido”. En toda la escala jerárquica. Y los que no, como resulta natural, son víctimas de presión y condena, tanto de la sociedad como del clero modernizado.

Ayer publiqué en Twitter –que es una herramienta interesante para depurar el estilo y buscar la síntesis- lo que transcribo abajo. Me parece que resume lo dicho.

¿Cómo es posible apoyar a la vez el aborto y combatir el «femicidio», ese concepto insustancial que en principio significa «matar mujeres»? O promover la «liberación sexual» y protestar contra los abusos y las violaciones. Vestir como prostitutas y que los hombres las respeten.

O pedir comportamientos de caballeros y a la vez apoyar los derechos de las «trabajadoras del sexo». Y combatir la «esclavitud sexual». En fin, promover la dignidad de la mujer y caminar por la calle semidesnudas, pintarrajeadas, insultando y gritando como posesas.

El «Día de la Mujer» es una de las mayores injurias que se puede hacer a las mujeres.

Marcelo González

(Fuente: Panorama Católico Internacional)

[1] A propósito, se oye hablar a “feministas moderadas” que acusan a las otras de ser “extremas”. Es un juego conocido que algunos pueden jugar sin saberlo. Un socialista no es lo mismo que un comunista en cuanto a su modo de presentarse. Puede inclusive condenar el comunismo por no ser “democrático”. Pero ambos trabajan para el mismo propósito final. Entre las tantas notas publicadas pude leer esta de Cayetana Álvarez de Toledo, portavoz del “colectivo” Libres e Iguales. Uno puede hasta simpatizar con muchas cosas que dice. Pero, en el fondo, juega al mismo juego que las otras feministas, probablemente sin querer.

[2] Este fue el planteo que Esperanza Puente Moreno hizo en un programa del canal La Nación+. Se trata de “Lo que el Día se llevó”, cuyo conductor, Francisco Olivera, claramente no simpatiza con el aborto. Pero las dos columnistas femeninas de la mesa mostraron su disgusto por la franqueza y claridad mental de la española. No se ha editado el vídeo de ese programa todavía. Es digno de verse.

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